Reconocimiento
Hay días en el que creo en la materia oscura
como una clase de pegamento que une cualquier
razón y vestigio de materia palpable en el universo.
Como creer en el destino si lo redondeas
a lo más básico de la cuestión.
Simplificado hacia el infinito.
Me gusta creer que en algún punto las cosas
tienen algo de sentido, a pesar que nada
de lo que hagamos realmente lo tenga.
Solo pequeños vestigios inservibles.
Me urgen ganas a veces de hacer algo “grandioso”.
Tal vez compartirme con media humanidad y hacer
algo con provecho, algo bello, algo bueno…
Solo para caer en la cuenta que cada cosa
bella que haya existido ha sido manipulada
con tal de sacarle provecho.
Y que el mundo está plagado de gente que no tiene
ni sueños, ni aspiraciones, ni deseos, ni compasión.
Solo se alimenta de las de los demás.
Y yo no nací para ser alimento de nadie.
Si algo me tiene que alimentar,
o, mejor dicho, si tengo alguna necesidad:
Es la de plasmar lo mejor posible lo poco que me hace palpitar.
Y ahí es donde entras tú.
Con todas tus incoherencias, tus problemas
y pequeñas querellas de vida.
Igual que las mías, insignificantes en un plano macro,
pero suficientemente fuertes con tal de sacarte ganas
de crear un cambio que nunca llega a fuerza de caos.
Porque el caos eres tú.
Y le tienes miedo a lo impredecible,
y a las cosas que nada tienen que ver con un orden establecido,
te temes a ti misma, a ti mismo porque sabes que eres capaz
De simplemente mandar todo a la mierda
y que otro se haga cargo
de las cenizas.
Pero ese otro, siempre
eres
tú.
Eso sí se llama amor propio.
No esas estupideces de nueva era que consiste
en hacer meditación sobre las decisiones tomadas,
y regirse en un orden de “bien” y de “mal” dictado
Por un par de personas a las cuales les resultó
conveniente hacer dicha separación si total
las ganancias son infinitas con lo finito de los demás.
Tú eres
(contrariamente a todo lo que puedan pensar otras personas)
infinita, en todo tu derecho.
Una micro partícula de nada deseando serlo todo.
Y yo estoy aquí observando todas las eras por las cuales
transitas como si el tiempo para ti no tuviese ningún reparo.
Como si las cosas ni las repercusiones de los actos te importaran.
Una fuerza imparable que (da la casualidad) entra en curso conmigo.
Sin reparo, ni descanso, ni pausas, ni excusas.
Simplemente sin rumbo más que hacia delante.
No hay nada de malo en eso, no hay nada de malo
en simplemente nunca devolver la mirada hacia algo
que no te hace sentir más que lo que yace delante de ti.
Pero nunca olvides lo que yace detrás de ti.
Yo recuerdo que por más de veinte años
he tratado de mantenerme firme así nadie creyera,
recuerdo que por más de veinte años me mantuve solo.
Recuerdo que por más de veinte años me he mantenido al margen
de lo que querían hacer de mí para poder dedicarme a lo que
yo quería ser.
Y después de más de un cuarto de siglo siendo lo que soy,
simplemente recuerdo lo que importa más:
Sigo aquí.
Contra todo pronóstico y adversidad.
Para darte a entender que entiendo lo que significa
la esperanza de ser uno mismo sin cuesta de otro.
Lo que radica en la libertad nunca yace en otro más que en sí mismo.
Que no hay nada que ocurra más allá de uno
que valga la pena ser experimentado
más que simplemente ser reconocido.
Reconocerse y espejarse en otro, por insignificante que parezca,
abre una ventana diminuta hacia lo que
las personas se refieren como “humano”.
Porque dejas de sentirte tan solo, porque alguien parecido existe.
Y no estoy aquí mendigando amor, no estoy aquí queriendo que me quieras.
Solo reafirmo la idea que me parece hermoso haber conocido
en mi tiempo de vida una persona con la cual me puedo espejar de tal forma.
En el cual no tengo que pronunciar palabra, porque sé
que, en el fondo, mis acciones y mis palabras (aunque al aire)
tienen un interlocutor, y que se comprende la incoherencia.
No tengo una mortal necesidad de ti,
pero al mismo tiempo deseo tanto
tener sentido, aunque sea un momento…
Aunque yo no me lo encuentre, para ti soy tan claro como la luna.
Son casi las cinco de la mañana, demasiados días sin hacer nada,
sin planes, sin ganas, sin más que hacer que
descansar.
Un descanso autoimpuesto, una parcela de tiempo mía y de nadie más.
Un momento en el cual puedo jactarme que nadie me hace falta
entre mis sábanas porque puedo agradecer cada centímetro de mi cuerpo.
Me faltan cosas, sí. Me falta conexión, sí.
Me hace falta poder compartir mis ratos y mis pensamientos
en conversaciones que no sean conmigo: Sí.
Pero por ningún momento creas que me es de mortal necesidad.
Porque verás que no me enamoro porque me siento solo.
Pues, es mi forma de ser, aunque esté acompañado.
Puede verse bajo la lupa fría de la razón de por qué.
Pero la realidad es que ni estoy seguro de por qué ocurre.
Solo sé que es, al igual que cualquier sentimiento que traspasa
mi cuerpo y no sé dónde ubicar.
Porque no puedo simplemente dejarlo fluir,
debe cumplir un propósito, debe cumplir una función,
aunque sea el simple hecho de poder expresarlo aquí.
Aunque sea poder tenerte en una barrera de veintiséis letras.
Porque no sabes lo que yo daría con tal de decirte todos los días
que simplemente te quiero, y te quiero lejos
de mí.
Porque sé que no hay nada que yo te pueda brindar
que no tengas ya, que no hayas trabajado, que no te hayas ganado.
Esa esencia en el cual no puedo acceder:
El “sencillo” hecho de poder estar bien con uno mismo, con una misma.
Y predisponer a su antojo de la autoridad o de la presencia
de cualquier otra cosa.
Me parece entrañable, e infinitamente atractivo.
Tan atractivo como el pensamiento
de alejarme de lo que llamamos “civilización”,
para no estar en contacto con tanta barbarie.
Con todos estos impulsos contra los cuales lucho,
expuestos en mi cara, como si fuera una prueba irrefutable
que hay vida más allá de las normas.
Y yo, que soy caos en esencia, hago obedecer
estos pilares que aborrezco, esta “moralidad”
que es otra palabra para describir
“esterilidad”.
Porque cuando te veo lo último en lo que pienso
en lo que “estará bien”, sino más bien
lo que es, y lo que desearía que fuera.
Y ahí encuentro a Nietzsche respirándome
en la nuca, repitiéndome la maldita frase:
“Lo que se hace por amor yace más allá del bien y del mal”.
No entiendo tales nociones porque simplemente
hago todo el tiempo lo que me nace, lo que me plazca
y lo que no haga daño a nadie más que a mí mismo.
Por eso prefiero sentirme mal, con tal de verte sonriendo.
No creo haber puesto mis deseos por encima
de los de nadie nunca.
Siempre he decidido por otras personas
Restándome de cualquier ecuación.
Liberándome de la culpa de saber
que influiría de alguna forma en el desenlace.
¿Qué puedo decir? Siempre he sido un ermitaño.
Me poso en los corazones y me voy, así como crean su nido en el mío,
y lo destruyo sin compasión.
Me duele tanto a veces, que creo que me voy a morir… pero sigo aquí.
Solo me enamoro de la capacidad que tienen algunas personas
en ser tan libres de sus emociones y sus pensamientos,
de una forma que me parece imposible.
De una forma que me gustaría que fuera,
más que no he llegado a entender cómo hacer.
Sería más fácil si no fuéramos tantos.
Tal vez te cerraría más que no lo fuéramos.
Pero como le dijo el escorpión a la rana:
“Está en mi naturaleza”.
No puedo garantizar ser inamovible.
No puedo garantizar una estabilidad emocional,
tampoco como puedo garantizar estar ahí por
siempre.
Lo único que puedo garantizar es que te tengo en una parcela de mí
que riego a cada día, con tal de verte de tanto en tanto florecer.
Que me alimento de un par de miradas,
Y riego con desasosiego
este diminuto tallo que me queda
por emociones.
Y lo hago gracias a ti.
Hay algo de bello en sufrir de desamor,
y es el hecho que me recuerda que no soy tan apático
como creía que era.
Que hay cosas todavía que me mueven por amor,
aunque no sea hacia mí, aunque no sea para mí.
Que existen cosas por las cuales vale la pena luchar.
Y, aunque no me dejes hacerlo por ti.
Simplemente recuerdo el hecho que me lo hayas vuelto
a enseñar.
No hay amor más sincero que el del conocimiento.
Si no,
tal vez,
el reconocimiento
-S.H.1.
16 notes
·
View notes
¿Sabes qué es?
Sobre lo que fue, y lo que todavía no ha sido
debaten entre fría amargura
en el juego de ajedrez:
La amargura: “Si no he sido del todo victoriosa,
y en eso me regocijo, pude predecir
cada paso mal intencionado que me has
Advertido con tanto tedio y tanto sopor
que se hacía ya difícil concebir algo distinto
que no te tenga como desmesura”.
La pasión: “Sin embargo, aquí estamos.
Estamos justo donde empezamos,
regocijándote de que se trata de un paso más
pero en verdad se trata de un paso menos.”
Tan iguales y tan distintos,
la frialdad en las decisiones
tomadas entre la seriedad
Y la falta de cordura.
Entre el baldío
y el cielo.
La incertidumbre rige en los templos de los desheredados.
Los dueños de la locura
y lo tempestivo no tienen nada
(PERO NADA) que envidiarle
A los que dicen tener respuestas
para esconder la triste verdad:
todo es caos, amor.
No hay nociones perfectas
y no hay cálculos sin error,
sólo hay mentes no entrenadas.
No entrenadas a descifrar la aparente “perfección”
No entrenadas para cualificar su visión
ni en sus ligamentos perdidos dar la sólida
verificación de que efectivamente: “Es imperfecto”.
Y en ello encontrar el alivio que tantos
merecemos cuando los sueños son llevados
por los ríos que caen desde un punto invisible.
Tal vez tan grande como para comprenderlo
o tan ínfimo como para
percibirlo.
Dime, ¿Tú cuál eres?
Que se aglomeren los recuerdos
en una turba furiosa que venga
a despedazarme las noches
Cuando tenga la guardia baja
y los ojos cansados
y el alma rota.
Y aquí recibiré las injurias como
los más bellos poemas que me hayan
sido dedicados en vida y así sobreviviré.
O eso me digo.
Cuando leerte a ti mismo se convierte
en una fuente de desperdicio mental
donde la coherencia no tiene norte.
Ahí es cuando se tiene que subliminar
los versos que fueron dedicados
para crear los que serán.
O los que no han sido todavía
y desean rellenar cada poro
del vacío de la existencia.
Como lo hicieron siempre.
Que leerme no te sea un hecho trivial.
Aquí estás para desnudarte entre
cada letra compuesta, al azar
Y sin embargo aquí estás.
Como queriendo descubrir
cada sílaba compartida en búsqueda
De un significado que no es
ni un significante aparente
ni un signo respetuoso.
Aquí sólo hallarás la verdad.
Me dije un día que te dedicaría
una ecuación, o mejor dicho
una inecuación.
Con tu nombre y entenderías
qué significa “enamorarse”
para mí.
Como si cualquier vuelta
no tuviese un camino
y que no existiese un sentido.
O que existiesen tantos que no tengan necesidad de ser.
Buscas las palabras para reconfortarte
aquí no hallarás tales cosas
porque esto es un objeto de destrucción masiva.
Cada estaca se clava en la mente
para que no te deje dormir
como a mi no me deja vivir.
Y me he aguantado tanto para poder
explorar los terrenos que parecían
límites inalcanzables
Para darme cuenta de que el universo sigue en expansión.
Y no hay nada que detenga las leyes del caos
contradecirse empíricamente,
aunque sea a través del dolor
Y no una catarsis rigurosa
donde lo único digerible se trate
de una sonrisa de cartón corrugado.
Aquí se habla de realidad y de nada más;
por lo que entenderás de que mis miedos
a la tendencia a mi locura quedan
Más que justificados.
No tendría sentido alguno expresarte
lo que no he experimentado
ni lo que no sé.
Sé pocas cosas, menos de la mitad
de las que me gustaría saber y probablemente
más de lo que seguramente sé saber.
Aquí se halla la encrucijada
de los perplejos antes de mirar al eclipse
entre lo que será una noche corta.
Como si no hubiese cordura en el mundo que me salve de este sin-sentido.
Y hoy te hablo, si, ¡a ti!
Como si cada intervalo clavado
entre las pupilas haya sido un velo
Caído hacia la sensualidad que se asoma
por entre las comisuras de los labios
y que no me deja dormir ni en las noches más oscuras,
Y cuando se cierran los ojos hasta cuando
abren las cortinas de mi manicomio personal
está una constante que me impulsa a caminar.
¡Jo! ¡Jo! ¡Jo! Aquí volvimos a principios de un hecho familiar.
Donde todo puede cambiar en un segundo
y justifica el terror del alma a dejar que pase,
si es que llega.
Me paraliza, me hiela la sangre y te pone en stand-by.
Malditas tretas y cenizas que adoban el suelo
y ahora el mar que se lleva lo que alguna vez fue.
Todos fuimos alguna vez la Atlántida
Y ahora no quedan más que algunas gotas de salitre
entre tanta histeria.
El psicólogo me mira a los ojos perplejo:
“¿No hay algo que te haga feliz?”
Por supuesto que lo hay, y siempre ha sido
mi forma de expresarme en mis letras.
PUEDO SER EL PUERCO MÁS HIJO DE REMIL PUTAS
HACIENDO LO QUE SE ME CANTA EL ORTO EN ESTAS
VEINTISÉIS LETRAS CULERAS Y NO PASARÁ NADA.
Sólo quedarán vestigios de lo que alguna vez
fue una mente más cuerda, y seguramente
un legado de mi metafísica, perturbada y carente
A flor de piel, donde siempre estarás tú.
S.H.1.
19 notes
·
View notes