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sibiradostoyevski · 22 days
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BUNGO STRAY DOGS
El nombre del anime podría hacer referencia a los perros filósofos?
Y es que "los peros filósofos" tienen mucha similitud con la Buraiha pero con la metáfora de perro como filosofía de vida "cínica" adquiere un significado más profundo "los Perros Literarios".
Y así queda más claro porque Fyodor dice que la agencia de detectives son sus enemigos tomando como referencia el libro Demonios de Dostoyevski.
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ORIGEN DEL CINISMO:
Antístenes y Diógenes de Sínope
El fundador fue un discípulo de Sócrates llamado Antístenes, que vivió en el siglo IV a. C. Fue uno de los que estuvieron presentes en los últimos momentos de la vida de Sócrates, cuando este se reunió con los más cercanos y mantuvo su conversación sobre la inmortalidad del alma, que luego Platón contaría en su diálogo Fedón.
Antístenes quedó muy impactado por esa imperturbabilidad de Sócrates frente a la muerte. Está claro que él no quería morirse, pero estaba dispuesto a hacerlo por sus ideas sin resistirse. Tras presenciar aquello, Antístenes decidió dedicar su vida a fomentar esa autarquía, esa capacidad de autogobierno de uno mismo que había intuido, a dejar de preocuparse por cuestiones que no merecen atención, porque no son importantes, sino superficiales, fútiles.
Empezó a extender sus ideas y a reunirse en un gimnasio en las afueras de Atenas. El lugar es simbólico porque estos filósofos se situaban también en los márgenes o en las afueras, desafiando las convenciones, los usos, todo lo que fuera políticamente correcto, eso que se hace y se deja de hacer por costumbre. Allí, en un lugar llamado Cinosargo, surgió el movimiento cínico. Cinosargo quiere decir «perro blanco o veloz», en griego, y de hecho los cínicos eran los filósofos perros. Adaptaron esa imagen y algo más: lo tomaron como un símbolo para su filosofía y su forma de vida. Para ellos era lo mismo.
En Grecia, el perro era un animal considerado indecente. De hecho, “cínico” es en una de sus acepciones sinónimo de “impúdico”. Cínico viene de kïon, kynós, perro. Los cínicos eran llamados de esta manera por cómo vivían, al margen de las convenciones y costumbres… e incomodando a toda la sociedad. Y la sociedad, a cambio, los insultaba.
El cinismo es el eslabón entre Sócrates y el estoicismo. Antístenes, alumno directo de Sócrates, decidió seguir predicando con la filosofía de su maestro con un enfoque diferente al de Platón. No le importaban al filósofo cínico las discusiones teóricas sobre el mundo, buscaba en la filosofía una guía de comportamiento, si bien se interesó por la lógica y la retórica.
Tomando como modelo a Hércules, construyó su doctrina alrededor de la acción. Basta con un solo principio: actuar con virtud, para alcanzar la buena vida… renunciando al placer por el camino.
Como lo recogería el emperador Marco Aurelio – claramente influenciado por las enseñanzas cínicas – en sus Meditaciones: la filosofía no va tanto de saber qué es un buen hombre sino de demostrarlo con acciones. Y es que Antístenes está tanto en la raíz del cinismo, como del estoicismo.
Diógenes de Sínope, el mayor exponente de esta filosofía y discípulo de Antístenes, sería el primero apodado como “el Perro” (recordemos que se dice que llegó a masturbarse en público). Diógenes el cínico se apropió del término y, también, de la desvergüenza.
Diógenes de Sinope fue el discípulo más avanzado de Antístenes, que reinterpretó la doctrina socrática y creó de la escuela cínica. Rechazaban las riquezas y despreciaban los bienes materiales al considerar que el hombre se bastaba con su existencia y la naturaleza para ser feliz y realizar el bien. Los cínicos anteponían estas ideas a la de civilización, un artificio antinatural corrupto que encarnaba el mal e impedía la verdadera autonomía de los hombres y mujeres. El método de los cínicos consistía en componer sátiras y burlarse del orden establecido, intentando crear una conciencia crítica a partir del humor y el desprecio por los usos y costumbres de su época, tal como hicieron Voltaire, Shakespeare, Wilde, Twain, Kropotkin, Pisarev, Chernyshevski o Proudhon en sus respectivas épocas.
Su rechazo hacia los bienes materiales le llevó a vivir en la calle dentro una tinaja, acompañado únicamente por sus perros, en la más ferviente indigencia y viviendo en la más absoluta de las autosuficiencias como ejemplo de vida. Solían llamarle despectivamente "perro" por su forma de vida, incluso el propio Platón le calificada de tal modo ante sus costumbres (orinar en la calle o masturbarse en el Ágora). El término "perros" se generalizó para todos los cínicos, y ellos lo asumieron con dignidad y buen humor. Fue, más que un filósofo con una gran obra escrita, un ejemplo vital. De su pensamiento sólo se conservan escritas las referencias de la biografía de los filósofos griegos "Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres" , de Diógenes Laercio. En ella se cuenta -sirva de ejemplo- que Alejandro Magno se encontró con él en los Juegos Ístmicos:
- Yo soy Alejandro, el gran Rey.
- Y yo Diógenes, el perro.
- ¿Qué quieres de mí? Puedo ofrecerte lo que quieras.
- Que te apartes un poco y no me quites el sol.
Los cortesanos se rieron de él, pero Alejandro Magno les mandó callar: "de no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes". Esta actitud irreverente ofendía a las clases altas griegas, que veían como un sólo hombre era capaz de refutar las ideas sobre las que se asentaban sus vidas y su poder. Cuentan de él que se paseaba por Atenas con una linterna encendida "buscando un hombre". Ese hombre, para Diógenes, era aquel que viviese acorde a su naturaleza de humano más allá de las vanidades, un hombre despojado del fango de las ideas de su época. Una idea directamente relacionada con la del superhombre de Nietzsche.
Cuando Diógenes fue apresado y llevado al mercado de esclavos volvió a demostrar su carácter impertérrito, su actitud valiente y honesta respecto a su pensamiento crítico. Cuando un mercader le preguntó cuales eran sus habilidades, él contesto: "gobernar hombres", y acto seguido ordenó al pregonero del mercado que preguntase a los presentes si algunos precisaba comprarse un amo. Se burlaba constantemente de la hipocresía de las clases acomodadas griegas, “que se jactaban de una libertad y una educación heredadas, y disfrutaban los goces de una civilización material muy elevada, como si la hubiesen creado ellos, porque podían pagarla". Para él eran esclavos de la propia civilización, que les alejaba de la verdadera existencia, de la naturaleza propia del hombre, subyugándoles a la vacuidad, la mediocridad y lo "artificioso de toda su cultura".
El pensamiento de Diógenes exigía señalar constantemente la hipocresia de esa civilización, a la que él oponía no sólo un método filosófico, sino un modo de vida acorde a él. Instaba a todo aquel que quisiese escucharlo a cambiar los valores (transvalorizarlos, como diría Nietzsche) y acabar con todas las convenciones. Él hallaba en la austeridad de la naturaleza la clave de la autonomía, independencia y libertad de todo ser humano. Como hicieran otros nihilistas a lo largo de la historia, todo su esfuerzo se cuantifica en mantenerse en pie en un mundo en ruinas, adoptando una conducta coherente con su pensamiento como mejor ejemplo de su filosofía, abandonando las posiciones sociales de la época y concentrándose en lo realmente imperativo: ser humano.
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BURAIHA
La cruenta Segunda Guerra Mundial (1939-1945) provocó, inevitablemente, una sacudida en la sociedad que tuvo resonancias muy diversas, fuera cual fuera el bando. En Europa devino en corrientes filosóficas como el Existencialismo y Nihilismo, mientras que en países como Japón en una especie de crisis de identidad de la que los denominados buraiha (literalmente «los villanos o los libertinos«), un grupo de «escritores disolutos que expresaron su ausencia de objetivos vitales», fueron su máximo exponente.
En este grupo de escritores, profundamente marcados por la experiencia de la guerra y, sobre todo por la derrota, se suelen englobar escritores como Osamu Dazai, Sakonosuke Oda, Tamujra Taijirō, Jun Ishikawa o Ango Sakaguchi. Fue este último, especialmente con su ensayo «Sobre la decadencia» (Darakuron), el que más firmemente sacudió en 1946 con su punto de vista sobre la decadencia de Japón y su mirada crítica hacia el papel del bushidō durante la Segunda Guerra Mundial. Una obra que marcó a los japoneses de su época.
Los ensayos contenidos en el volumen sobre la decadencia son documentos fundamentales para entender el Japón de postguerra y el que vendría en décadas posteriores. Un Japón marcado por la derrota que se observa a sí mismo y pone en cuestión rasgos hasta entonces incuestionables, considerados como definitorios para entender la «esencia» de Japón. Ango Sakaguchi (1906-1955) escribió sus textos remarcando la palabra decadencia: Japón era un país decadente construido sobre tradicionales y normas sociales e individuales que nada tenían que ver con su verdadera identidad.
Los ensayos de Sakaguchi miran directamente a los ojos y sitúan ante una verdad incómoda que lleva a cuestionarse la esencia de lo que hasta entonces se consideraba en como «japonés»: principalmente un conjunto de estereotipos culturales y sociales ligados a una tradición lejana que en absoluto encajaba con los tiempos que tocaron vivir a Ango Sakaguchi o, al menos, con su manera de ver el mundo.
El escritor plantea una mirada casi feroz a la tradición (¿qué es realmente?, parece preguntarse en sus ensayos), el emperador o las costumbres sociales, y de una manera muy concreta y directa, desmonta cada uno de ellos, planteando la necesidad de revisitar estos planos como definitorios de lo japonés. Así, sobre la belleza tradicional Sakaguchi manifiesta en «Mi visión de la cultura japonesa»: «No nos afectaría que los templos de Kioto o las estatuas budistas de Nara fueran aniquilados, pero nos veríamos en dificultades si se pararan los trenes«. Esa mirada se extiende por las distintas manifestaciones culturales japonesas, como el Nō, que Ango Sakaguchi ni se plantea ir a ver, o monumentos tan reconocibles como los torii rojos del santuario de Fushimi Inari, que el escritor tilda como de una «vulgaridad extrema«. Sakaguchi dinamita lo puramente corpóreo y material y defiende que la cultura y la tradición del pueblo japonés no se extinguiría si desaparecieran todos esos templos y monumentos.
El término "buraiha" fue acuñado por el propio Dazai en 1946, cuando escribía una respuesta a una crítica literaria que recibió:
“Veamos, ¿acaso pueden las novelas ideológicas volver a tener popularidad?
No son tan malas como las que escriben los conservadores, pero más allá de ciertos detalles, las dos son igual de reguleras. Yo soy un buraiha, un libertino. Me rebelaré contra toda restricción. Me dan risa los oportunistas. Es por eso que, no importa lo que suceda, jamás tendré éxito.”
Buraiha, entendido por el autor como un libertino a la francesa, es decir, librepensador, más allá de la normativa y de los límites que impone la sociedad. Pero quizás el propio Dazai se dio cuenta de que su afán por diferenciarse y llevar la contraria le costaría caro; después de todo, el humano es una criatura gregaria, que busca la compañía y la pertenencia de sus iguales.
Este germen de duda, este instante de verse repentinamente lanzado en un mundo al que no quiere y no puede pertenecer, podría ser la razón de que Dazai intentase re-escribirse en Yozo, el protagonista de Indigno de ser humano. Desde el título mismo, (en japonés “ningen shikkaku 人間失格”, “no apto para ser humano”), Yozo acuna la sospecha de que está vedado de formar parte de los círculos sociales que le rodean, desconcertado por sus motivaciones y acciones. Un destino cruel para el protagonista de manos del autor, puesto que Yozo lucha y se esfuerza por pertenecer, por agradar, por ser uno más. Su bufonada le permite alejar de sí, aunque sea por una página más, la soledad.
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