Tumgik
serbazedelal · 3 years
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迷historia.
En Runaterra, poco se hablaba sobre la existencia de aquella leyenda perteneciente a una antigua raza de elfos que solían residir en el bosque encantando de la Tierra de la Aurora. Posiblemente raza ya extinta debido al ataque inminente de quien se hacía llamar Helcurt, demonio de las sombras. Pero, nadie tenía idea que un joven, cuya raza era muy distinta de ellos, pudo ser el único sobreviviente de tal masacre.
Desde muy pequeño supo que no era igual a los demás, la evidente diferencia de estaturas, agilidad e incluso aspecto, frecuentemente le llenaba de dudas y una gran incógnita no salía de su mente “¿Cómo llegué aquí?” No negaba el hecho de que ellos le habían acogido con mucho cariño y formaba parte de esa gran familia, nunca le hicieron de menos y trataron siempre como su igual, sin embargo, necesitaba respuestas.
Fue fácil para su persona aprender las distintas habilidades que esa raza poseía, su abuelo siempre decía que él tenía un gran don y debería ser usado para una buena causa. Podía sentir el miedo en esas palabras, pero nunca se atrevió a preguntárselo directamente, si no lo mencionaba debía ser por algo que quizá no estaba preparado para decírselo, o eso creía.
Conforme los años pasaban, Archie iba superando a sus compañeros en talento y sabiduría. Rápidamente se convirtió en el hechicero más hábil entre los leonin, siendo su especialidad la magia blanca, esto por recomendación de su abuelo. Quienes decidían elegir lo contrario, podían ser fácilmente desterrados del bosque y sentenciados a vivir fuera los muros de Runaterra, varios valientes con ganas de explorar las afueras se atrevían a elegir ese camino a un costo muy alto, dejando a sus familias y aventurándose a lo desconocido. Tristemente no se volvía a saber de ellos.
La llegada de Archie no pasó desapercibido por aquellos enemigos que tenían sed de vengaza debido a desacuerdos en el pasado, parecía un asunto de nunca terminar porque no eran capaces de perdonar errores de sus antepasados. La situación no podría ir peor puesto que estaban rompiendo ciertas reglas, y es que una de ellas prohibía determinantemente albergar a otras razas. Era algo que no podían dejar pasar y claro, aprovecharían la oportunidad para destruirlos y hacer llegar dicha información a los oídos de Veigar, quien ahora reinaba y juraba hacerse respetar de la única forma que recordaba: a través de una maldad despiadada, inspirando temor en todos aquellos que lo desafiaran.
Los leonin se volvieron tan complacientes con su dichosa existencia que ya no siguieron las artes mágicas, un sello distintivo de su gente. Archie ante el descontento de esa tendencia y desacuerdo total, salió con confianza del bosque encantado para ver qué pasaba en el mundo exterior. Mala idea.
Al regresar a casa de su abuelo escuchó un grito, todo estaba en llamas debido al plan que estaba llevándose a cabo gracias a Helcurt. Archie no supo qué hacer, pero por lo pronto trataría de usar su magia para defenderse. Para su fortuna, un cazador de demonios estaba ahí para ayudarle, aunque ya era demasiado tarde, Alucard pudo salvar al joven hechicero.
Cinco largos años habían pasado, se quedó sin familia y lo único que tenía era el fuerte vínculo fraternal con Alucard, quien era como un hermano mayor para él. Habían dejado Runaterra después del desafortunado suceso, aún recordaba con impotencia todo lo sucedo y una parte de él quería venganza. Veigar y Helcurt iban tras sus pasos, los días donde vivía en paz y tranquilo habían quedado atrás. Llegó a un punto donde no podían seguir manteniéndose juntos por mucho tiempo, debían tomar caminos separados por el bien de ambos.
Alucard había escuchado sobre un internado sobrenatural en una de sus visitas a un pueblo poco concurrido, después de todo no era una mala idea enviar al hechicero a ese lugar, tal vez podría ser el único lugar donde estaría seguro. Lo que no sabía es que Archie luchaba contra la presencia que se le había metido dentro, una presencia que por causa de su estúpida curiosidad y ganas de obtener venganza lo habían condenado.
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serbazedelal · 3 years
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# !
Nubes tormentosas surgieron de las montañas de la tierra del amanecer, prometiendo un espectáculo pirotécnico, pero sin llevarlo acabo. Había intentado persuadir a Alucard para llegar a la capital con el fin de entrenar y mejorar sus habilidades, eso le decía, pero en su interior sabía que su fin era muy distinto a ese.
Recordaba perfectamente cómo hace años intentó predecir el futuro, después de tantos intentos fallidos pensó que aquella vez tampoco funcionaría, pero fue todo lo contrario.
Durante días intento recordar al pie de la letra el hechizo, desde sus materiales hasta el procedimiento, pero con ello también vinieron recuerdos a su mente sobre las personas que más había querido y ahora no estaban junto a él.
Afrontar esa realidad cada día era más duro, sin embargo, sabía que debía seguir adelante porque así le hubiera gustado a su abuelo. Una sonrisa nostálgica se dibujo en sus labios, ellos seguirían vivos en sus recuerdos aunque ansiaba verlos por última vez.
La noche había llegado y teniendo todos los materiales listos, decidió empezar. Encendió la vela junto con un poco de azúcar y pimienta en el agua, asegurándose de poner estos en el debido orden para que pudiera funcionar. Tal vez noches anteriores no había funcionado por tener los pensamientos muy dispersos puesto que este ritual necesitaba de toda su concentración.
Teniendo todo listo colocó el vaso de frente, tomando las toallas de papel con el fin de volcar un poco el agua. Inclinó la copa hacia delante y hacia detrás de la forma más ligera posible.
— Muéstrame el futuro, quiero ver. Muéstrame el futuro, quiero ver.
Su voz era tranquila, el silencio del lugar le ayudaba a concentrarse mientras repetía cada palabra durante alrededor de un minuto. Toda su energía estaba puesta en el hechizo, esta sería la última vez que lo intentaría y sabría así si su destino era realmente obtener venganza o simplemente dejar todo en el olvido y cargar consigo el dolor que no le permitía estar en paz.
Paseando por los callejones se topó con aquel hombre que en sueños había visto, recordaba perfectamente su rostro puesto que lo tuvo a escasos centímetros mientras al oído le decía un sin fin de cosas que ahora mismo no recordaba, lo único latente en su memoria había sido las últimas palabras «Yo te ayudaré» y era lo que realmente le importaba.
Paso firme se fue acercando al sujeto, no podía confundirse de persona y mucho menos habría dos parecidos en el mundo como él. Por fin había llegado el día que por tanto tiempo esperó, esas ansias por saber qué pasaría le estaban comiendo por dentro, no había día que no pensara en que sí o sí este día llegaría. Ese día era hoy.
— Te estaba esperando, Archie.
Quitando su sombrero observó fijamente al joven hechicero quien, un tanto atónito y sorprendido, le observaba extrañado sin entender cómo es que sabía su nombre.
— Estás equivocado si crees que eras el único que esperaba por esto, ¿sorprendido? Deberías estarlo, no tienes idea de lo que está a punto de suceder.
Después del encuentro fueron a parar a su casa, el hombre de identidad desconocida hasta ahora se posicionó detrás de la mesa con velas y calaveras, donde yacían cosas y algo en particular que llamó su atención, una daga.
— Se aproxima un nuevo ataque y de este depende la supervivencia de Runaterra, es por él, por eso, necesitas saber más que ese tipo de magia que ya utilizas. Intentan liberar algo para dejarlo pasar a esta dimensión y necesito que estés al mando.
El silencio se apoderó de la habitación.
— A trabajar que el tiempo no sobra.
Levantó sus manos con las palmas hacia arriba, haciendo que la daga se levantara y volara directamente hacia el cuello del chico.
— Tendrás que sacarla de ahí mediante el control o magia, como quieras llamarle, piensa en algo malo, tanto que te dé la fuerza suficiente para lograrlo.
Tragó en seco, ¿estaba acaso loco? pensó, mientras sus ojos se cerraban fuertemente reviviendo nuevamente aquella escena tan horrosa, sentía que podía escuchar los gritos y percibir el calor del fuego que rodeaba el bosque. (+)
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serbazedelal · 3 years
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Sus manos se apretaron en un puño de la rabia que nuevamente emergía de lo más profundo de su ser, rabia, impotencia y dolor estaba experimentando nuevamente, y canalizarlo estaba siendo un trabajo difícil al no tener tanta experiencia antes.
Con el enojo cargado, sin poder superar la habilidad del otro para poder lanzar dicha daga hacia el otro extremo, pudo quitársela y que esta misma se estampara contra el piso.
— Nada mal pero pudiste hacerlo mejor.
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