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Más vale tener suerte que talento.
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¿Realmente la amo? ¿O solo amo la persona que soy cuando estoy con ella? Ella me transforma, me nutre, me hace ser pleno. ¿La amo realmente a ella o me amo a mí mismo? Con ella soy más de lo que puedo imaginar, soy lo que ella necesita, y ella hace que me admire a mí mismo. Ella me hace brillar.
Y sin embargo. ¿Y ella? ¿La amo por lo que es? ¿La amo por lo que ella hace en mí? ¿O sólo me amo a mí?
No lo sé... tal vez la ame porque la necesito... La necesito para que ella descubra en mí la persona que yo querría ser.
Pero no... El amor no es necesidad. Necesitar y amar son dos cosas completamente diferentes. No puedo amarla porque la necesito para ser algo, o alguien, solo puedo amarla para que juntos nos aboquemos a la titánica tarea de amarnos. Amar no es dar ni recibir, amar no es apoyar ni necesitar, amar no es escuchar, ni enseñar, ni reforzar, ni complementar. Amar es simplemente compartir. El amor no necesita un propósito, el amor sólo es. Cualquier propósito que acompañe al amor no es amor.
¿Y es eso lo que quiero? ¿O nuevamente estoy errando? Amarme a mí porque ella me transforma no es amarla a ella. Pero sin embargo amar al amor, ese vasto concepto tan insustancial como la niebla, tampoco es amarla a ella. ¿La amo a ella o amo al Amor? ¿He caído en la estúpida trampa de enamorarme del Amor? ¿Cómo diferenciar de cuál de ellos soy realmente cómplice? ¿Estoy enamorado de mi propio sentimiento? O tal vez de mi visión sublime de lo que el Amor es... Tampoco lo sé.
Tal vez con verla, tal vez con sólo estar con ella, en silencio. Y no ser quien pretendo ser. Y no verla como pretendo verla. Y no esperar de ella lo que no es, ni imaginar lo que ella no refleja...
Quizás entonces, sin velos, ni palabras, ni acciones, simplemente estando a su lado, pueda descubrir que realmente la amo.
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Conversation
—La he perdido... y ella es mi ideal. Ella es... perfecta. Sí. O al menos lo es para mí, lo cual es lo mismo. Ella me completa, es mi complemente perfecto. Y ahora la he perdido...
—¿Es tu complemento perfecto? ¿O es eso lo lo que tu quieres que sea? Porque no dudo que lo quieras, pero... ¿lo es? ¿O es esa la imagen de ella que has creado?
—No lo entiendo. Ella es como es, la conozco.
— Nadie es enteramente perfecto... Tal vez tienes una imagen de ella idealizada. La transformas en la que quieres que sea. Y yo te digo: ¡Cuidado! Si te engañas de ese modo, entonces lo único que lograrás será lastimarte a ti mismo. Nada más. Cuando falle, ella no será culpable de no ser la persona que tu pretendes que sea. Idealizar es peligroso: nubla los sentimientos. Y si nublas tu percepción, entonces la desilusión será aún más grande...
—Pero yo la amo... La necesito. Sin ella no soy nada. Soy algo incompleto, vacío... ¿No es eso suficiente?
—Amar no es necesitar. Y la necesidad no es amor. Una vez que la línea entre el amor y la necesidad se borra, es imposible volver a diferenciarlos. Debes amar con toda tu alma, pero desinteresadamente. El amor está para colmar, no para rellenar. Ama para compartir, pero no para completarte, o nunca lograrás estar completo. Si no eres uno contigo mismo,si estás siempre sediento, entonces nunca podrás amarla realmente. Solo la necesitarás.
—Sea como sea... no puedo evitar sufrir... A veces es fuerte y punzante, como una puñalada... A veces un dolor lejano, aunque siempre está presente. Siempre está ahí. El vacío de ella. Sin ella no puedo vivir. No puedo...
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—¿Eres ese realmente tú? —le dijo a su reflejo, extrañado.
—¿O es esa la máscara que muestras al mundo?
¿Eres tú, o es el que quieres creer que eres?
¿Es eso solo la apariencia que les muestras a ellos?
Sí, ellos...
¿O acaso creías que tu vida te pertenece?
No... estás actuando un papel: el papel del personaje que crees ser, de aquel que te gustaría ser.
Pero
¿y ahora?
Solo ante ti mismo...
¿es el actor a quién estoy mirando, o al personaje?
No lo sabes, ¿no es así?
No puedes marcar la diferencia.
Crees tanto en ti mismo que los has convencido a todos, y ya no hay diferencias.
Tú eres ambos...
Eres lo que haces, lo que vives, lo que sientes...
Ya no hay actor, ni personaje, ya no hay nadie más: sólo quedas tú.
El personaje eres tú.
Pero dime, ¿y ellos?
¿Qué harías con tu vida si no hubiera nadie para observar tu actuación?
¿Qué es lo que realmente harías si no existiera nadie, ni nada, que pudiera verte?
¿Qué harías si tuvieras el conocimiento certero de que no existe ninguna otra entidad capaz de comprender ninguno de tus actos, más que tu mismo?
¿Harías lo que haces si supieras que nadie jamás lo sabrá?
¿Te lo has preguntado?
Sí...
te lo has preguntado...
A cada momento, con cada paso...
“Lo hago por mí mismo” dices a menudo, orgulloso.
Y mientes.
Nada de lo que haces es para ti.
Todo lo que haces por ti mismo te cambia, de forma que otros puedan percibir ese cambio.
Y alabarlo...
O condenarlo...
No importa realmente lo que digan, sólo necesitas que alguien lo sepa.
Y con eso solo te basta.
Todo lo que haces, es para que otros puedan verlo.
Y juzgarlo.
No eres nada sin el resto.
Esa es la verdadera razón de tu existencia: el resto.
Eres una pieza de algo.
Cada pequeña acción que tomas, cada pensamiento que tienes, (aún ahora, solo frente al espejo) sólo tiene sentido porque existen otros para escucharte.
O porque existirán.
Eres una criatura social.
Proclamas a los cuatros vientos ser un individuo, pero en el fondo, en la más profunda grieta de tu ser, sabes que mientes:
No eres nada sin el resto.
Eres una criatura social.
Y cuando finalmente lo aceptes, entonces todas las cosas, todas, comenzarán a tener algún sentido...
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