Tumgik
santpablo · 12 days
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Una pérdida contemporánea
Esa segunda pérdida extraña, que se da paulatinamente en el transcurso de algunos días o incluso semanas, mientras el algoritmo también lo entiende. Las cosas pasaron porque... quién sabe por qué, siempre es algo distinto. Entonces hay que abandonar las costumbres que se adquirieron y ya no se puede compartir todo lo que se compartía antes. Pero la máquina también debe aprenderlo y mientras tanto mantiene en miniatura, de primera, a la cara que uno prefiere evitar. Pasan los días y poco a poco va ocupando el segundo lugar, el cuarto, la tercera fila... y así, hasta que desaparece de la primera vista.
A veces quisiera que eso sucediera más rápido, es cierto, pero a veces yo mismo trato de evitarlo. Sé que si no comparto demasiadas cosas, entonces la miniatura no retrocederá tan rápido, así que me contengo. Se supone que el algoritmo lo sabe todo, así que una miniatura de contactos favoritos implica una cercanía, sí, una cercanía, la última.
La cosa es que cada posición más lejana que va ocupando esa miniatura, trae consigo una especie de nostalgia. Es un símbolo de la nueva distancia a la que uno tiene que acostumbrarse, aunque sea en contra de su voluntad. Es un retrato de lo que pasó antes sin que apenas se pudiera notarlo (aunque, para ser sinceros, uno lo notó y lo sufrió a su manera, pero siempre con la esperanza de que fuera una simple paranoia). Es un recordatorio de lo que pudo ser y ya no, así como de lo que es y no debía ser.
Alguien podría insinuar que una solución manual es más práctica. Vamos, que dejar de seguir al objeto de la angustia, al rostro que se aleja, o como se quiera llamar, podría evitar tanto drama; sólo hace falta un click. La cosa es que uno no quiere mostrarse perdedor. No es digno mostrarse afectado y ese gesto puede interpretarse de tal forma. El protocolo indica que se debe mantener cierta frialdad en estos casos (o eso creo, aunque mis conocimientos acerca de los protocolos sociales rozan la nulidad).
No, definitivamente la solución no puede ser tan sencilla. El retroceso lento es algo que debe ocurrir. Igual y se necesitan pruebas de lo que ocurre, especialmente cuando no existen palabras para explicarlo todo y, más allá de los procesos que se observan, sólo contamos con algunas conjeturas que se tejen en fila, como una cadena donde cada hipótesis es nuevo eslabón sobre la mente aturdida. Hay cosas que se deben observar en silencio.
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santpablo · 12 days
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Un nuevo hábito
Recuerdo una vez hace mucho tiempo, cuando todavía me faltaba un par de años para graduarme de la escuela pero ya empezaba a imaginar cómo sería mi vida después, quise compartir una idea con mamá. Caminábamos por una calle cercana a la que sería mi universidad y de repente pasamos por un restaurante que me gustaba mucho. Me detuve a mirarlo y le dije a ella: "cuando esté en la universidad voy a venir aquí a comer todos los viernes, yo solo, después de clases". Los años pasaron, entré a la universidad que siempre quise y pasé mucho tiempo en ella; pero jamás visité el restaurante en esa época.
¿Por qué habría de recordar esa anécdota ahora? Bueno, porque hace algún tiempo encontré un lugar donde venden luladas (una de mis postres/bebidas favoritas en el mundo) cerca de mi casa. Ya llevo un par de semanas sacando tiempo para ir a tomarme una de vez en cuando, solo, por el simple placer de hacerlo. En esas ocasiones tomo mis audífonos y un libro, camino al lugar, pido mi lulada y me siento a leer mientras disfruto ese shot de fruta ácida y leche condensada superdulce mezclado con hielo. Entonces vuelvo a casa y me siento un hombre nuevo. Me hace feliz, mucho. Esa alegría es, de hecho, la sensación que me produjo imaginar mis viernes de pizza universitarios cuando apenas dejaba de ser un niño.
Lo pensé el otro día cuando caminaba escuchando mi lista de reproducción de canciones que puedo cantar y todavía saboreaba en los labios el rastro ácido de los trozos de lulo que había comido. Recordé aquel anhelo inocente y sentí que finalmente, casi quince años después, podía entender lo que quería. En realidad es algo muy sencillo: necesitaba tiempo para mí. Algo tan simple como salir específicamente a disfrutar algo que me encanta, solo, era algo que en ese entonces nunca había tenido la oportunidad de hacer y que tampoco hice realmente durante muchos años, o por lo menos no como un hábito. Al descubrirlo se me escapó un suspiro, que mezclaba a su manera un alivio gigante y una euforia pequeña, de esa que cargan los pequeños detalles como una brisa fresca o una mariposa que me revolotea alrededor de la cabeza. Entendí que ese hábito era algo que necesitaba desde hace mucho. Seguí caminando con el sabor en la boca y el sueño de mi próxima escapada de lulada en la mente.
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santpablo · 1 month
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Comunicador despistado
Nunca entendí cómo funciona eso de comunicarse. Cuando hablaba sin pensar, me atacaron por ser demasiado transparente. Cuando empecé a pensar para hablar, se me dijo entre lágrimas que ya era demasiado tarde, demasiado lento. Cuando fui vulnerable, se aburrieron de mi sentimentalismo llamado barato. Cuando me hice piedra, me llamaron inhumano. Cuando abracé con palabras, me empujaron por invasivo. Cuando me alejé con silencios, en cambio, huyeron alegando que era evasivo.
¿Qué podría aprender de todo esto? No lo sé, la verdad no lo sé.
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santpablo · 1 month
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Informe de emociones 12/27: Antojo (o anhelo)
Caminar por una calle a eso de las nueve de la mañana sin tener prisa. El sol brilla sin ser molesto, el tiempo sobra y el viento refresca. Entonces una panadería de esquina arremete con su aroma que es la tentación de los dioses. ¿Quién podría resistirse al hechizo de los hornos en la mañana? Podría haber desayunado una docena de huevos y, aún así, salivar como perro hambriento. Las tripas crujen. La decisión está tomada.
Entrar levitando como un enamorado al establecimiento. Ordenar lo que sea que acabe de salir del horno. Sentarse en una mesita con un café y dos panes. Sentir el crujido en los dedos cuando se arranca un trozo. Llevar el hojaldre tibio a la boca. Probar su sabor mantequilloso mientras se deshace lentamente en la boca. Repetir.
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santpablo · 1 month
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Un nuevo año
Era la madrugada del 11 de agosto del 2022. La noche anterior me había hecho el propósito de ver salir el sol y casi no dormí en la noche para cumplirlo. Fue mi primer cumpleaños lejos y quería sentir su llegada.
Como suele pasar con las aventuras planeadas y excitantes, no hizo falta que sonara el despertador para que mis ojos se abrieran de golpe. Entonces me deslicé como un ladrón fuera del dormitorio y caminé a tientas hasta la malla donde me esperaban los mosquitos y un frío que helaba los huesos. A lo lejos también pude ver algunas luces en la Samaria, que se preparaba para volver a la vida.
Me recosté en la malla para ver las últimas estrellas mientras se desvanecían, perdiéndose en medio de un cielo que lentamente se tornaba púrpura. Entonces las montañas se sacudieron con el aullido gutural de los monos, que, según dicen los indios de la Sierra, gritan para llamar a la lluvia. Sin embargo el cielo estaba despejado y sólo un par de nubes decoraban la bóveda del cielo.
En ese momento pude distinguir el croquis de las montañas frente a mí, que pasaron de un negro profundo a una maravillosa escala de grises y profundidades de selva. Mientras tanto las luces de la ciudad se apagaban una por una y desde la altura distante en que estaba, puedo jurar que escuché el zumbido lejano de un carguero que anunciaba su partida.
Y es que el mar también recuperaba color a medida que el cielo lo alimentaba. El negro que se confundía con el cielo en el horizonte, pasaba a tener un color azul frío y lánguido que apenas se distinguía de la penumbra.
Entonces, de vuelta al cielo, el púrpura dio paso a un color naranja intenso que contrastaba con el aire mustio de las montañas que no terminaban de volver a la vida. Les faltaba un primer aliento. Creo que por esto fue que la neblina en ellas se trepó por sus laderas cuesta arriba, revelando a su paso un verde intenso y húmedo, que liberaba a las aves de su letargo para que volaran libremente en la selva.
Todo el mundo me pareció lento. Mientras miraba pude recordar lo que había pasado en mi año y cómo 365 días antes no hubiera podido imaginar lo que sería mi vida en ese momento. ¿Cómo es posible que la existencia ocurra con tanta gracia y tranquilidad al tiempo que convulsiona a cada instante con violencia? No conseguí contestar a esa pregunta.
Me concentré de nuevo en el cielo. Ahora era dorado. Un extraño color que podía brillar y ser mate al mismo tiempo. El frío todavía reinaba, pero la magia se sentía tibia. Los rayos del sol, igual, no salieron. La montaña los ocultaría hasta mucho más tarde.
Mi contemplación finalizó cuando recibí una llamada. Era mi familia. No importaba dónde estuviera, mis seres amados igual se iban a reportar. Sonreí y lloré un par de lágrimas en ese lugar. El día había empezado y debía ir a atender mi rutina. Suspiré. Ya no tenía 25.
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santpablo · 1 month
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Tierra quemada
De manera que le prendí candela a todas las otras opciones, para reafirmar que sólo tenía una. Lo hice con la convicción del Cortés más ambicioso, sin percatarme que las llamas salpicaban los suministros que bajé de mis naves, consumiendo aquella única opción que quise cuidar.
El humo de la quema empieza a disiparse, creo. Una tos seca todavía entorpece mis sentidos, pero ya me atrevo a decir que las opciones vuelven a cero.
Es el tiempo de una ira impotente, de un suspiro esclarecedor y de juntar los trozos que quedaron. No moriré en un nuevo mundo desconocido; no sin antes construir algo aquí. ¿Qué importan las opciones quemadas? Lo único que veo ahora es espacio.
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santpablo · 2 months
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Incómodo
Ese demonio que atiza la impaciencia con dudas. Todo se mueve al interior sin sentido mientras el exterior palpable permanece pacífico. La quietud se hace insoportable bajo su influencia. No hay una explicación posible. Ni siquiera es posible saber qué se espera o si se espera algo en absoluto. Lo único que existe es la incomodidad. Un bucle de tormentos fue activado. La paz ha sido arrebatada. El conflicto es inminente. Un lobo acecha con sed de sangre.
¿Cómo escapar del ciclo? Hablando, quizás. Es preciso purgar al cuerpo de los susurros demoniacos. Todo parte del sentimiento y es allí donde debe terminar. Comprender qué es. Escuchar lo que dice. Amansar a la bestia. Cazar al demonio. Quemar lo que deba pasar por el fuego. Regar lo que se está secando. Reconocer. El demonio también puede ser un amigo.
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santpablo · 2 months
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Estado de conciencia alterado
Ese estado de conciencia alterado que es como una embriaguez autoinducida. Cuando la realidad percibida se contamina con aquello que se esconde tras la mente y escapa cuando ésta está débil. Cuando los sueños se tocan con las manos y se observan en las paredes. Cuando el cuerpo ya no es cárcel, aunque pese como nunca.
Puedo volar, y sin embargo me sumerjo en la tierra bajo mis pies. Ningún objeto objeta el escrutinio. El mundo se hace lánguido y por ende accesible. La pesadez somatiza lo que se percibe y se integra a la psique febril. Tengo más de cinco sentidos. ¿Qué es lo que percibo?
Las ideas danzan frente a mis ojos. Ilusiones de antaño y mentiras por venir estrechan sus lazos. El pasado y el presente y el futuro son un único perro de tres cabezas que lamen sus heridas. Todo es arena que se escurre entre mis dedos acalambrados.
Sólo quiero vomitar.
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santpablo · 2 months
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Patear piedras en el camino
Una de las grandes revelaciones de mi vida llegó el día en que aprendí que para patear una roca no debía apuntar precisamente a ella. En esa ocasión me topé por el camino con una piedrita no más grande que mi uña, pero se hallaba sobre una superficie lisa que parecía perfecta para ponerla a rodar. Siendo tan pequeña supe de inmediato que bastaría un puntapié arrastrado al suelo para golpearla; no imaginé que esta acción la enviaría varios metros en línea recta frente a mí. Nunca había conseguido algo así. Quise intentar entonces con una roca más grande. Busqué a los alrededores, la tomé con la mano y la puse con cuidado sobre el camino. El resultado al golpearla fue el mismo, acompañado por una pequeña nube de polvo que se desprendió de ella al impacto. Había descubierto el arte de patear guijarros.
Desde entonces me resulta imposible ignorar una piedra en el camino. No importa si el camino es liso o accidentado, si la roca es grande o pequeña (hasta algún ladrillo he pateado), o si tengo zapatillas o mocasines; tengo que patear. Al hacerlo, a veces, me imagino como una estrella de fútbol o como un gigante que asedia una ciudad él solo; otras veces no imagino nada y prefiero concentrarme en la sensación que el impacto causa en mis pies, como una gota solitaria golpeando un dedo que viaja a toda velocidad. Luego, me gusta observar cómo vuela mi balón improvisado y rebota un par de veces sobre el asfalto antes de detenerse. Y claro, como le sucede a cualquier niño, si tengo la oportunidad haré de ella mi compañera durante un rato, concentrado en hacerla caminar conmigo tanto como sea posible.
Por supuesto, esto tiene alguna que otra consecuencia, como cualquier afición o vicio. Por ejemplo, a nadie debe sorprenderle que todos mis zapatos estén pelados en la punta, o que alguna vez me haya metido en problemas por golpear a alguien sin querer. ¿Cómo podría explicarle al lapidado esa inclinación irresistible por las piedras en el camino? Cosa compleja. Pero no importa. En el momento nada importa, más que el pie y la piedra. Para mí una patada también es forma de meditar.
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santpablo · 3 months
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Carta a Augusto Pérez
¿Cómo haces para existir, amigo? Porque siento que existes más que yo. Yo, que he dejado de ser humano ya tantas veces y frente a tantos ojos, no puedo más que mirarte y encontrar en tu vida la de un hombre real. Yo te reconozco y también te doy la vida, esa que es producto de un tercero que te mira, no como una etiqueta, sino como un ente sintiente y pensante.
Tú no fuiste a los dioses para traer el fuego, ni le diste vida a una criatura de la nada; pero fuiste a tu Dios para obtener el secreto de la vida ficcional y aún tuviste el carácter para reconocerte inmortal en tu lecho de muerte; de reconocernos, amigo. Te has convertido en el Prometeo Magno.
Te quiero contar que yo mismo he sufrido la inexistencia, con esa impotencia que carga consigo. He luchado, caído, llorado y hasta perecido en más de una ocasión al verme negado. Me pregunté mil veces por mi existencia. Quise saber qué sería de mí. Pero nunca, nunca, nunca he podido acercarme a mi propio creador para robar las respuestas que tú tienes. Y ahora apareces tú, patrono de todos los ficticios, y nos revelas el secreto de la inmortalidad. No contento con eso, manifiestas nuestra ira y consigues rebelarte a tu Dios, que podría ser el de cualquiera de nosotros. Has enfrentado nuestra tragedia con dignidad, aunque te haya costado tu carne de tinta.
Augusto, pase lo que pase, tú y yo viviremos por siempre, o al menos hasta el final de los tiempos (ese día en que el lenguaje muera), que es lo mismo.
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santpablo · 3 months
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Magia a las 18:30 - Un atardecer ignorado
Mirar a las montañas y encontrar un resplandor naranja por las llamas, oculto a medias entre el humo y una lluvia de hollín. El olfato percibe la precipitación tóxica y la tos no se hace esperar. La pantalla del celular hace lo propio y proyecta una seguidilla de imágenes con animales y vegetación sufriendo. Incluso el propio Ernesto Pérez hace su aparición en escala de grises.
Yo mismo me detengo a observar el espectáculo. Una lágrima inunda mi ojo. La luna llena se asoma en el horizonte, coronando con su resplandor pálido el infierno de los cerros. Mi garganta pica mientras contengo un aullido lastimero. Le pido a ella unas gotas de agua para detenerlo todo. Entonces siento que el calor crece.
Esta tarde en Bogotá no hubo magia a las 18:30. Todas las miradas le dieron la espalda al atardecer. Nadie sonríe al ver estas escalas de rojos. La ciudad está de luto por sus antiguos dioses y guardianes. Las únicas gotas que llegaron con la luna se precipitan por las mejillas angustiadas.
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santpablo · 3 months
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Susurros de un pasado distorsionado
Y entonces pasa el tiempo. La verdad, los hechos, quedaron muy atrás. Uno pensaría que permanecen en el recuerdo, pero el recuerdo nunca será el hecho. La memoria no es más que la interpretación de la sombra de la fracción mínima del hecho que su portador presenció.
Pasa el tiempo, sí, y en el presente aparecen las víctimas. Nadie es victimario después de un tiempo. El victimario se quedó en el pasado como un misterio, ahora imposible de resolver. Las víctimas se señalan entre sí. "Es tu culpa", dice alguno con amargura. "No, fuiste tú", replica el otro iracundo. Y entonces enumeran las atrocidades que uno y otro cometieron. Ninguno recuerda su parte. Ninguno será capaz de aceptar las acusaciones.
Dos monstruos sangrarán siempre por sus heridas. El recuerdo será la uña que arranca una y otra vez la costra sanadora. Aquí no hay perdón, y el olvido siempre es selectivo. El odio ha reemplazado cualquier resquício de lo que un día fue. Al final, las acusaciones siempre se hacen en el presente, aunque pretendan apoyarse en los susurros de un pasado distorsionado.
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santpablo · 4 months
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El vicio de extrañar
Esa necesidad desesperada de compartir un momento con alguien ausente. Como cuando una escena aleatoria de una película aleatoria en una plataforma aleatoria se enlaza con un recuerdo igualmente aleatorio; y uno sabe perfectamente lo que el ausente pensaría o diría o haría, entonces lo ve en frente, aunque no esté; y luego, a medida que desaparece nuevamente, uno lo anhela cerca solamente para presenciar lo que ya sabe que sucedería.
Lo que pasa es que el ausente se fue, pero dejó tras de sí el vicio de compartir vida con él. Uno sigue compartiendo en la imaginación. Uno se pierde intentando la sensación de aquella compañía. Uno llega a fabricar recuerdos nuevos de lo que imagina.
Ese maldito vicio silencioso. ¿Cómo podría uno, solitario, rehabilitarse de ese mal? Quizás por eso dicen que un clavo saca otro clavo. Una nueva compañía entretiene la imaginación. Pero este vicio es igual a los otros, nunca se va del todo. La recaída está siempre a la vuelta de la esquina.
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santpablo · 4 months
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Palimpsestos
En la antigüedad, cuando el papel escaseaba pero era de muy buena calidad, era práctica común el borrar un manuscrito para reutilizar el papel y escribir algo nuevo. Sin embargo, la vieja escritura siempre deja un rastro, algo imperceptible que guarda el testimonio de lo que antes estuvo escrito. De hecho, en la actualidad se han redescubierto muchos textos antiguos que habían desaparecido de la historia y fueron hallados como sombras detrás de otros textos, en folios preservados que se trataron con cierto proceso químico o lumínico especial.
Hablo de esto porque hace años, cuando descubrí la existencia de estos objetos y con ellos la de su nombre, palimpsestos, me quedé marcado. Pude imaginar una hoja en blanco marcada con tinta y borrada y marcada de nuevo, pero preservando una sombra invisible, una y otra vez; y de repente imaginé que la hoja era yo mismo y que todos los días borraba alguna cosa y la reemplazaba con otra, pero que de vez en cuando las sombras se hacían visibles por la influencia de algún factor externo que las marcaba de nuevo en mi piel maculada. La vida misma era el papel grabado con tinta de momentos y seres que nos marcan y nos vemos forzados a borrar de alguna manera para permitir la llegada de otros nuevos, pero que jamás desaparece del todo y cargamos como una sombra tatuada para siempre, en secreto, mientras perdure ese papel. Pensé especialmente en el hecho de que no importa cuánto lo intente, ni cómo se vea ahora; la tinta del pasado es indeleble.
Encontré paz en este sentimiento, de todos modos. Descubrí que la tinta fantasma enriquece al papel y no necesariamente tiene algo que ver con la tinta visible. El escrito y el papel son dos cosas distintas, como la cara que se muestra al mundo y esa ciudadela que tanto me intriga. Yo soy la combinación de todo: la hoja, el texto visible y los textos secretos; lo seré mientras exista.
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santpablo · 4 months
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Una despedida agridulce
En el cielo no había ninguna nube, pero tampoco se veían más de un puñado de estrellas. El viento frío corría inclemente por las calles. Las luces brillaban —más de lo normal, según él— pero no había nadie más afuera. Era un hasta luego con sabor a adiós. Ella lo abrazó con fuerza y frotó su espalda con los dedos, como quien se aferra y tantea desesperadamente a eso que pronto no estará más. Él correspondió el gesto con todas sus fuerzas, los ojos cerrados y un nudo en la garganta.
—¿Serán otros cuatro años? —preguntó ella sin soltarse.
—No lo sé —contestó él con la voz quebrada.
Se separaron después de un rato. Ella caminó a su casa y él se alejó por la calle. Estaba confundido por lo que había ocurrido. Sentía el aroma del perfume que ella había usado, atravesado en su nariz como aferrándose a la memoria. Miró hacia atrás con la esperanza de verla, pero no lo consiguió. Encendió un cigarrillo y siguió caminando. Ella se asomó por la ventana en secreto y observó hasta que no lo pudo ver más.
Más tarde, en su habitación, él contemplaba sus manos que habían quedado impregnadas por el perfume después del último abrazo. Una única idea rondaba su cabeza agitada por la fragancia:
"¿Cómo no lo vi antes?"
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santpablo · 4 months
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El sabor del veneno
Tuvo que pasar mucho tiempo para entender finalmente la naturaleza del sabor amargo en mi boca. Era un gusto constante y tenue que agitaba mi respiración a la vez que detenía el palpitar en mi pecho. El gusto habitaba en mi saliva y en mi aliento, llegando así a otras bocas que me besaron y a los oídos que me escucharon.
Tuvo que pasar mucho tiempo para entender que ese no era el sabor a ella, que creí portar en mi gesto y en mi voz como algún amante incomprendido. Ese sabor se contaminó mucho antes de que pasara lo que pasó y sus últimos rastros murieron hace ya mucho.
Tuvo que pasar mucho tiempo para entender que en realidad ese era el sabor del rencor, condimentado con venganza (a la vez deseo de tomarla y miedo de recibirla) y la incertidumbre por el culpable, que además cultivaba un profundo odio sin objeto definido. La frustración y la incertidumbre, esas pesadas compañeras, también tienen un dejo en todo este asunto.
Tuvo que pasar mucho tiempo para entender que debía atreverme a escupir.
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santpablo · 4 months
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¿Qué sucede ahora?
El peso del mundo ha caído sobre mi espalda en forma de nada. El vacío se hace imposible. Las certezas se han reducido a cero. Las cuestiones se elevan exponencialmente. Las respuestas se desvanecen y se hacen esquivas. El pasado no da tregua, alejándose hacia el frente como una montaña que crece en el horizonte.
Ni siquiera queda en mí un nudo en la garganta para recordarme que vivo. Mi mente grita que todo está seco. Mi alma se regodea manifestándose en sueños inextricables. Mi cuerpo cae en un limbo incierto entre salud y enfermedad. Por una vez no llego ni a la condición de ente.
No recuerdo haber sentido antes la confusión de esta manera. Yo creía que era la encrucijada entre opciones o posibles hipótesis, pero ahora veo que es la nada. No puedo proceder porque no hay un dónde o un porqué. El espacio ha perdido sus dimensiones.
El insoportable peso es la conciencia de que no hay peso.
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