Esto no es una obra
Me gusta mucho viajar y conocer lugares nuevos.
Ayer no llovió. ¿Cuándo llovió? Ayer me encontré con un viejo amigo, el cual creí había muerto por sobredosis de pensamientos tóxicos. Sin embargo, lo encontré allí, sentado a orillas del lago contaminado por las heces de un laberinto viviente. Era aquel laberinto, donde yo acostumbraba vivir de fantasías, de golpes en el estómago y de fuego ardiente; también acostumbraba a esconderme de otras personas que pasaban por ahí, sin un rumbo aparente, pues, era un laberinto, ¿qué importaba el destino?
Me acerqué a querer dirigir la palabra, pero en el momento en el que me dispuse a escupir palabras, el cielo se apagó, y el suelo se empezó a tornar violeta. La única luz salía de los ojos de mi amigo, y me iluminaba por completo hasta cegarme. Me faltaba oxígeno en el cerebro y mi lengua había desaparecido. “Sigue”- me dijo- “Sigue, hasta que ya no puedas”
Y así lo hice, no sabía a qué se refería exactamente. De mis manos, emperazon a brotar empanadas de sangre, deliciosos manjares sólo para mí, porque no tenía a nadie con quien compartir. Pero, no tenía lengua, tampoco oxígeno, no valía la pena vivir para algo cuando estaba muerto, en pocas palabras.
“Sigue”- repetía- “Sigue…sigue…sigue…sigue…sigue” esas palabras…daban ideas, y esas ideas, se transformaron en el laberinto y derrepente, desperté. Y me dormí, y volví a despertar. “Sigue…sigue…sigue…sigue…sigue” ya me espezaba a hartar. “Sigue…sigue…sigue…sigue…sigue” me corté el estómago y abrí un portal que me llevaba al laberinto de nuevo. “Sigue…sigue…sigue…si-…” si estuvieras en mi lugar, lo entenderías…y pum, nada existió realmente, esto no sucedió, esto quedó para mi, esto no es una obra.
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