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Algunas referencias
Bibliográficas:
-Vilarós, Teresa (1998), El mono del desencanto: Una crítica cultural de la transición española (1973-1993), Editorial Siglo XXI.
-Aliaga, Juan Vicente (2011), Ocaña, 1973-1983: Acciones, Actuaciones, Activismo, Ediciones Polígrafa.
-Schapiro, Meyer (1995), Estudios sobre el románico, Alianza Editorial. 
-Nelly Richard, Felipe Rivas San Martín, Patrick Hamilton, Maite Garbayo Maeztu, María Rosón, Ana Longoni (2020), Carta(s). Tiempos incompletos, Museo Reina Sofía. 
Autorxs:
-Catherine Russell
-Adrienne Rich
-Donna Haraway
-Renato Rosaldo
Artísticas:
-Pepe, el andaluz (2013), Concha Barquero y Alejandro Alvarado.
-Recordar las facultades del arte (2019), tesis de Alejandro Simón: https://eprints.ucm.es/id/eprint/58713/1/T41648.pdf
-Podcast De eso no se habla, de Isabel Cadenas Cañón: https://deesonosehabla.com/
-José Pérez Ocaña.
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Textos presentados en la séptima sesión.
Kafka, Franz (1917), Informe para una academia, Ediciones Akal.
Preciado, Paul B. (2020),Yo soy el monstruo que os habla. Informe para una academia de psicoanalistas, Anagrama.
Cadenas Cañón, Isabel (2019), Poética de la ausencia. Formas subversivas de la memoria en la cultura visual contemporánea, Cátedra. 
Bléfari, Rosario (2020), Diario del dinero, Mansalva.
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7ª sesión. Sobre el fracaso, la ausencia y la precariedad.
Javi presenta Informe para una academia, de Franz Kafka, y Yo soy el monstruo que os habla, de Paul B. Preciado. 
El primer texto relata la historia de un simio raptado de la selva. Ya en el barco, este inicia un proceso de conversión humana. Adopta nuestro lenguaje y nuestros códigos de comunicación y conducta, estudia y comienza a ofrecer conferencias. En un momento, el mono es invitado a una Academia de Ciencias a exponer su experiencia de transición.
Paul B. Preciado fue, a su vez, invitado a una academia de psicoanálisis, donde su conferencia, nombrada igual que el libro y del mismo contenido, supuso un escándalo. Para Javi, la forma de escribir de Preciado convierte el ensayo en algo con la emoción de un escrito de ciencia ficción, encontrando en sus textos herramientas utópicas aplicables e incorporables a su vida. 
El simio de Kafka, al llegar ante los científicos, aprovecha el momento en el que por fin lo escuchan para exponer que su transformación no incluía la opción de ser libre, sino que su única salida para no estar entre los barrotes fue asimilarse al humano. Por lo tanto, para el mono, convertirse en humano no es un triunfo, no es un éxito. De igual modo, para Preciado, el hecho de haber asimilado la Academia y su lenguaje tampoco supone un camino exitoso, sino una oportunidad de poder colocarse allí, delante de todos aquellos académicos, y decirles “yo no”. Considera, pues, que el psicoanálisis está construido sobre la diferencia sexual, invitándolos a cambiar su lugar de enunciación, a reinventar el psicoanálisis.
Así, se expone la diferencia entre salida y libertad: lo primero que intentó el mono fue salir físicamente, atravesar los barrotes y escapar de todo aquello, de las cosas horribles que cuenta que le hicieron. Lo segundo, y la única opción que realmente le sacaría de allí, era iniciar toda esta transformación. 
Selina interviene y considera que, como profesora, este informe es muy útil para repensar nuestros métodos de enseñanza y su recepción en lxs alumnxs, teniendo en cuenta sus vulnerabilidades y la manera en la que estxs se pueden ver afectadxs. 
Javier apunta que, ambos textos, pero en especial el de Preciado, son libros que leer en voz alta junto a otras personas. 
Recordamos también, al hilo del nombre que Preciado da a su conferencia, que, durante la Edad Media, el mono no era nuestro antepasado, sino el monstruo que se podía llegar a ser, siendo esto una inversión evolutiva. 
María presenta Poética de la ausencia, de Isabel Cadenas Cañón. 
Sería un libro que podríamos situar dentro de lo que llamamos Estudios visuales, utilizando materiales artísticos como el cine o el fotolibro para realizar un ejercicio de re-visión, de repensar las ausencias a través de ellos. 
Está escrito con un estilo sencillo y directo, pero sin por ello renunciar a decir cosas densas. Habla, por ejemplo, del punto de vista, de cuál es el suyo, del lugar de palabra, pues situarse implica abandonar el papel de la espectadora. A través de las ausencias presentes en las obras que selecciona ejerce su derecho a una memoria activa y colectiva, no tratando por ello de superarlas. En su lugar, busca las marcas del montaje, las grietas de la ausencia, trabajando con una historia pasada que regresa al presente de forma subjetiva, algo que conecta con la teoría de Walter Benjamin.
A partir de esto, se aborda el estudio del dolor ajeno como algo que, incapaces de comprender desde algunos discursos académicos, condujo a la imposición de complejas teorías sobre el sufrimiento y los sentires de otros pueblos. Dice así que, durante mucho tiempo, los antropólogos han elegido hablar de la muerte como si no fuera con ellos, como si no hubieran experimentado en sus carnes la fuerza de las emociones. 
Alejandro presenta Diario del dinero, de Rosario Bléfari. 
La autora (y cantante) comienza hablando de su recopilación de gastos y ganancias, de anotaciones numéricas con las que pretendía tener controlada su economía cotidiana. Sin embargo, llega a la conclusión de que todos estos números, esta forma de apuntarlo, no le decían nada. Así, comienza a escribir en prosa el paso del dinero por su vida, un ir y venir que genera un ritmo. 
Ritmos escritos y vitales que acompañan al agobio de sus días, que registran un modo de sobrevivir en el mundo. Ella liga el dinero al pudor, a no decir la cantidad que ganamos o la que nos podemos permitir gastar, creyendo que es necesario exponer cómo esto supone tener que vivir precariamente. De esta manera, caemos en el valor tan raro del dinero, en lo que permiten y no permiten sus cantidades, en cómo entra el dinero desde los sentimientos o en cuánto cuestan las cosas y nuestro tiempo.
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6ª sesión. Utopía Queer
Siguiendo una propuesta que surgió antes del verano, retomamos las reuniones de Lecturas para perder las formas, hablando del libro de José Esteban Muñoz, Utopía Queer. El entonces y el allí de la futuridad anti normativa (Caja negra, ed)
Alejandro inicia el debate haciéndose preguntas sobre la mezcolanza de materiales y referencias que Muñoz utiliza. ¿El comenzar tirando de autores más propios de una teoría filosófica más “rigurosa” es una forma de sobrevivir en la academia? ¿O es más bien una manera de incluir otra práctica teórica más heterogénea en este ámbito de trabajo? Desde un principio él deja claro el lugar desde el que quiere dialogar con la filosofía de Bloch y Heidegger, pero aún así, defiende Alejandro, le resulta más interesante el cómo incluye estos otros personajes “más queer” en su teorización: el suicidio de Fred Herko y sus similitudes con el salto al vacío de Yves Klein, el poema sobre su pérdida escrito por E. Bishop, los escenarios de diferentes clubes nocturnos…
Víctor coincide en que, en su lectura, ha encontrado un mayor interés en el modo en el que Muñoz es capaz de rastrear, a través de su experiencia vital, una serie de huellas de lo utópico en lo cotidiano. Por ejemplo, en su forma de aplicar el concepto de “efímero” al repaso autobiográfico de su adolescencia.
María resalta el hecho de reeditar y volver a leer este libro ahora, 11 años después de su publicación original (2009). Ante el resurgimiento de una cuestión identitaria que se creía ya superada en los movimientos LGTBI y Feminista, es necesario prestar atención a propuestas como la de Muñoz, haciendo de lo queer un “hacer”, algo más “procesual” en el horizonte, como un ejercicio político constante. Así, es interesante la oposición del planteamiento de Muñoz al de otrxs como Edelman y su “no al futuro”, buscando desmantelar el tiempo heterolineal para generar un presente desde el que abrir potencialidades futuras, acompañándolo a su vez con todo un repaso por una historiografía de lo queer.
Con esto último, Selina señala la diferencia entre posibilidad y potencialidad y, a continuación, retomando las preguntas de Alejandro sobre este hacer en la academia, se cuestiona qué es estar en potencia en la universidad, o cómo traer estos materiales extra-académicos y autobiográficos a nuestras investigaciones sin desvirtuarlos o hacerlos de menos. Habló, por ejemplo, de la obra escénica de Anto Rodríguez, quien los llama referentes-amigos, sin autoridad, sin tal peso o rigor, poniendo un cuidado en cómo lxs emparejamos con otrxs.
A propósito de este cuidado, María recuerda la nota del traductor que incluye la traducción al español de Caja Negra (2019), en la que el nombre del libro ha pasado de ser “Cruising Utopia” a “Utopía queer”. Esta anotación indica los quebraderos de cabeza y la estrecha relación que la persona encargada de esta tarea estableció con el texto para intentar buscar la manera más adecuada de que el libro fuera leído y recibido. Acertada o no, sí que creemos que la definición de cruising en castellano, como práctica sexual, establece esa cuestión del hacer y un posicionamiento de lo queer como una colectividad concebida dentro del tiempo del que nos habla el autor.
Finalizamos con Alejandro hablando de hacer de la negatividad una ventaja, conectando con las lecturas reparativas que ya había comentado María, y que intentan potenciar esa búsqueda de esperanza y de cambio, sin renunciar al futuro o caer en los binarismos de éxito y fracaso patriarcales y capitalistas. No tener un horizonte (concluyendo Selina), estar siempre en el llegar a ser. El deseo tiene que ver con lo excesivo, con un dejarse arrastrar queer y, como propone Javi, con darnos la libertad de pensar desde donde queramos, permitiéndonos pensar la utopía desde la gente y la experiencia que nos rodea, y no solo desde lo meramente académico.
(escrito por Víctor Sanchez de la Peña)
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algunas referencias
entrevista a Marina Van Zuylen en castellano  https://ethic.es/2020/02/marina-van-zuylen-aburrimiento-devaneo-mental/
Bibliográficas: 
Bruno, Giuliana. (2018) Atlas of Emotion. Journeys in art, architecture and film, penguin Randomhouse 
Esteban Muñoz, J. (2009) Utopía Queer. El entonces y allí de la futuridad antinormativa. Caja Negra ed.
Halberstam, J. (1998) Masculinidad femenina
Moten, F. & Harney, S. (2013) The Undercommons: The fugitive planning and black studies
Audiovisuales:
(película) The Watermelon Woman(1996), Cheryl Duyne 
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Textos presentados en la 5ª sesión.
Ginzburg, Natalia (1974), Nunca me preguntes, Editorial Dopesa.
van Zuylen, Marina (2019), A favor de la distracción, Editorial Elba.
Gallén, Carla y Atance, Belo C. (2020), Superbollo contra la L.E.F.A., Continta me tienes.
Freedberg, David (2017), Iconoclasia. Historia y psicología de la violencia contra las imágenes, Sans Soleil Ediciones.
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5ª Sesión. Sobre colaboraciones y saberes distraídos.
Irene presenta el texto Nunca me preguntes, de Natalia Ginzburg. 
Comenzamos la última reunión del curso rodeando la “vulnerabilidad al escribir” con unos fragmentos del libro Nunca me preguntes, de Natalia Ginzburg, escogido por Irene en base a sus propias experiencias compartiendo sus textos, lo que lo vuelve más disfrutable. En ellos, la autora analiza a las personas con las que comparte sus escritos y cómo éstas le ayudan en su proceso, pues considera que quien escribe corre dos riesgos: uno de ellos es la autolegitimación del gustarse a uno mismo, mientras que el segundo es la devaluación de todo lo que uno escribe. 
Por ello, lxs interlocutorxs se vuelven necesarios, no siendo más de tres o cuatro y seleccionandolos en base a criterios no solo afectivos. Para que haya una relación satisfactoria con lxs interlocutorxs es preciso que no nos rechacen, que no nos juzguen inútiles, protegiéndonos de este temor que a veces nos acecha y nos hace cuestionarnos cómo son acaso lxs escritorxs útiles. En una profesión que muchas veces nos resulta solitaria, poner sobre la mesa la importancia de los interlocutores (o plantear las tutorizaciones como acompañamientos) toma una especial relevancia, pues, cuando se está inmerso en el ámbito de la escritura, las dudas pueden ser esa invitación para que nuevas personas entren en él. 
Irene selecciona algunos fragmentos en los que la autora habla de la experiencia de dar a leer sus textos a sus dos hijos. Tras contarnos cómo reaccionan y qué feedback le aportan, Irene nos propone un ejercicio: pensar con quiénes compartimos nuestros escritos, quiénes son nuestrxs interlocutorxs. A estos no solo debemos pedirles un juicio crítico, pues quien escribe sabe quién ha atendido más o menos a lo que se ha dado a leer, también un aporte de pasión y pensamiento al escribir aparentemente solitario del escritor. 
Aurora presenta el texto A favor de la distracción, de Marina Van Zuylen.
Aurora leyó un pasaje de A favor de la distracción (ed.Elba) de Marina Van Zuylen. En él, la autora recorre la tradición occidental para ofrecernos las ventajas del desvarío, del rodeo y de las notas indirectas. Para ello, empieza recordando a Montaigne y su aceptación de la incapacidad de pensar en línea recta, trayendo a debate una potencia de la distracción como necesidad radical del día a día. 
Repasando dicha tradición se podría hacer una crítica del uso masculino del rigor, del que nunca pierde el hilo, pero también encontrar una reconciliación con momentos en los que se vuelven presentes el perderse, el vagar. No habla así de la distracción que nos pueden proporcionar los mass media, sino de una distracción repolitizada en un momento de sobre-información y capitalismo, donde es precisamente esa incapacidad de atender a lo que nos enfrentamos. En la distracción se puede pensar y ordenar, aprendiendo a vivir en ella de una forma cuidadosa. Por ello, cuando hablamos de una atención placentera, lo que hay tras de ella es el hecho de dejar espacio a la arbitrariedad en lugar de al rigor, lo que nos impide caer en protocolos de atención dominadores e impositivos. 
Siguiendo con estas dos lecturas, continuamos debatiendo sobre el tiempo requerido por la escritura, así como preguntándonos quién alimenta a quién, si el museo a las investigadoras o viceversa. María considera que son las investigadoras, pues su tiempo lento de trabajo permite las distracciones que el engranaje del trabajo museístico no concibe, abriendo el investigar a algo más allá del estar escribiendo delante de un documento de word y, retomando la cuestión de perder el hilo, a algo capaz de tejer redes entre interlocutorxs. Es por ello que hacemos hincapié en la necesidad de oportunidades donde se tenga en cuenta la dilatación del pensar y el investigar, del hilar investigaciones transversales y colectivas, del compartir estrategias para poder escribir.
A partir de una línea del texto -“el secreto de la atención placentera es la arbitrariedad”-, Aurora propone otro ejercicio: compartir cómo nos organizamos cuando escribimos, cuando necesitamos atención. 
Alejandro presenta el cómic Superbollo contra la L.E.F.A., de Parole de Queer.
Se trata de un cómic colectivo comisariado por Carla Gallén y Belo C. Atance en el que participan once artistas y colectivos feministas. Cada une se ocupaba de uno de los capítulos en los que la protagonista, Superbollo, ayuda a las chicas enfrentándose contra la Liga Exterminadora de Feminazis Antisistema (L.E.F.A.). Se caracteriza por la casi ausencia de personajes que puedan ser enmarcados dentro de la masculinidad, centrándose en lo lésbico. 
El estilo de dibujo general es bastante “underground” y oscuro, pero refleja la variedad de manos que han intervenido y contribuido a que Superbollo no sea tanto una, sino múltiples caras según el capítulo, la historia y su ilustradora. 
Roberto presenta el texto Iconoclasia, de David Freedberg
El fragmento seleccionado por Roberto toma como estudio un caso muy polémico ocurrido entre 2006 y 2012 en Sudáfrica. El presidente, Jacob Zuma, había sido denunciado públicamente en 2006 por haber violado a una menor. En el contexto de las protestas que hubo por este caso, el pintor Brett Murray atacó al presidente retratándolo como a un líder revolucionario (con colores posterizados e imitando las imágenes de Lenin), pero añadiéndole un pene saliendo de la bragueta. La imagen, que era de por sí iconoclasta porque atacaba a un líder que había gozado de mucha popularidad, acabó siendo también el blanco de muchas críticas, pues dentro de un contexto de racismo y memoria histórica, esta podría interpretarse desde el estereotipo racial del “otro” sexualmente salvaje.
Como resultado, en 2012 el cuadro sufrió un ataque en la galería donde estaba expuesto: se tachó y emborronó la figura de Zuma. Tal y como lo analiza Freedberg el caso es interesante al responder a una doble iconoclasia pero, sobre todo, porque en él convergieron la violación y las tensiones raciales. De hecho, y aunque el señalado cliché racista del cuadro es obvio, el propio Zuma instrumentalizó de forma muy malintencionada el asunto para que sus casos de agresión sexual quedasen en segundo plano. 
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algunas referencias
-Bibliográficas:
Adorno, T (1969), Crítica de la cultura y sociedad, Editorial Akal.
Baumgartner, G., Cyroulnik, P. y Marchand, X. (2019), Ceija Stojka. Esto ha pasado, MNCARS.
-Autores:
Alejandra Riera
Walter Benjamin
Georges Didi-Huberman 
-Artísticas:
Pedro G. Romero: Playlist para Concreta 14: http://www.editorialconcreta.org/Playlist-Concreta-14?fbclid=IwAR3dmK5Rmv2oSEQMPqMRzpNY6mrxHEgQhrCB5pqwmooRJI-RqDryvN_7fO8
Jardín de las mixturas (MNCARS).
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Textos presentados en la 4ª sesión
Riera, Alejandra (2019), Dicave-Dikave! en Romero, Pedro G. (ed.) (2019), ¿Qué es un campo?, Concreta Nº 14, Editorial Concreta.
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4ª Sesión. La pintura de Ceija Stojka.
Alejandro Simón presenta el texto Dicave-Dikave! de Alejandra Riera
Una de las preguntas que se hace Alejandro al acercarse a este texto es: ¿Cómo escribir sobre pintura?
Alejandra Riera escribirá este texto en torno a la obra de la artista romaní Ceija Stojka. A través de sus pinturas nos habla de su vivencia en los campos de concentración. Sin embargo, estos cuadros no fueron considerados importantes en la memoria histórica de Austria, por lo que hoy en día se nos invita de nuevo a escuchar su trabajo, entreteniéndonos en los detalles que en él podemos encontrar. 
Se trata de aportar otro punto de vista a la guerra que escapa de la turistificación de los campos de concentración, los cuales recrean una violencia a través de la que es difícil llegar a entender o digerir lo ocurrido sin convertirlo en un shock casi macabro que, en ocasiones, nos aleja y nos hace querer apartar la mirada de aquello. 
La pintura de Ceija, sin embargo, nos da la oportunidad de pararnos a escuchar, de ver en qué cosas se detuvo y entender la historia desde sus vivencias personales. Para conseguir esta aproximación, Alejandra colocará el papel de un teórico como Benjamin junto a la escritura de la propia Ceija, poniéndolos al mismo nivel. Ambos traen un acercamiento a la experiencia. De hecho, se considera la pintura de Ceija como no solo una pintura de historia, sino también una pintura situada, que da un paso más allá para que podamos entender lo que ocurrió
Lo que el texto nos propone es no escribir sobre las obras, sino hacerlo con ellas, sin necesidad de concluir nada, sino, de algún modo, generando una especie de continuo. 
Ceija hablará de su experiencia como un “querer seguir viviendo a pesar de”, diciendo que “Auschwitz era mi abrigo”. Esto no es, ni mucho menos, una idealización que nos aleje del dolor, sino una necesidad de mostrar que, a pesar de todo, mientras se mantuvieran allí se suponía que estaban vivos en un lugar en el que lo único legal para ellos era la muerte. Se trata de una sensibilidad que puja por mantenerse allá donde todo parece estar a la contra, por ello, Ceija firma sus pinturas con una ramita gracias a la que pudo alimentarse en algunos momentos de hambre y, años después, nombrará la contradicción existente en arrancar las malas hierbas que crecen en los memoriales justo antes de celebrar un acto en ellos.
La obra de Ceija no cumple los parámetros por los cuales se hace historia. Está fuera del género de la pintura de historia, lo que ella hace es una historia gitana y de la cotidianidad del campo. Mientras que la fotografía documental ha sido el medio dominante a la hora de acercarnos a la historia de los campos de concentración, erigiendo en cierto modo la imagen de la violencia documentada, Ceija realiza un trabajo de memoria basado en la evocación de una serie de emociones con las que conectar mejor con lo que ella vivió. Haces sus viajes con ella. 
Estas pinturas suponen un mirar en el que los ojos sirven de lengua, en el que enmudecemos porque estamos saboreando con ellos. Muchas veces se ha dicho de Ceija que no es pintora, sino una escritora que termina pintando. Sin embargo, Riera defiende a Ceija como pintora, pues es capaz de contar con los pocos medios de la técnica, de contar con el paisaje. Escribe la historia a la vez que pinta imágenes-paisaje, que son tanto pintura como texto. Su trabajo restituye una parte de la historia a la que los historiadores no habían dejado sitio. Alejandra elimina así los lugares en los que se había encajado a Ceija, como lo autobiográfico y lo naive. No podemos considerarla autobiográfica, pues pinta sus paisajes 43 años después y desde un punto de vista en el que esos ojos lengua le permiten escribir pintando lo que no podía verbalizar. Recoge lo que “habla en silencio”. También es un error considerarla naive, pues cuando estamos ante ellas vemos las capas y capas de pintura tan bien trabajadas que, a veces, da la impresión de poder ver el interior de la tierra. No son capas matéricas, pesadas y en relieve, sino finas veladuras, “poesía que toca”. 
Nos preguntamos entonces (sin respondernos del todo) cómo encontrar una voz, como lo hace Ceija, para escribir ¿Cuál sería nuestro hacer? El lugar del intelectual es el lugar del silencio, pero en Ceija hay una voluntad de que no pare el hacer. La pintura es como la cocina, tiene presencia en sí misma, no conduce a otra cosa como el documento, el cual ha pasado a la memoria de los campos eliminando la vida cotidiana de los propios presos ¿Cómo entonces hacer textos que conecten con la mirada del que lo hace? Alejandra, por su parte, construirá su texto nombrando sin desvelar, sin desmontar la materialidad de las capas de pintura ni las evocaciones poéticas que albergan.
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Ceija Stojka, S/T (1996).
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algunas referencias
«Ser barro» en K. Le Guin, U., (2018) Contar es escuchar,sobre la escritura, sobre la lectura, sobre la imaginación, Círculo de tiza, Madrid.
(exposición y catálogo) SM Paniagua, R.  En nuestros jardines se preparan bosques (2012) MUSAC(León).
Nancy, J-L., (2006) El Intruso, Amorrortu, Buenos Aires.
González, Á (2011), Roma en cuatro pasos, Ediciones Asimétricas.
McEwan, I (2016) Cáscara de nuez, Anagrama.
Morandeira Arrizabalaga, J. (2018) «Políticas del sueño. Un texto por el derecho al descanso»
autorxs
Michelle Petit
Por Arte de Blog, el blog de la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes en el que Javier ha escrito sobre jardines y bibliotecas, y en el que puedes leer otras reseñas 
https://webs.ucm.es/BUCM/blogs/PorArteDeBlog/13649.php
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textos presentados en la 3ª sesión
textos presentados en la 3ª sesión
Roberto Herrero: Cabanas, E., Illouz, E. (2019), Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas, Paidós.
Víctor Sánchez de la Peña: «Amor, territorios del deseo y una nueva suavidad» en Rolnik, S., Guattari F., (2006) Micropolíticas. Cartografías del deseo. Traficantes de Sueños, Madrid.
Javier Pérez Iglesias: de Précy, J. (2018)  El jardín Perdido, Elba, Barcelona.
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3ª sesión. Sobre felicidad, nueva suavidad y jardines perdidos.
Roberto Herrero presenta Happycracia
El término Happycracia parte de cómo las lógicas del mercado neoliberal, por medio de los economistas de la felicidad, han terminado unidas a lo psicológico. La felicidad se toma ahora como un criterio político.
Remontándonos a la crisis del 2008, en la que se produjo un declive de todos los niveles de calidad de vida, el cientifismo de la felicidad tuvo la oportunidad de establecer esta como prioridad, ignorando los datos objetivos de hundimiento de los índices de bienestar. La felicidad queda impuesta como indicador fiable del progreso político y social.
Así, Roberto expone tres fragmentos y los relaciona con la necesidad de ser feliz a toda costa, incluso en tiempos de cuarentena. Uno de ellos viene a explicar la regla del 40%, según la cual cada persona es responsable, en esa cantidad, de su felicidad. Traducido en una actitud vital, esto permitiría estimar como algo menor las condiciones, el modo de vida y la clase a la que cada una pertenece.
Cuando David Cameron anunció los recortes en presupuestos para su país, este discurso de la felicidad le sirvió como sustituto a la definición de riqueza. A pesar de los datos del crecimiento de la desigualdad social en todo el Reino Unido, este relato daba la oportunidad de pensar en ellos como determinantes personales que nos impedían acceder a la verdadera riqueza emocional. De este modo, los economistas de la felicidad proponían como solución a problemas estructurales soluciones individuales como la gestión del estrés, de las emociones negativas y, obviamente, no pensar mucho. Como si, por el simple hecho de ignorar tus condiciones de vida y las causas de las mismas a nivel social, tus problemas económicos pudieran quedar resueltos.
Esto nos ha servido para poner sobre la mesa algunas dudas que nos surgen en la situación actual, como las de Selina: la intelectualización de esta situación (crisis COVID19), el cómo comportarnos desde nuestra posición intelectual, cuál es el umbral de privilegio, cómo tratar la posibilidad de denuncia en todo este embrollo. La casa, nuestras casas, aparecían entonces como un indicador de esos privilegios (el tamaño, con quién vives, la presencia de jardín, de balcones, de espacios comunes…).
No menos importantes son las que mencionó Arantxa Romero sobre la utilización de la cultura como “entretenimiento para no pensar” y las consecuencias que sufrirá la economía cultural tras la explosión de cultura gratis (así como lo que se conoce como contenido en rrss), que ocurrió sin que hubiera una pausa para pensar qué papel tiene el mundo de la cultura y sus agentes en esta situación, y todo ello se ve empeorado por la circulación voraz que ponen a disposición las redes sociales. 
Aurora recordaba cómo, durante nuestra crisis de 2008, se daba a nivel político un mensaje de esperanza, de “todo va a salir bien” cuando esto acabara y, sin embargo, si no nos dejamos distraer, nos damos cuenta de que todo sigue igual desde entonces.
No debemos olvidar, contra esta felicidad individualizante, puramente anestesiante, las prácticas de la solidaridad y la empatía. En la situación actual de confinamiento, mientras el ritmo de trabajo trata de imponer una especie de “seguir con lo que siempre hemos hecho”, nuestra tarea es precisamente cuestionarlo, pararnos a reflexionar sobre nuestra función como investigadoras y artistas y, sobre todo, protegernos mutuamente de la angustia que nos desanima, en el sentido de anular nuestra necesidad de mantenernos juntos y críticos ante lo que ocurre y vendrá.
Víctor Sánchez de la Peña presenta “Amor, territorios del deseo y una nueva suavidad”
La suavidad vuelve consciente una superficie, es una interrupción, una invitación a responder, a replantear nuestra relación con el entorno.
Cuando hablamos de suavidad, el hecho de acariciar sirve de punto de partida o como metáfora para proponer otros modos de vida que tienen que ver con estar juntas, con lo simbiótico y con un trabajo de generar otros imaginarios más suaves ―de cara al futuro―, sostenibles también en términos ecosociales.
Para que esto sea posible serían necesarias estas mutaciones del deseo que  Suely Rolnik deja bastante claras en este capítulo. Ella habla de que hay un tratamiento serial y universalizante del deseo que lo reduce a un sentimiento amoroso de apropiación del otro, del poder sobre el cuerpo del otro y sobre el sentir del otro. Esto generaría una especie de territorios que son cerrados y opacos, que son inaccesibles a un proceso de emancipación o de singularización y que, por lo tanto, no se abrirían a un cambio del orden social o de la invención de otros modos de relaciones sociales, culturales, de trabajo etc…
También decía que la suavidad no sería, por lo tanto, sólo esa experiencia sensible sino también una forma de posibilitar cambios en nuestras formas de entender nuestros cuerpos y mentes en relación con las otras No solo desde un nivel micro sino también macro, como sería el caso de nuestra inserción en el entramado económico-político de las relaciones laborales.
Victor conecta esto con lo que escribe Julia Morandeira de las políticas del descanso (un texto que fue presentado en la primera sesión). Ella hace un reclamo:  la fatiga tiene que salir también de esa individualización y patologización individual para circular entre los cuerpos y poder replantear esas temporalidades del trabajo físico e intelectual.
Continúa vinculando, esta vez, con aquello que decía Félix Guattari en un capítulo de Micropolítica. Cartografías del deseo: la nueva suavidad tiene que ver con otros modos de subjetivación que pueden administrar la sociedad inventando nuevos órdenes sociales que no se guien por valores falocráticos, competitivos o brutales.
Esto es interesante para hablar de otros haceres ―que son lentos, que se han considerado menores―, no tratando de encajarlos en los paradigmas heterosexistas, sino abriendo estos mismos. A Víctor le gusta cómo Suely Rolnik acababa (en su texto) con los replicantes de Blade Runner, proponiéndolos como una especie de Cyborg: un sujeto que no es ni hombre ni mujer, ni totalmente Ulises ni Penélope, ni totalmente máquina célibe, ni totalmente un binarismo delineado por el contorno del otro…
De esta manera, estaríamos hablando de un devenir que necesita tiempo de gestión emocional, de diálogos, de relaciones que no fueran sólo interpersonales, sino que también se vieran afectadas por nuestros diferentes contextos, aquellos por los cuales transitamos. Así, también es necesaria una especie de aclimatación que tampoco suponga la conformación de territorios opacos, ni, a su vez, se base en la total ausencia de éstos.
“Las franjas de frecuencia de este inusitado viaje aún no están bien sintonizadas. Hay ruidos, sonidos inarticulados y muchas veces no soportamos la espera de que una composición se cree: en nuestra prisa por oírla, corremos el riesgo de componer esos sonidos con viejos clichés. Es difícil no caer en el sentimentalismo de un final feliz. De nuevo la trampa del espejo[...]
En realidad, lo que no soportamos es la estridencia de esos sonidos inarticulados. Es el nada más de aquel todo. Lo que no soportamos es que somos un poco Penélope, un poco Ulises, un poco máquinas célibes, un poco replicantes... y no solamente eso. 
E incluso, en los momentos en que, desavisados, conseguimos soportarlo, descubrimos con cierto alivio que, de la convivencia desencantada de esas figuras, se destila ya una nueva suavidad.” (Micropolítica. Cartografías del deseo, p. 336)
Javi Pérez Iglesias presenta El Jardín perdido de Jorn de Précy
Javier comienza declarando: cuando todas seamos jardineras tendremos una sociedad más justa.
Ser jardinera debe partir de una necesidad de escuchar al locus. La filosofía del jardín es aquella que asume que trabajar con el genio del lugar es trabajar con el lugar mismo: comprender el lugar, interrogarlo, entender su vegetación, “de qué manera los árboles se elevan hacia el cielo”.
Si queremos ser buenas jardineras tenemos que aprender a mirar, entrenar nuestra paciencia, a escuchar al jardín. No es el lugar el que se tiene que adaptar a nosotras, sino nosotras a él. Nuestros sueños deben conciliarse con los del terreno.
Javier, desde su trabajo en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM, piensa y lee sobre jardines como forma de tener otros acercamientos a sus tareas laborales. Él mismo tiene que hacer un ejercicio de escuchar a la biblioteca, de convocar a lo que no hay. Afirma que, cuando se trabaja con estos archivos, la forma de mirarlos debe implicar el mismo cuidado con el que queremos mirar (cuidar) a las personas.
Jorn de Précy, cuyo texto supuestamente está datado en 1912 en su edición original, no existe en realidad, fue una invención de Marco Martella, editor de la revista Jardins. Greystone, la obra maestra de nuestro jardinero, que dejó atónitos a artistas como Monet, tampoco existió.
Las formas de entrenar la escucha de los lugares son formas de aprender a cuidar otros seres, así como de activar imaginarios de lentitud.
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Selina Blasco comenta que los cuadros de paisaje en el museo podrían servirnos como evocaciones del exterior en el interior, así como el viaje de ida y vuelta entre Land Art-museo. O pensando, por ejemplo, en los frescos de la Villa de Livia, cuya ubicación evocaba toda una frondosidad del afuera desde los subterráneos de la casa. De nuevo, volviendo a nuestra situación de confinamiento, que nos ha hecho llevar a cabo la reunión por videollamada, esto nos sirve para no dejar de imaginar, desde el interior de nuestros cuartos, otras posibilidades de cambio, otros modos de hacer, que se puedan dar a partir de ahora en el exterior, interrogando el lugar y activando imaginarios de la lentitud.
Post Víctor Sánchez de la Peña y Clara Pérez Delgado
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perderlasformas · 4 years
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perderlasformas · 4 years
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algunas referencias (2).
Autorxs
Ian McEwans
Jack Halberstam
Marcel Mauss
Karen Barad
Libros
Kosofsky Sedgwick, Eve (1990), Epistemología del armario, Ediciones de la Tempestad. 
Artistas
Silvia Zayas
Cuestiones
Low theory
Cine expandido
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perderlasformas · 4 years
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Lecturas presentadas en la 2ª sesión.
María Rosón: Eve Kosofsky Sedgwick "Lectura paranoica/lectura reparadora, o, eres tan paranoico que pensarás que este texto se refiere a ti", en Eve Kosofsky Sedgwick y María José Belbel (ed.), Conocimiento feminista y políticas de traducción II, Arteleku, 2014, pp, 149-185.
Irene Ortega: Montaje a partir de Carlos Fernández-Pello “El cuerpo del texto” en Sabor parcial (2017). 
Aurora Fernández Polanco: María Zambrano “Saber y Pensar”, en María Zambrano, Notas del método, Mondadori España, 1989. 
Alba Pérez: Rebeca Muñoz Peñalvo “Contracampo. Ladybird. Greta Gerwig” en Libre pensamiento, Nº93, 2017-2018, pp, 96-97.
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perderlasformas · 4 years
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2ª Sesión. Sobre metodologías reparativas, cuerpos de texto, saberes y espacios fílmicos.
María Rosón nos presenta el texto Paranoid reading and reparative reading, or, you’re so paranoid, you probably think this essay is about you de Eve Kosofsky Sedgwick.  
Incluido dentro de su libro Touching feeling. Affect, pedagogy, performativity, Kosofsky nos habla de las epistemologías de la paranoia generadas dentro de la Academia. La paranoia situaría su fe en el acto del desvelamiento, de lo inédito. Esta metodología te legitimaría como buena investigadora, con un trabajo sostenido sobre el propio hecho de ofrecer algo completamente nuevo, y dentro de unas estrategias de autoría única muy marcadas.
Frente a estos procedimientos, que tienen mucho de masculino, de revelación en el sentido de generar jerarquías verticales de poder dentro del conocimiento, ella nos propone la epistemología de reparación. Esta epistemología no negaría el dolor ni la violencia intrínsecas a las relaciones humanas, pero se mueve en base a otro motor: el apoyo mutuo, el diálogo entre compañeras, el compartir conocimiento entre nosotras… algo extrapolable a la forma de enfocar nuestras relaciones fuera del mundo académico. 
Kosofsky también nos habla de las políticas del error. El error tiene que ver con aflojar los lazos, que parecen habérsenos vuelto inevitables, entre este y la humillación (tanto personal como profesional). La paranoia sería, por lo tanto, una rúbrica de una inteligencia que duele, que conduce a una gestión totalmente negativa del fracaso, cuya posibilidad ha de estar siempre sobrevolándonos. 
Desde las epistemologías y experiencias queer, con las que la autora trabaja, se realiza un esfuerzo por reducir estas cuestiones del terror al fracaso, de cometer un error. En cambio, el error se propone como potencialidad creativa, como posibilidad de sorpresa y de afloramiento de otras direcciones.
Siguiendo este hilo podríamos hablar también de la Epistemología del armario (Eve Kosofsky Sedgwick, 1990). El armario es muchas veces enfocado como un limbo, como un antes al pasar a la acción y la experiencia de lo queer. Sin embargo, el armario también puede ser pensado desde todo lo que ocurre en ese lugar de revestimiento. Se trata de un punto de vista puramente experiencial, visto como inactividad desde fuera, pero dentro del cual se dan una serie de planteamientos y estrategias de llevar a cabo nuestras vidas que van más allá de la dicotomía dentro/fuera. 
Surgen así las cuestiones de la existencia de una “teoría blanda”, que no funcionaría a través de la competitividad y jerarquías de la paranoia, sino a través del apoyo mutuo, el respeto y la puesta en práctica de políticas regenerativas dentro de la academia.
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Irene Ortega nos presenta El cuerpo del texto (montado a mi gusto) de Carlos Fernández-Pello.
Irene ha trabajado desde un texto de Fernández-Pello para hablarnos desde sus propios intereses a la hora de enfocar su trabajo de fin de máster. En este montaje ella propone la posibilidad de hacer que las palabras sientan, más que signifiquen. 
El hecho de subrayar sería señalar y convivir con tu caso de estudio. El cuerpo se transforma así en una textualidad encarnada, incapaz de no hablar de su conocimiento desde su saber concreto y su puesta en escena. 
Para hablarnos de la descripción, Irene cita que “el antropólogo tenía un ojo muy fino para el detalle insignificante”. La descripción acompaña al hecho. La descripción desmesurada hace que el texto se convierta en superficie, en imagen manipulable, pues su contenido queda difuso en su gran cantidad de información. Se conseguiría un texto que no comunica ni informa, sino que al ser forma, imagen, cosa u objeto, se siente de otra manera. Se siente, no significa. Esto da la posibilidad de utilizar y hacer textos sin pensar tanto en la capacidad de extraer información que ofrecen, sino en la “ineficacia placentera de los saberes”, en su poder ser manipulados de forma sensible.
Aurora Fernández Polanco nos presenta Saber y pensar de María Zambrano.
Aurora trae este texto, extraído de Notas del método, para poder discutir entre las definiciones de un saber ligado a la vida sensible y un conocimiento intelectual más propio del ámbito académico.
El saber es un resultado, un fruto no siempre adquirido. El saber se tiene sin esfuerzo, o bien por un esfuerzo “insensible”: es transmitido de manera generacional, cultural y experiencial. El conocimiento, en cambio, tiene un componente intelectual, es más claramente adquirido. El conocimiento se busca a sí mismo, se estabiliza. Mientras tanto, el saber es ancestral, se sedimenta en el curso de una vida. No tiene método, pues es propio de las cosas cotidianas del día a día. 
Se pregunta entonces... ¿La modernidad y su conocimiento racional es lo que ha hecho imposible que se transmita esta otra experiencia del saber?
Esto es el conocimiento: lo que surge cuando te haces una pregunta y no te respondes, sino que, probablemente, llegues a otra. Solamente el conocimiento puede ser enseñado, porque viene de una serie de acumulaciones de preguntas encadenadas. El preguntar “es mucho”, y se va haciendo cada vez más amplio y complejo a medida que el hombre va haciendo uso de la razón.
Alba Pérez nos presenta el texto Contracampo. Ladybird de Rebeca Muñoz Peñalvo
Alba ha decidido partir de un artículo cinematográfico sobre la película Ladybird de Greta Gerwig, perteneciente al género coming-of-age, referente a aquellos largometrajes que tratan de los ritos de paso que tienen lugar entre el fin de la adolescencia y el inicio de una vida adulta. 
Una de las cosas que le ha interesado de este texto y película es el “sentir que no pasa nada”, que el tiempo se diluye para generar una espacialidad en el espectador.
Lo une con referencias a los textos que leímos en la sesión anterior, como por ejemplo la situación de la madre, envuelta en una contexto de precariedad, dobles sueldos y sostenimiento de los cuidados básicos (con casi nulo papel del padre), con Políticas del sueño, donde se cuestionaba qué sujetos están más expuestos a la incapacidad de descansar y cómo esto puede afectar a sus relaciones interpersonales. O con la cuestión de “la más mínima cosa” como forma de construir la experiencia del fin de la adolescencia a través de una serie de detalles.
El personaje siempre se nos mostraría ligado al espacio, entendiendo este como contexto que afecta a las formas de abordar su propio discurso. Normalmente, en el cine y en la vida, estos ritos de paso desde la adolescencia a la edad adulta son enfocados desde una cuestión temporal, desde el cambio de edad, pero resulta importante pensar también en cómo estos están estrechamente unidos a mudanzas, a traslados que influyen en la manera de abordar estos ritos. Así, por ejemplo, podríamos unirlo también con la “epistemología del armario” mencionada por María, como un cambio de espacio y contexto que no implica un binarismo o un paso a la acción desde la pasividad, sino al atender a las estrategias de lo oculto, de los tránsitos entre ambos y la manera de afrontar cada momento.
Post Víctor Sánchez de la Peña y Clara Pérez Delgado.
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