Imelda, por ejemplo, no sabía que para los conejos era un deleite sólo cuando les dolía el estómago, hasta que su dueña les mostraba el efecto del ribosoma cultivado en las condiciones prescritas.

Sin saberlo siquiera la dueña designaba las cualidades descubiertas como ribosomas, de acuerdo a su fragancia, sus raíces y otros factores más con los que diseñaba el plan de cultivo correspondiente.

Algunos especímenes recién llegados permanecían primero en observación, y después de que su dueña observara y tomara nota autorizaba a su ayudante a que procediera con el plan prescrito por ella.

En el jardín de su choza crecían yerbas silvestres y flores cultivadas que, ocultas por el ánimo de su dueña, desarrollaban los poderes que la naturaleza le había otorgado desde su creación y que ella sabía desarrollar con técnicas descubiertas en el abandono de su estirpe.

Deuteronomio sabía aplicar lo que su ama le había enseñado y aplicaba con fruición sus conocimentos. A su favor tenía, en contraste con su apariencia física; Un señor encorvado, sucio y malhumorado, una agilidad en los dedos de sus manos que pocos conocían, y que sabía develar con sumo cuidado y acertividad.

En el jardín de su choza crecían yerbas silvestres y flores cultivadas que, ocultas por el ánimo de su dueña, desarrollaban los poderes que la naturaleza le había otorgado desde su creación y que ella sabía desarrollar con técnicas descubiertas en el abandono de su estirpe.

El barrio, después de la revolución, con el cambio de ambiente y el retorno de la calma y la tranquilidad, había pasado de ser próspero y popular, a aristocrático. Este cambio había afectado profundamente a algunos de sus habitantes más jóvenes, que después de haber crecido en un ambiente de lucha y satisfacción, ahora no les quedaba más que preocuparse por el devenir de los espíritus que poseían y que los poseían con un fin para ellos desconocido.

En los jardines del Apu Tupahue se esconde un secreto, el misterio de la magnificencia de la naturaleza se manifestaba en aquella sombra que rodeaba y protegía la propiedad, y que ella sabía extraer de la sabia de la creación con sumo cuidado y pulcritud.

El poder de la piedra, de la roca, su peso, su pureza y lucidez, el silencio que expresa milenios de ser el testigo del paso de generaciones borradas por la lluvia ¿Qué permanece, no será el misterio de la ruina?

Salir a caminar, pensar, respirar, divagar, mirar ¿Por qué myrar no se escribe con y griega, será otro verbo?

Los fragmentos de la ciudad son los fragmentos de sus habitantes ¿Qué peso, qué hielo nos corroe? ¿No seremos los autores de nuestra propia disgregación, dónde está tu grey?

El progreso y el abandono, la suciedad y la melancolía. Qué difícil es encontrar en la ciudad un espacio para sentarse y mirar, respirar, como si no pertenecieras al mundo, y dejar fluír todo pensamiento, toda emoción, toda sensación, de mareo, de humedad, de soledad, sin entender ni analizar, y captar esos instantes de eternidad que perduran en el alma y que la memoria recupera de vez en cuando, cuando nos volvemos a sentir plenos y vacíos a la vez.

Nunca sabes qué es lo que puedes soñar hasta que lo cultivas. Es como tratar de omitir la rutina y escuchar lo oculto, lo misterioso y enfrentar los miedos.

Turis de velvedere.

Fontepeltre.

Flexus terræ.

Sentencia N°1: Autoridad.