Hoy vuelvo a nacer de nuevo. Hoy hace tres años que mi vida cambió radicalmente: ahora me llaman mamá. Nunca nadie dijo que este camino fuera fácil, jamás pensé que me enfrentaría a tanto ni que aprendería tanto. A veces, cuando la preocupación o el sufrimiento por mi hijo me abruma, me preguntó si mi madre llegó a sentir lo mismo por mi. No tengo recuerdos cariñosos ni tan poco recuerdos malos, yo era una niña. Sólo recuerdo que se fue y que yo la quería más que a nada. Recuerdo que volvió, pero siempre había barreras para que nuestro camino se volviera a juntar: la mayoría puestas por mi, algunas puestas por ella. Espero que ahora por fin descanse y que si de verdad hay más allá, haya conseguido ver todo lo que hay detrás de mi. Debo de agradecerle que, sin ella saberlo, me haya enseñado a ser madre. Cientos de veces, cuando la soledad por no tenerla me llamaba, yo juraba para mis adentros que el día que fuera madre a mi hijo no le iba a faltar nada de mi. Hoy puedo gritar y asegurar que haría lo que fuera por mi Rey y que recibe todos los besos y los abrazos que yo no recibí. No le guardo rencor. No tengo por qué. El ser madre te cambia la forma de ver y conocer el mundo. La vida le dio otra oportunidad y lo hizo muy bien con mi hermano pequeño: él ahora es ella en otro cuerpo. Le doy gracias a la vida por que luchara tanto por él y por verla de vez en cuando en sus ojos. Y yo hoy, por tercer año consecutivo, le pido a la vida ser la mejor madre que pueda ser para mi Alejandro y que nunca me aleje de él. Felicidades a todas las madres, en especial a todas esas madres luchadoras que día tras día derriban muros con sus manos por darle lo mejor a sus hijos,. A aquellas madres que sin quererlo, tienen que subir montañas, en lugar de ir a llanas playas.