Patetiquismo parte 1

Se siente como si el demonio en persona me arrancara la lengua y bailara frente a mí sosteniendola con su índice y pulgar. Bailando y bailando sin cesar y dejándome sin forma de hablar.

Me he convertido en una persona medianamente organizada, pero es en el momento de confesar las realidades que atormentan mi mente, a pesar de las infinitas planificaciones, que este diablo aparece desde la punta de mis pies hasta la punta del cabello que tengo en el punto más alto de mi cabeza, arruinando de tal forma toda planificación y haciendo que regrese a un estado de supervivencia primitivo en el que la segunda opción, huir, termina ganando en el lanzamiento de moneda del instinto.

He recaído en una especie de hipnosis en el que la "entidad", por ponerle un nombre, aparece y desaparece ante mí cada cierto tiempo y se mantiene en mi mente por una cantidad determinada de segundos o minutos, dependiendo de si se trata de la presencialidad o la digitalidad. Se me hace totalmente imposible ignorarla. Se apodera totalmente de todos los mecanismos de mi cuerpo, y es a través de aquello que el diablo hace presencia y me destruye completamente.

Me trae dolor, mucho dolor, porque quiero gritar a todo pulmón las cosas que tengo atascadas en los pulmones pero mi mente se ha convertido en un lago congelado en el que me encuentro atrapado de la cintura para abajo, obligado para siempre a mordisquear y rumiar esas cosas que no pueden salir pues, para colmo, aquel que debería estar congelado me ha quitado la lengua. Me siento patético e indefenso e indefendible. Estoy atrapado en mi propia conciencia.

Y quiero decir cosas tan bonitas. El mundo brilla a mi alrededor desde que creo en esas cosas antes ignoradas o negadas. ¿Por qué, entonces, pierdo la compostura ante cosas tan maravillosas? Me pierdo completamente en el vacío negro recubierto de vidrio (y me gustaría ser literal, pero por razones artísticas no puedo serlo, dejando los significados reales a posible interpretación) que refleja mi rostro con transparencia total, en la suavidad de ese entorno que se siente imperfecto y perfecto al mismo tiempo. Ese enredo negro me recibe con calidez y con una lejana memoria de un olor a cigarros quemados, como todo lo que despierta en mí una extraña sensación de desconocimiento y negación a mis valores. No es perfecto y por eso es maravilloso. Por eso me siento patético y me odio profundamente, porque luego todo pasará y me habré quedado pegado.

La Realidad de las Cosas

En aquellos tiempos de agonía, cuando la estrella del alba brillaba y gozaba de felicidad plena, cuando los dragones sobrevolaban las alturas...

Ocurrió entonces que las hadas se juntaron en concilio para decidir las necesidades de la población: los ricos comían menos que los pobres y los hombres que dormían con camas de acero eran de porcelana y marfil. Esas eran las historias que se contaban en las noches de penumbra: las noches de alcohol y sexo que volvían locos a los animales selváticos de las casas abiertas y cerradas. Un hombre, de nombre Andrés, cruzó un puente que llevaba a los lugares más inhóspitos de la tierra, donde el sol se sumerge en las aguas del océano infinito. No quedaba nada para ese momento, y para comer terminamos cocinando unas cartucheras que encontramos tiradas en la basura.

¡Qué desgracia! ¡Qué desdicha! ¡¿Qué falta de respeto es esta, en la que debo meter la cabeza en la poceta?! Solo las preguntas que tienen respuestas ocultas son las que comemos en el desayuno, almuerzo y merienda. En lo que a la cena se refiere, nosotros no comemos; nosotros rezamos. Rezamos a los Dioses que esperan pacientemente nuestra llegada. Esperando a que nosotros eliminemos la pobreza mundial...

Hay ocasiones en las que uno piensa en la frivolidad de las cosas de la vida: las cosas que uno sueña al comer. No siempre es así, pero lo que uno piensa al reflexionar sobre las cosas soñadas y ya pensadas, pero uno olvida su existencia cuando domina el indomable espíritu de los leones al dormir. Lo que ocurre es que las amapolas florecientes que gozan de inmortalidad mueren de sed porque nosotros, los conserjes, fallamos en disfrutar aquello que se nos ha entregado por derecho. Son esos los objetos que creamos en los salones que construimos, que dominamos al pintar prosas secretas que arden al ser percibidas por nuestras narices.

Es esa cosa horrorosa lo que nos encallena, lo que es animal en naturaleza. Esa es la realidad de las cosas.

Cocodrilos danzantes

Las cosas vertidas en el caldero representan los pecados de la humanidad. A la derecha está el cáliz de la alianza de los hombres y mujeres que buscan el poder de resguardarse ante la lluvia y las adversidades que Yuk Tulkun les envía por correo cada ciclo. Cuando un hombre muere, sus restos son transformados en latas y repartidos entre los desdichados niños que no tienen nada que comer y sufren siempre las consecuencias de los actos de sus ancestros como mirlos encerrados en el caimán. No siempre fue así: hubo una época en la que las aves sobrevolaban felices la selva y observaban a los cocodrilos que jugaban y bailaban a la luz de la luna, pero ahora solo quedan las luces de neón del cielo nocturno danzando y riéndose de aquellos que se solían llamar humanidad.

Retro test 1 y 2