Tumgik
le-prosa · 4 years
Text
Monólogo segundo
Hace tiempo que Beatriz y yo no compartimos una conversación larga. Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo: es lo que repito cuando esto pasa, cuando noto que la conversación se acerca y con ella la pregunta.
- ¿Qué has estado escribiendo últimamente? ¿Cuántas horas le has dedicado?
Entonces diré que nada. Que ha pasado junio y he sido incapaz de escribir un poema y/o una ilusión. Pero que estoy aquí sentada, analizando una a una las pausas y espacios de mi columna vertebral que cruje cada vez que sostengo la espalda recta por no haber estirado lo suficiente. A veces mi sonrisa también cruje. Son varias las semanas que llevo huyendo de la carcajada frente al espejo. Vivo al filo de un bloqueo, Beatriz, escucho ruidos por toda la casa, quizás sean huesos, andamios, estructuras que caen, voces que han huido de mi cuerpo. En sueños hago todo aquello que no puedo: volar, escribir sola,... escribir, estar sola.
***
El dolor me sacia. 
Exijo al dolor lo mismo que exijo a la escritura: compasión, atajo. No escribo si no estoy inmersa en un proceso de derrota y sangre. Quizás este último mes abracé una felicidad irritante y compasiva, me perdí en una ilusión para construir poemas que no fueron. Y luego -ahora, ahora mismo-, escupí el dolor, saliendo de un diente roto. X fue un diente roto, su manera de entender el amor fue un diente roto, sus piernas flacas eran un diente roto; el amor y la política son un diente roto. Pero X dice que amar es política, y yo me convierto en monstruo al compararse un cuerpo con la política, un sentimiento con la política o hacer de una mamada, política. ¿Cómo vender el amor por la palabra política? ¿Por qué hay que politizarlo todo? 
El dolor me sacia más que la política. 
***
Había un río, y todo irritaba a su alrededor. Las piedras eran incluso menos tristes que nosotros. La herida era vernos así, como antes.
0 notes
le-prosa · 4 years
Text
Monólogo primero
Beatriz siempre me insiste en que escriba prosa. Entonces acabamos discutiendo porque yo me niego a intentarlo mientras ella me escupe en la cara que el principal problema son mis rutinas con la escritura. Que no hay quién me discipline. Quizás tenga razón, a pesar de que le haya dicho que en este encerramiento mis valores se han caído al suelo y que me he dedicado a barrer el pasado. Quizás no pueda escribirla porque tengo miedo de encontrarme conmigo misma, a llamarme hija de puta y dejar de inventarme nombres como el tuyo, Beatriz. 
Como te decía, durante estos días he dejado de creer en todo lo que sostenía mi cuerpo arriba. Existían conmigo un montón de términos ideo(i)lógicos que ahora desconozco. He intentado volver a autodefinirme y mi cuerpo ha rechazado el vocablo, la Idea. He vuelto a analizar mis sueños. Hace unos minutos me despertaba y recordaba que esta noche no he soñado con X, ni tampoco con Y. Tampoco he recordado a X e Y antes de irme a dormir y me he sentido aliviada (hija de puta también). ¿Será que he dejado de creer en personas? Pero soñé que estaba de nuevo allí, en la India. Sé que era la India porque olía a verdura frita, cardamomo, clavo; porque había muchos colores y mi ropa no era negra. Beatriz, el sueño fue horrible. Caía desde un ascensor sin paredes de un décimo piso en picado hasta el entresuelo. Sentí esa adrenalina: la misma de cuando subes en una montaña rusa y aprietas los ojos fuerte y además, te duele el estómago y la rabia. No soñé con X e Y, pero sí con Z. Dejé de hablar con Z hace más de un año, entonces a veces viene para hablarme pero hoy le sucedían cosas horribles que no me atrevo a escribir aquí. Imagínate por ejemplo, Beatriz, que sueñas a que a una muy vieja amiga la violan y ves como han cortado su ropa y sus piernas están llenas de sangre. La gente puede llegar a soñar cosas horribles. Pero mira, esta noche soñé con un ascensor. ¿Será porque mi abuelo se dedicaba a arreglarlos?
Nada más despertarme he visto un mensaje de O. Últimamente, ambas compartimos las mismas ansiedades. Un día me toca a mí, otro a ella. Cuando nos da el ataque, nos pasamos horas hablando por teléfono para tranquilizarnos, es un alivio compartido, un dolor. Luego he visto que la luz de la persiana se reflejaba en el atrapasueños que ella hizo para mí hace unos años. Siempre he admirado a las personas que como O., son capaces de crear belleza con sus propias manos a pesar de haber vivido con el Horror muy dentro. El Horror, cuando es grande, hay que escribirlo en mayúsculas. Mientras escribía esto, he hecho el desayuno y me he dado cuenta de que es la primera vez que desayuno en dos semanas, que soy capaz de levantarme pronto y hacerme una tostada.   
La tarotista también me obliga a escribir, aunque no me especifica el qué. Simplemente dice que lo haga, que voy a tener suerte y cartas muy buenas a pesar de que esté en un proceso de mucha oscuridad y no vea nada. 
Absolutamente nada. Beatriz estoy ciega. X, Y, Z, O: estoy ciega.
0 notes