Carta 27; Ha pasado algún tiempo de que no podemos concretar una cita, me muero de ganas de verte otra vez, de que nuestros caminos se crucen al menos por un segundo. De mirarnos a los ojos y de entenderlo todo sin emitir palabra: con una sonrisa o un suspiro, el comprendernos con una señal. Me muero de ganas de notar tu sonrisa contra la mía, a centímetros antes de poder besarte y recordarnos que no es correcto. Me muero de ganas de llenarme de la tranquilidad que me transmites. De que nos arropemos el alma en cada abrazo. De sentirme en casa al estar a tu lado. Me muero de ganas de seguir conociendo el universo que hay en tu mente. De saber de memoria cuántos de mis besos caben en tu espalda. Y de aprender más sobre estos incontables viajes en tu compañía. Me muero de ganas de descubrir el mundo sujetando tu mano. De despertarme a tu lado. Y de dormir escondida en tu pecho. Me muero de ganas de hacernos rutina y de soñarnos uno junto al otro. De que el primer sorbo de cafeína sean tus labios. Me muero de ganas de compartir mi vida contigo entre risas, mimos y orgasmos. ¿Acaso estaré siento muy ansiosa? Pero es que me muero, siento la muerte cada vez que tocan a mi puerta, cada vez que salgo a la calle y los pasos de desconocidos se oyen tras mi espalda, muero cada vez que “nuevas malas noticias llegan” como si aguardase con un hilo de esperanza el volverte a ver, lejos de los campos de batalla que enfrentan los mundos, lejos de todo mal que pueda llegar a rodear tu existencia, lejos, de nuestro imposible. Con amor y las ultimas gotas de tintas que me quedan, Eternamente tuya.

La magia de los lugares ocultos, Disfrute de una temporada cerca de la cordillera de Los Andes, digo cerca porque no atravesé más allá de Chile para terminar en Argentina. En ese rinconcito llamado Valle del elqui, más allá de donde los turistas beben licores y toman helados, más allá de donde los artesanos locales y las sectas alaban a sus dioses, monte un campamento con un par de personas más que me habían prometido que sería una noche inolvidable y que jamás podría volver a tener la misma emoción otra vez. Incrédula y entre risas los seguía paso a paso, me guiaba un arriero de ovejas junto a otras personas que iban con la misma curiosidad que tenía al estar allí. Las montañas eran enormes, y el sol ya comenzaba a bajar a media tarde, lo que se agradecía pues comenzaba también a sentirse más fresco. “Todos admiran los amaneceres, pero jamás han visto salir la luna” aseguró uno de los que iba con nosotros. De un momento a otro la oscuridad en medio de la quebrada donde estábamos acampando se hizo presente: era tan intensa que no pude ver mis manos, el cielo estaba tan oscuro que parecía no existir el espacio ni las Estrellas, confieso que me invadió la angustia por unos segundos hasta que la magia llegó. Desde la punta de las montañas comenzó a descender la luz de la luna iluminando todo a su paso, cubriendo de un manto plateado todo lo que alcanzara hasta imponerse de la manera más majestuosa que he podido presenciar entre las cumbres de las montañas que nos rodeaban. Era la magia de la naturaleza en todo su esplendor, el corazón se me detuvo y no podía respirar de la impresión, me sentía ínfima ante el espectáculo y completamente enamorada de estar presente en ese momento y lugar. Nunca nada se podría comparar a esa primera vez, donde me sentí infinita y privilegiada, porque claramente esa emoción solo es una en un millón, entre esas montañas, en medio de esa quebrada y solamente en ese rinconcito alejado del mundo.

Carta 16, al portador del compás dorado. Vi espectros por primera vez en la ciudad de los espejos, aún no estoy segura de lo que quieren sin embargo soy inmune al estado de alucinaciones que provocan a los habitantes mayores hasta hacerlos caer en la locura; a los niños solo los ha dejado huérfanos de padres suicidas o que han escapado sin ellos en sus brazos, la ciudad de los espejos es peligrosa. Por más que sigo los mapas que Genaro dejó para guiarme, no logro entender cómo seguir sus pasos, las brujas me susurran que debo crear mis propios caminos: iniciar una nueva travesía, pero es imposible si mi plan es cerrar cada puerta que los portadores de la daga han dejado abierta. Los espectros me siguen día y noche, son la oscuridad misma que se ha hecho mi aliada contra quienes desean el poder de la daga ¿Acaso tú posees algún ente que te protege? A veces creo que estoy loca y que vivo atrapada entre sueños y alucinaciones desde que atravesé la primera puerta. Dejo esta carta esperando que en algún momento atravesemos la misma dimensión y sepas donde voy o por donde he estado, al fin de los días tú caminas a travez de las puertas que los antiguos portadores han dejado abiertas y ahora entre sueños puedes saber cuales son las que atravesado.

Según las propias palabras de Tabatha: Lo había visto en un sueño. A sus cortos doce años había empezado con la imagen constante de un chico, para ella era normal soñar con él y hasta guardarle algo de cariño, solo porque era un ideal que aparecía en diferentes situaciones en su imaginación, aunque no era como cualquier chico que paseara por Génova, ni tampoco como alguno que trabajase en las tierras donde ella vivía. A sus quince años ya hablaba de aquel sujeto con normalidad, los sueños se habían vuelto mas recurrentes y siempre la dejaban con la misma inquietud: él está buscando algo, él está buscándome. Había susurrado un par de veces mientras estudiaba las bitácoras de Genaro en busca de alguna señal que le hiciera sentido en cada mundo que observaba en sus sueños. “Iré tras él” Fueron las únicas palabras que termino diciendo a sus dieciséis cuando la daga fue parte de ella, a lo que Genaro solo respondió con una sonrisa, como si supiera que aquella frase había tardado años en llegar, el que ella tuviera que salir en búsqueda de aquel sujeto desconocido que la seguía y la encontraba solo en sus sueños, entre el velo de la imaginación y la realidad, el único lugar donde todas las dimensiones abrían sus puertas para poder viajar entre cada una de ellas.

Tengo ganas de comerte a besos, siempre me ha gustado esa expresión “comerte a besos” porque claro, no es un acto de canibalismo, pero si una prueba de fe, casi casi de confianza o de amor. Ganas intensas de poder besarte hasta que se me acabe el último aliento, donde mi boca toque tu boca y poder probar de ti el sabor de tus labios. Besarte con hambre hasta hartarme y aun así volver a devorarte hasta que te hartes, hasta que me duelan los labios. Quiero comerte a besos en plural, o a un beso, singular, un solo beso que me haga estremecer, que te haga enloquecer que nos cambie la vida. Sentir ese beso hasta el punto alteres el último átomo existente en mi cuerpo, la última molécula o alteres la química de mi universo. Tengo ganas de comerte a besos o que me comas a un beso. Pero que nos besemos con tanta pasión que ya no existan dudas de lo que queremos, de que nos queremos. Lo que pase primero, pero que pase. Porque si no pasa, seguiré ideando planes para poder besarnos, de diferentes maneras y en diferentes lugares, porque tengo unas ganas tremendas de comerte a besos, o a un beso.

El viajero, el cazador y el astrónomo. Tres títulos que significaban una sola cosa: fuentes de poder, personas invisibles y una eterna búsqueda de algo que jamás perdieron. El viajero llevaba el oráculo que lo guiaba hacia lo desconocido, ciego de su instinto, pero fiel a lo que un objeto parecía indicar, le mostraba el camino por el cual debía viajar y no dudaba en su andar. El cazador llevaba el arma, se defendía y sobrevivía entre los diferentes destinos que llegaba a visitar, defendía al grupo y sabía que su propia vida era la carta que debía jugar si la situación no daba para más. Pero el astrónomo, el solo traía consigo un catalejo, la pieza mas importante que el arma o una brújula, su catalejo podía mostrar aquello que debían encontrar, lo que estaba oculto a los ojos de cualquiera y solo podía ser visto por los de él. Cada uno había sido elegido por el universo, por la magia y sus habilidades, porque para ellos, el azar o las casualidades no existían. Porque claro, el viajero era el único que leía el oráculo, el cazador había luchado por ser el portador de la daga y aquel que se perdía en el universo viendo a través del catalejo: había nacido ciego y en aquella reliquia había encontrado su libertad.

Cuando Genaro me recomendó no vivir en un mundo que no era el mío, por muy tentador que pareciera, no lo entendí. Aunque claro, siempre hubo un sinfín de cosas que no comprendí hasta que fueron tarde o aparecían frente a mi entre sueños como mensajes de advertencia. Genaro me había otorgado una tarea que pareció simple en un inicio: Cierra todas las puertas que he dejado abiertas y jamás veas hacia atrás. Era una orden simple para una chica de dieciséis años, aunque tarde descubrí que eran muchas tareas que cumplir cuando él había dejado pasadizos abiertos entre dimensiones hasta que se hubo cansado de viajar, era curioso saber que ser una portadora de reliquias incluía un manual que se pasaba de boca a boca en aquel multiverso si no se caía a la locura o no era atrapado por algún cazador de recompensas. A Rita la había conocido en uno de esos viajes sabiendo que su mundo no era uno donde yo podía habitar, tampoco el mío era uno al que yo la pudiera raptar, porque nada ganábamos siendo un par de valientes aventureras contra el mundo y las reglas prescritas, si al final de los días entre puerta y puerta, también dejábamos parte de nuestras vidas al atravesarlas.

“Ser una mujer normal, ser normal mujer” entre todas las cosas que me definen, a mi parecer cada vez que nace una mujer se ve tallada en su camino por la mano de sus guías. De la mujer que le enseña, de la mujer que la cuida, de la mujer que le da risas y de la mujer que la empuja cuando ya no se sabe que hacer. Una mujer está forjada de pequeñas partes de otras mujeres, que a su vez han sido moldeadas y enseñadas por generaciones de mujeres, cada una dejando lo mejor de sí en cada guerrera que pisa la tierra. Desde la manera en que se habla con dulzura y cariño, hasta el lenguaje de miradas que solo entre hembras se puede entender “lenguajes secretos” o “técnicas milenarias” para no ser descubiertas por hombres. Ser mujer es parte de eso, de estar alerta, de estar despiertas y por mucho enojo que nazca al decir esto: ser mujer también es estar constantemente en el centro del huracán. Solo mujeres se cuidan entre mujeres, ser mujer es sororidad, es brujería y lucha, ser mujer es mantener al mundo entero girando mientras se camina sobre un par de tacones. Ser mujer siempre ha sido un misterio, porque está lleno de muletillas y dialectos, ser mujer es despertar habilidades y volverse una guerrera.

“Te dije que no te acercaras a mí” Habían sido las palabras detonantes del futuro incierto de Tabatha, quien permanecía de rodillas frente al desconocido con un cuchillo punzándole la garganta. Sí, había leído las advertencias y visto en sus sueños el camino que no debía seguir, pero allí estaba sin haber hecho caso a nada con tal de forjar su propio destino entre un mundo y el otro. Tenía en su bolsillo la daga, pero no le quedaban energías para defenderse e incluso comenzaba a tomar como buena idea el morir para dejar de correr. Le habían contado como serían las cosas incluso antes de ser la portadora de una reliquia maldita, le habían advertido también que no debía hacerles caso a las sombras ni mucho menos seguirlas. “Acabemos con esto” Le respondió en un susurro cerrando sus ojos para poder aceptar su destino, palabras que resonaron en su mente una vez pronunciadas por sus propios labios, no había llegado viva hasta ese punto para morir a manos de un ladrón, quienes cuidaron de ella tampoco habían dado su tiempo para que ella terminase de rodillas en un mundo desconocido, siendo comida de peces o la diversión de hombres en un bar de mala muerte. Entonces abrió los ojos y alzo su mirada, la mirada de la niña encantada, la mirada de quien era portadora de un sigilo tatuado en su brazo que le impedía saber de su pasado y por consecuencia, no le preocupaba su futuro. Tomo la daga en su bolsillo con suavidad de no ser descubierta, aquel hombre hablaba de mas en los segundos que le tomó hacer un movimiento y cortar el muslo ajeno para causar la distracción, aunque su cuello sufrió la lesión de un corte menos lacerante que su captor. Acto seguido y aun arrastrándose por el piso del miedo cortó la nada poniéndose de pie para abrir una puerta como vía de escape, su enemigo tras ella, se retorcía del dolor mientras la magia de la daga hacía lo suyo contra la carne de su pierna.

Mis ojos se fueron cerrando mientras mi cuerpo reposaba casi sobre tu pecho, sentía tu respiración y por inercia o un juego infantil intentaba que fuesen en ritmos diferentes: tu exhalabas, yo inhalaba, así nuestros cuerpos se acoplaban el uno junto al otro mientras te aplastaba, aunque fue en vano porque incluso el ritmo de nuestros corazones empezó a ser el mismo, respirando al mismo compás. Una parte de mi respiraba tu perfume, el mismo que en otro momento me sonrojó las mejillas y me sedujo hasta el alma, en ese momento me relajaba haciéndome caer rendida entre tus brazos y los de morfeo lo quisiera o no. Estabas allí, presente, sentía tu calor y el cómo acariciabas mis cabellos con una de tus manos, sentía que me podrías proteger de cualquier pesadilla que me hiciera despertar desorientada o con ansiedad, sentía que eras real mientras él calor de tu abrazo envolvía mi cuerpo. Soñé que estabas allí conmigo, En realidad Te imagine a mi lado Mientras el olor a tu perfume permanecía en mi almohada en tu ausencia y solamente en mis sueños podía volver a encontrarte.

Supongo que existen diferentes versiones del karma, jamás he sido victima del karma malo, pero probablemente del karma instantáneo, aunque también soy creyente de la acción y reacción así como de la metafísica. Acabo de leer algo bellísimo y tenía que escribir de ello de la manera más informal posible con tal de compartirlo: Todas las relaciones pasadas que tuviste, son la razón de tus atracciones aquí, en el presente. Es decir, cualquier persona que te atraiga (y que haya cierta reciprocidad en ello, creo)le conoces de vidas pasadas. Te atrae porque le conoces. Porque en otra vida y bajo otras circunstancias, se conocieron y quizá se amaron o no, pero tienen otra oportunidad: ahora. Y se repite. Es kármico. Y me parece lo más hermoso el hecho de que el sentimiento que vivas en este mundo sea una segunda oportunidad para amar a alguien locamente una vez más. Y dejarlo incluso, si no se dan las cosas. Y reencontrarse en otra vida.

Cosas extrañas me suceden todo el tiempo, como explicar que una primera cita se puede resumir en la azotea de un edificio desconocido junto a una persona que me había raptado bajo mi propio consentimiento en su moto. A veces lo recuerdo con nostalgia porque se sintió un escape de una realidad que había creado con pinzas, donde mi mente se libero y me permitió ser “yo” por una noche, como el hechizo de cenicienta que termino a medianoche, el mío acabo cuando nos separamos. Fue increíble. No hay palabras para describir como la sencillez de una conversación en buena compañía te puede iluminar la vida y hacer sentir bien, hacer creer que nunca habrá ningún encuentro tan intimo como aquel donde los silencios también hablan entre miradas y sonrisas, donde existe la comodidad para no tener vergüenza en tocar temas diferentes sin detenerse en discusiones sin sentidos, donde todo parece estar envuelto en una torpe tensión de dos personas que se atraen y que esperan el momento para poder dar ese paso del que saben que serán esclavos de sus deseos, como dos personas que cuando están juntas son fuego, que cada vez que se separan quedan cenizas, pero cuando sus miradas se vuelven a encontrar, vuelven a arder.

“Si el patrón se entera de que estás metida aquí, nos va a echar a las tres a la calle de una sola vez” Marta regañaba a Tabatha mientras la tomaba por el brazo y la lanzaba fuera de la oficina para llevarla hasta la cocina, todo fuese para no dejar huellas de que la pequeña había estado allí, si bien en esos tiempos ella solo se dedicaba a inspeccionar la casa que parecía tener mas habitaciones que habitantes y muchísimos mas secretos de los que podía imaginar a su corta edad, pero era curiosa y cuando se cansaba de aprender de cocina o jardinería se disponía a correr por los pasillos; gracias a eso Tabatha había aprendido a respirar tan bajo para que no se escuchase su respiración, a pisar despacio para que sus pasos no hiciesen eco en la madera y a moverse con gracia para que su presencia no fuese jamás un estorbo, ella había aprendido a ser invisible con tal de no incomodar a nadie en esa lugar. Su vida fue un constante “nadie puede vernos” o un “no podemos esta aquí” cada puerta, cada libro, cada mapa, todo tenía prohibición hasta que fue el mismo patrón quien la invitó a conocer parte de aquella mansión. “Un pasado es importante cuando marca presencia en el futuro, de lo contrario no hay razón para contar parte de él” Don Genaro tenía gran conocimiento y siempre le recordaba aquello, aunque el de ella no existiese era alguna manera de animarla a continuar con su presente y vivir su futuro, él la había tomado como objeto de su colección de extraños artilugios de dudosa procedencia que habían llegado a sus manos quizá quien sabe cómo o quizá habían sido encontrados entre la maleza al igual que ella. Él mismo fue quien empezó a desenterrar los misterios ocultos en su oficina, mapas de lugares que jamás habría imaginado, libros escritos en otro dialecto que siquiera él podía entender incluso algunos que poseían dibujos sospechosos, animales y reinos, fantasías que parecían venir de la imaginación de un viejo senil, entre ellos también, su bien mas preciado y por el cual aseguraba que le faltaban dos de sus dedos, una daga que abría puertas a otros mundos, él le contaba historias a una niña que alucinaba con conocer el mundo y un viejo que parecía haberlo conocido todo.

Para Tabatha eran contadas las cosas que recordaba: siete años, una marca en su brazo y sentirse perdida en un mundo que se le hacía desconocido. Tenía la edad suficiente para saber que estaba sola, pero no la suficiente para poder sobrevivir por mucho tiempo si se mantenía de esa manera. Había despertado en medio de una sala de emergencia, rodeada de señoras que no reconocía, realmente no conocía a ninguna de ellas pero la habían adoptado en el momento que la encontraron. Marta, Lucia y Alberta, tres mujeres que trabajaban en el viñedo de don Genaro a puertas adentro y simplemente se habían hecho cargo de la intrusa que estaba oculta entre la maleza, tres mujeres que terminaron criando a una niña entre recetas de pasteles y olor a limpiador de piso.

Esto soy, una historia a medio narrar, un reflejo que no quiero mirar, un ojo que intento ocultar, soy un manojo de angustia y calma, una contradicción viviente, que no tiene un rumbo definido, pero sabe bien en qué lugar permanecer sin miedo. Soy un reflejo de mis orígenes y una fractura en sus creencias que los une con un motivo común, mi destrucción. He sido la paz y la guerra, dependiendo de qué lado esté mi lealtad; no soy el bien ni el mal, perfectamente puedo ser ambos, porque aún me estoy construyendo en medio de mi propio caos.

Muchos de nosotros éramos llamados cazadores, es gracioso pensar en un “muchos” cuando estábamos contados con los dedos de una mano; jamás nos agrupábamos como una manada o un equipo para trabajar por un mismo fin, sin embargo, todos teníamos el mismo sentimiento de existir solo para servirles a nuestros reyes, padres o dueños ¿Dueños? Sí, además de ser tratados como objetos de valor viviente, otros corrían con la suerte de ser maltratados como animales, lo curioso era que nuestro poder era superior a cualquiera de ellos, más no lo utilizábamos en su contra porque el mantenernos con vida ya había sido suficiente para que se ganaran nuestra lealtad. Henry fue el que corrió con la peor suerte de todas, drenado como un puerco recién degollado, los reyes de su dimensión usaron su sangre a su propio placer hasta que por su locura ya no lo resistió más, el no había pedido nacer como un Antari, ninguno de nosotros lo había pedido y también compartíamos el no tener idea de donde proveníamos, solo saber y reconocer que éramos príncipes o princesas de un reino y que debíamos servirles. Eso, si no huíamos. Si no nos cazaban antes de que pudiésemos atravesar de un lugar a otro y pese a que pase por varias dimensiones antes de llegar a Arnes para encontrar un buen refugio con sus reyes, la vida lejos de todo lo que se llama magia siempre suena mejor. Lo que tampoco tenían en cuenta era que muchos de nosotros nos habíamos vuelto unos expertos cazadores de nuestros propios destinos, sabíamos oler cuando venían por nosotros y corríamos mucho más rápido hacia las puertas de un nuevo mundo, éramos valientes para abrir las que encontrábamos y mucho más osados para crear las propias.

Siempre hablo del como una parte de mi ha muerto sin pensar en las que aun quedan vivas ¿Acaso han renacido nuevos fragmentos? ¿O serán los viejos que se van entrelazando para crear borrosos recuerdos? Una parte de la memoria se nubla y se vuelve densa como la marea más quieta que en la vida pude navegar, porque cuando hay lluvias y la mar se vuelve ruidosa, es solo el reflejo de aquellas emociones guardadas en el abismo. He atravesado los siete mares y he vivido en las mejores costas, he seguido los problemas hasta cansarme y dejar que ellos lleguen a mí por si solos durante siglos, mi don era encontrarlos, mi habilidad: librarlos, pero cuando me vi atada de manos sin remos y flotando en medio del mar dentro de un esquife sin remos, comencé a considerar seriamente que el mar Arnesiano sería peor enemigo que mis recuerdos borrosos y mis divagaciones sobre la vida o la muerte.