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The Queer God, by Marcella Althaus-Reid
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Apuntes para hacer teoría feminista
Por Bach. Pedro Gabriel Chaverri Mata Una teoría feminista debe ser aquella que de manera interseccional se posicione a nivel político en pro de una defensa absoluta e inquebrantable por la autarquía y autogestión armoniosa de todas las personas, englobada dentro de una perspectiva que celebre todo aquello inherente a su humanidad y su diversidad y que se adapte a la multiplicidad de realidades que implica el amplio y diverso espectro de posibilidades de lo que se establece como “ser humano”. Una teoría feminista crítica se alimenta de la perspectiva de género como catalizador, mismo que desde hace poco es que aparece en la palestra social dentro de agendas políticas y demás visibilizadores discursivos. El género debe denunciar las relaciones subordinadas de las mujeres respecto a los hombres; es una categoría política de denuncia del sistema patriarcal. Tiene mucho potencial revolucionario, sin embargo es posible evidenciar como el neoliberalismo lo ha tergiversado en favor exclusivamente de mujeres de clase media/alta (feminismo blanco y occidental). Una explicación de ésto podemos encontrarla en Focault (1975), quien aduce que los sistemas del poder en que se basan nuestras sociedades llegan a producir sujetos que después no representan dentro de su universalidad. Esto nos lleva de vuelta a una categoría ambigua y carente de estructura de poder que le determine como sujeto, pero en las ocasiones donde sí sucede que es visto como tal, esto se hace desde una visión excluyente y limitante. Las teorías feministas estipulan y reivindican la existencia de una categoría a definir como “de las mujeres” relacionada con la representación política y los intereses y objetivos feministas. A partir de ello se establece la evidente invisibilidad de las mujeres como sujetos políticos, y como éstas son víctimas de un lenguaje que las excluye, como una concepción dominante que no las considera, por tal, como un sujeto con representación. Partimos, entonces, de una premisa general donde se estipula que existe un imaginario identitario con rasgos similares para todo lo que se denomine como perteneciente a la categoría de mujer, una categoría necesaria para etiquetar pero sin mayores aspiraciones por ejemplo hacia una visibilidad política. Focault (1975) aduce que los sistemas del poder en que se basan nuestras sociedades producen sujetos que después no representan dentro de su universalidad. Esto nos lleva de vuelta a una categoría ambigua y carente de estructura de poder que le determine como sujeto, pero en las ocasiones donde sí sucede que es visto como tal, esto se hace desde una visión excluyente y limitante. La identidad, es en esencia, un efecto de practicas discursivas y la traducción histórica de rasgos y valores considerados como normativos y dignos de ser reconocidos y aceptados, rasgos y valores que no son naturales, si no más bien, que parten de una matriz cultural, que da voz, voto y existencia a dos seres únicamente y elimina la posibilidad de existencia de personas cuyo género no se asocia a su sexo.Un conflicto central que se legitima por medio de la sociedad patriarcal es el como las mujeres son sectarizadas como una categoría aparte de lo tradicionalmente humano, lo social, y son tratadas meramente como un número en una lectura de indicadores y como un problema a solucionar. Todo esto responde a la concepción liberalista de comprender y ordenar la vida humana como principal sistema opresor articulado con el sistema Dado que la oposición entre la binariedad masculino-femenino es el parámetro más utilizado y exclusivo para reconocer el sujeto de la categoría “mujer”, es imposible escapar del campo de la representación que amplía la ambiguedad del sujeto “mujer”, por tanto es factible adoptar una posición flexible y reflexiva sobre lo que se considera natural dentro de una categoría identitaria, evitando dar por asumido el entendimiento de lo que significa ser “mujer” u “hombre” dentro de un sistema de séxo-género como el propuesto por Gayle Rubin que define un esquema de valores donde el género asignado es equivalente a los órganos del sistema reproductivo correspondientes a cada ser humano. Es allí donde se vislumbra el daño colateral que una heteronormatividad androcentrista genera en el imaginario social y en la adopción de prácticas y tradiciones.Por otra parte, Luce Irigaray, en su obra Cuerpos que importan (1993)  afirma que las mujeres constituyen una paradoja dentro del sistema de identidad y habla principalmente de la construcción de una identidad versus la corporalidad, distinguiendo entre forma y materia como lo propusiera alguna vez Platón. Así muestra que las oposiciones binarias se construyen debido a la exclusión de otras posibilidades, y que la binariedad hombre-mujer es el principal arma de destrucción masiva de identidades que pudo construir la norma androcentrista patriarcal. Por otra parte, Beauvoir, desde su vertiente, establece que el sexo femenino es una carencia frente a la identidad masculina.Butler, desde su trinchera, sugiere una institucionalización del proceso de regulación de las personas y sus identidades, pues reconoce un enorme trasfondo que antecede la construccion de estas. Por ello las teorías queer, gay y feministas se apoyan en la legalidad y normatividad de la construcción del género para determinar los parámetros que se utilizan para imponer y elaborar normativas sociales con respecto a la corporalidad. Por lo tanto propone la existencia de un proceso regulador incorporado que dicta cómo el género es un proceso mediante el cual se normativizan  y disciplinan las personas a través de normas que se incorporan en los actores sociales desde épocas muy remotas. Partiendo del principio universal de determinación del ser humano que le concibe de manera diferencial dependiendo de su raza, sus aspectos fenotípicos, su morfología, su etnicidad, la categorización de esta, su sexo y la verificación perceptiva de dicho sexo. A algunas personas no se les reconoce como tal y esto conduce a un orden de vida infrahumano. En ese sentido es que el reconocimiento, siempre ligado al deseo, se convierte en una forma de ejercer el poder sobre los que se encuentran en posiciones de desventaja desde diferentes niveles
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“Hemos comprobado que este hombre agita al pueblo”
lucas 23, 2.
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Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás.
Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos servir a las mayorías pobres.
Monseñor Romero (Homilía 2 de abril de 1978, IV pp. 132-133)
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“Ideología de género,” De Como Hacer Religión Las Crisis: La trampa neo-pentecostal
Por Bach. Pedro Gabriel Chaverri  El género como categoría de análisis y su potencialidad transformadora a nivel socio-cultural y polítca es una amenaza latente para estos sectores conservaduristas y opresores.
Los detractores primigenios de los alcances del género como categoría y los movimientos feministas fueron las instituciones que más amenazadas se veían ante las transformaciones socio-culturales que éstas epistemes suscitan: El Vaticano y sus conglomerados eclesiales, quienes, temerosos ante la potencialidad de un nuevo orden social donde no imperara el miedo a la transgresión del cual ellos como entidad se alimentan, orientaron esfuerzos hacia desestimar y deslegitimar sus principales postulados teóricos y prácticos, procurando una asidua demononización, por que así es como operan ellos, mediante la explotación del miedo y la ignorancia de las personas comunes. El que los cuerpos de las mujeres y demás sujetos subalternalizados escapen al control de lo religioso implicaría perder su principal trinchera de dominación. El establecimiento de un “coco”, o un enemigo fantasmagórico en común, es el principal mecanismo de influencia de las conglomeraciones neo pentecostalistas, que se valen de el término como una especie de sombrilla soluble que puede representar toda una plétora de demandas, sean estas reales o no, y sean estas contingentes con la dignidad y la realidad humana o no, añadiendoles dotes quasi-fantásticos apoyados en el miedo a las transformaciones sociales y brindándoles cualidades destructivas y con consecuencias punitivas por parte de su interpretación de la palabra de Dios. Estos mismos grupos, de forma perniciosa se vinculan con partidos político de extrema derecha con conductas conservadoras y hasta fascistas para establecerse como un amalgama sórdido de alcances politiqueros masivos.
Estos grupos neo pentecostales han sido fructíferos en sus estrategias gracias al establecimiento de una micropolítica de la vida cotidiana fuertemente arraigada con una teología política que llevan al campo de lo tangible a través de sus discursos y prácticas asistencialistas. Dicha teología política responde a la ejecución de su interpretación de lo mítico en el plano tangible, mediante la creación de interpretaciones, personajes, voluntades, artificios, mecanismos y tradiciones que funjan como terceras personas mediadores entre las voluntades divinas y el pueblo, virando la observable realidad de que dicha intervención divina no es otra cosa que maquinaciones de ambición y rostro muy humanos, escudándose en el discurso de la fé y de la justificación del infortunio, el cual, para ninguna sociedad de ninguna época ha dejado de ser una constante aleatoria y recurrente. Conquistar la lógica detrás de la aleatoriedad de los eventos negativos o positivos en la vida de la gente común es una estrategia política inagotable y a prueba de errores para el control de las masas y el inconsciente colectivo. En la tradición judeocristiana es muy fácil observar como éstas instituciones solamente ganan terreno en el ejercicio soberano del poder a medida que el crecimiento demográfico prospera, sentando así las bases para instituciones de corte incuestionable a nivel mundial incluso en nuestros tiempos, como por ejemplo El Vaticano.
Las lecturas fundamentales y normativas de la Biblia corresponden a un punto de partida metodológico para éstos grupos conservadores, fortaleciendo una perspectiva patriarcal de lo teológico, el análisis y su quehacer. La existencia de una teología que pueda leerse como componente estructural de lo que en occidente se conceptualiza como patriarcado, es la respuesta a siglos de cercenamiento y veto de los aportes en materia científica, histórica, artística e incluso espiritual de las mujeres. Es importante cuestionar la profundidad de procesos de reflexión sobre la propia espiritualidad, creencias y la experiencia divina, cuando éstos trazan su límite de alcance teórico en la participación de las mujeres, con motivos realmente turbios para dar sentido a ésta mutilación del corpus humano del conocimiento. La visión facultativa de una teología que desprestigia y condena desde su concepción como rama de la ciencia y la historia a la totalidad de las mujeres es casi inverosímil, es absurdo pensar en un Dios potencialmente creador de todo el universo y su equilibrio, pero que estipulara discriminaciones incuestionables pero verdaderamente aborrecibles contra una buena porción de su creación. La incuestionabilidad de las disposiciones clericales, el corte androcéntrico de las leyes, tradiciones y cosmogonías, así como la simple y llana ignorancia, podrían ser las culpables de que exista una teología tradicional en esencia discriminatoria, absurda, irracional, incoherente, contra-discursiva, incongruente, disparatada, inadmisible…
Es necesaria la apropación y aproximación hacia una teología feminista, la cual es, per se una teología liberada, y que continua constantemente en aras de profundizarse en cuanto a auto-crítica y auto-reflexión, en pos de liberarse progresivamente a medida que los tiempos van cambiando y las sociedades y concepciones espirituales y religiosas vayan evolucionando. Un punto de partida para una teología feminista debe ser el trascender la estática corporal sobre la cual se erigen los cánones vigentes del mundo actual; arcaicos, construidos desde la perspectiva de solo un tipo de subjetividad es, solo un tipo de corporalidades. Una teología que considere la diversidad de experiencias a partir de distintos terrenos de mayéutica y teorética, pero también, de práctica. Una teología que evidencie una multiplicidad de experiencias de la divinidad, de Dios. Una teología que sea un espacio de encuentro atemporal y ahistórico, completamente inmaterial, que se precie de brindar la maravillosa comprensión de que la vida de cada persona es el resultado de una multiplicidad infinita de factores que se intercruzan para dar lugar a una experiencia única e irrepetible en el cosmos, y que allí mismo es donde reside la concepción más pura de lo que es un Dios, o el Dios, y por ende son infinitas también las formas de percibirle e incorporarle en la cotidianidad. Una teología que abrace la existencia de una divinidad, de un Dios, multicorpóreo, universal, amorfo, que se renueva cotidianamente en la dulzura y en la amargura de las miles de experiencias posibles para un sólo ser humano. Una teología feminista debe transitar dentro de una gama dinámica de interacciones y tiempos históricos para así poder permitir una comprensión a profundidad de errores del pasado con miras a no brindarles continuidad en el futuro. Para poder seguirse liberando, la teología debe salirse de las iglesias y de las academias y debe encontrar su rostro humano, en las calles y en la multiplicidad de contextos que configuran el espectro humano. Comprender y elaborar sobre la esencia, casi reducida a su expresión infinitesimal, de una divinidad que se reparte entre todas las personas, cuerpos, ideologías, creencias, prácticas, tiempos, trasfondos. Predicar que la teología la hacemos los humanos, pero que ciertamente Dios está en la verdad, y que la verdad no es nada más ni nada menos que la búsqueda de ésta.
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El Señor Crespito
Por Bach. Pedro Gabriel Chaverri
¿Cuál es mi relación con la teoría? Mi relación con la teoría siempre había sido esquiva, había consistido, desde que hago uso de la razón, en evitar preguntas como la que genera éste ensayo.  En mantenerme al margen de cuestionamientos que pongan en contradicho la calma plana de mi horizontal existencia. Involucrar, en el menor grado posible, copiosos planteamientos filosóficos arcaícos que, considero, en mi noble ignorancia, contribuyen con el menor provecho a mi diario vivir. El cuestionar lo pre-establecido no era un ejercicio con el cual fui programado para asimilar y ejecutar. Al ser criado en un ambiente estrictamente conservador, muchas veces, preguntas chispeantes de imaginación y con extenso alcance, inclusive teológico, que pudieran cruzar mi mente, se veían apagadas con feroz velocidad, como si fuera la chispa de una fogata a punto de iniciar el más incontrolable de los incendos. “¿De dónde salió Dios?”, preguntaba, con ávido espíritu inquisidor. “Le doy gracias a Dios por ponerme en la religión correcta”, decía, con una tajante certeza de que, quien no obedeciera la doctrina cristiana católica romana y apostólica estaba pavimentando su camino al más caliente y eterno de los infiernos. “No piense en eso, o se va a volver loco”, me decían mis padres y abuelos, asustados por la posición que debían tomar ante tal cuestionamiento. “Dé gracias a Dios que se obtuvo un sobresaliente en Estudios Cívicos, pero pídale para que suba un poquito en Aritmética”, me decían, seguros de que el dios regente de todos los universos estaría pendiente de las calificaciones de un niño cualquiera en la más común esquina del América Central, en lugar de estar influyendo sobre los resultados electorales del gobierno austriaco, o salvando las vidas de tantas víctimas que perecieron un 11 de septiembre, año 2001.
Me rasco la cabeza por que ya empiezo a divagar. La teoría, eso era. Fui programado de manera vivencial, neuro-linguística, social e inclusive adoctrinado para no preguntar de más. Para agachar la cabeza y conformarme,pero eso sí, a rezar, seguro de la eficacia de una oración para generar lo que yo deseo que suceda, o el resultado de un evento lógico. Rezar. A la diosa Fortuna, al dios de los cielos y los infiernos, al dios dinero. Rezar siempre fue mi forma de hacer teoría. Rezando fui enseñado a ver a un dios hombre, barbudito y crespo, como lo era Marx, de bata como lo era Santa Claus, pero eso sí, blanca y con cintas doradas, de piel blanca como lo era yo y como lo eran mis padres. Rezando construí por muchos años mi realidad. Conformado a la voluntad de dios cuando las cosas no salían como yo deseaba, seguro de que todo iba saliendo conforme a lo escrito en El Libro de la Vida, con un terror gigantesco a la ira de ése dios proveedor que me escuchaba sí o sí. Rezando, seguro de mi inventiva, de la existencia de una tecnología eclesiástica que hacía fungir el silente espacio de un templo como antena parabólica de intensidad superior que convertía mis plegarias en una suerte de rayo láser que llegaba directamente a las manos de dios, donde el convertía ése hálo de luz candente en una realidad que luego lanzaba, con un bate de béisbol, hacia el techo de una casa en una esquina en Centroamérica donde yo la recibiría y sería feliz como una lombriz. Rezaba para que el señor barbudo y crespito me enviara lo que yo había pedido para navidad ése año, seguro de que existía un registro ineludible de cada acción y cada pensamiento realizado durante el año en curso, que derivaría en juguetes o piezas de carbón según fuere la apreciación de mi comportamiento por parte de un niñito etéreo y celestial llamado Jesús. Rezaba, y prisionero de los guetos de mi mente identificaba a todo lo que representara otredad como perverso. Rezaba,y temía de mí mismo inclusive, temía de la orientación de mi deseo sexual por que era como si hubiera dejado alguna ventana del alma abierta y se hubieran colado esos fuegos satánicos que emanaba la sociedad, y me comenzara a quemar por dentro. Rezaba, por que desde mi topología, encontrar atractivos a mis compañeros de curso era una cruz que debía cargar en silencio. “Cargar en silencio la cruz como lo hizo Jesús” (hice un verso, y sin esfuerzo), ésa era la teoría que yo un día tuve que escuchar y aprender dicha por el padre Fernando Cartín Meneses, quien ante mis ojos era emisor de ese dios barbudo y crespito, en una iglesia donde yo creía que se encontraban las escaleras por las cuales las almas buenas subían al eterno cielo.
Por mucho tiempo, mi relación con la teoría fue evitar componendas con una sociedad diversa que cobraba fuerza en la América Latina de la primera década del 2000, y asumir una posición condenadora, contra lo especial, contra lo abierto, contra las expresiones positivas de corporalidad y establecimiento de la felicidad fuere con quien fuere. Pero principalmente, contra mí mismo. Seguro de haber puesto un alto a la mala hierba de la aberración en la que temía convertirme, decidí estrangular a ése niño satánicamente homosexual con un rosario y un escapulario y encomendarme a los caminos del Señor crespito y barbudo que para mí era Dios, rey de reyes, causa de celebración de la navidad.
Un día, como por designio del señor crespito, vine a nacer en éste país candado, empujado por el viento amenazante del peligro, y aquí eché raíces muy profundas. Mis padres, quizás viéndose libres del panóptico religioso vigilante de mis abuelos, quizás por simple cansancio emocional y físico, dejaron de atender a la misa dominical, un domingo sí y el otro también, una semana santa sí, y la navidad también. Y así se empezó a completar mi gran cisma de las ataduras eclesiales. No supe más de el Jehová compasivo con violadores y sexistas, del Jehová que daba rienda suelta a la imaginación perversa de asesinos e instigadores de la guerra en todo el orbe, mismo Jehová que hace mala cara a dos mujeres que se aman de por vida y no hacen ningún mal a nadie. No supe más de ése absurdo señor crespito. Ése, considero, fue un hito que marcó, no sólo mi vida si no también mi relación con la teoría.
En el momento en que me solté de Su divina y gigantesca mano que forma nubes, montañas e ideologías derechistas, empezé a trabajar un poquito más en mí. En aceptar que, sea quien fuere que me atraiga romántica y sexualmente era más que irrelevante y eso no estaba supeditado ni a mi dignidad humana ni a mi derecho a tener derechos. Comencé a vislumbrar un futuro bonito, en el cual puedo esparcir conocimiento y educar a las personas en el amor propio y hacia los demás, y a apoyar las luchas por algún día lograrlo.
Estudiar Género y Teología no fue lo que cambió vorazmente mi forma de ver el mundo, pero sí me brindó el instrumental teórico que necesitaba para sentirme validado y para poder armarme contra él ejército del señor crespito que solo quieren verme bajo tierra por los siglos de los siglos, amén. Pero puedo decir con certeza, que mi mayor hito en la historia de mi formación humana, teórica y lo que se quiera, es poder afirmar que la persona que fui en el año 2007 estaría completamente aterrada de la persona que soy en el año 2015.
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in my mind, there are two Gods: the first, the One i knew and grew with; the One i loved from so young. He, who i ripped apart books for, who i prayed to for other people’s salvation who i surrendered my soul to again and again without realizing the cost. (i asked to be a victim soul, Lord, i take it back. i take ME back.) the last time i prayed to Him and really meant it i fell asleep and woke with dead family. we haven’t spoken since, except in shouts or maybe whispers. the second i am learning. have been learning, in this school of mine. these theologies newer than the ones i was raised in: liberation. feminist. queer. the One i encountered in the Holy Land bright and sacred and holy holy holy they tell me this Holy One is kinder than i have been taught. that my sin did not earn the Son’s death, but rather the Son loved so much He was put to death; but resurrected in love’s ultimate triumph. that this is a Creator for the oppressed, the heartsick this is a Deity for Justice and Love. but these Gods are the same Man (and He feels like Man, still, though God ought to have no gender) and i cannot love the Savior without encountering the Judge. Please, Take this cup from me. Let me love You in a way that is uncomplicated or else let me be released from the guilt i feel is your judgement let me free to find something Holy i don’t have to burn myself to love.
tongues of fire (or living water?) by Drea Onzagle (via dreaonzagle)
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La Teología Feminista: Un acercamiento a Teresa Forcades
Por Bach. Pedro Gabriel Chaverri La teóloga feminista Teresa Forcades, en su libro “La teología feminista en la historia”, argumenta la existencia de una teología patriarcal. Éste sistema y todas sus variables operan a través de la naturalización de los conceptos que nutren su vigencia, por ello, Forcades, (2008, p. 44) establece que la teología patriarcal comprende la observancia tradicional de las ciencias teológicas, la cual excluye a las mujeres de la teoría, práctica y vivencia de la experiencia religiosa y de Dios. Forcades intenta establecer un origen y una explicación dialéctica de la flagrante misoginia extendida en la teología, partiendo del análisis de otros códigos religioso-legales del mundo antiguo así como concepciones de la vivencia de la espiritualidad desde otras vertientes culturales, identificando también en éstas, prácticas tan remotas como contemporáneas, que se ven atravesadas por posicionamientos de exclusión y invalidación de las mujeres como sujetas de derecho y de acceso a la participación en la vida religiosa de las comunidades. Forcades señala con propiedad (2008, p. 45) el como la mayoría de códigos religioso-legales de la antigüedad niegan a las mujeres derechos básicos de autodeterminación, puesto que la subjetividad y libertad de las mujeres no se ven reconocidas en tales artículos legales. Es importante señalar el como, así como la legalidad de los parámetros de actividad humana crean y fortalecen actitudes que a su vez devienen en comportamientos, los principios de ordenamiento religioso también generan cultura y delimitan la sociedad. Aunque tal vez no sea inmediatamente correcto establecer como consecuencia de disposiciones eclesiales la exclusividad en la propagación de conceptos misóginos entre las sociedades tempranas, si es inequívoca una interrelación sólida entre ambas. Forcades, citando a Engels en El Origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado (1884) estipula en la sociedad moderna occidental, como punto de inflexión tiempo-espacial, el establecimiento de la propiedad privada como punto de partida para la propagación y naturalización de las desigualdades y la misoginia.
La existencia de una teología que pueda leerse como componente estructural de lo que en occidente se conceptualiza como patriarcado, es la respuesta a siglos de cercenamiento y veto de los aportes en materia científica, histórica, artística e incluso espiritual de las mujeres. Es importante cuestionar la profundidad de procesos de reflexión sobre la propia espiritualidad, creencias y la experiencia divina, cuando éstos trazan su límite de alcance teórico en la participación de las mujeres, con motivos realmente turbios para dar sentido a ésta mutilación del corpus humano del conocimiento. La visión facultativa de una teología que desprestigia y condena desde su concepción como rama de la ciencia y la historia a la totalidad de las mujeres es casi inverosímil, es absurdo pensar en un Dios potencialmente creador de todo el universo y su equilibrio, pero que estipulara discriminaciones incuestionables pero verdaderamente aborrecibles contra una buena porción de su creación. La incuestionabilidad de las disposiciones clericales, el corte androcéntrico de las leyes, tradiciones y cosmogonías, así como la simple y llana ignorancia, podrían ser las culpables de que exista una teología tradicional en esencia discriminatoria, absurda, irracional, incoherente, contra-discursiva, incongruente, disparatada, inadmisible…
Una teología feminista debe ser per se una teología liberada, y que continúe constantemente en aras de profundizarse en cuanto a auto-crítica y auto-reflexión, en pos de liberarse progresivamente a medida que los tiempos van cambiando y las sociedades y concepciones espirituales y religiosas vayan evolucionando. Una teología feminista ciertamente debe contener la estructura necesaria para brindar encuentros y desencuentros en cuanto a la experiencia de la divinidad, tanto en éste momento histórico que podría denominarse “capitalista y patriarcal”, como en un momento que podrá incluso, utópica y discursivamente, post-feminista. Si las luchas en pos de generar cambios sociales siempre perdurables y a profundidad tienen un límite, la enmancipación como principio de consolidación de la esencia humana, generadora de momentos de divinidad y de acceso a aquello que no se puede explicar (¿Dios?), deberá ser transitoria pero ilimitada, dosificada, completa e integral. Pues ciertamente, aquello que carece de explicacion racional pero que toca con dulzura las fibras más escondidas de la faz de la humanidad, sea o no una experiencia inherentemente humana, es el factor más importante para continuar con la liberación tanto teológica como social.
Un punto de partida para una teología feminista debe ser el trascender la estática corporal sobre la cual se erigen los cánones vigentes del mundo actual; arcaicos, construidos desde la perspectiva de solo un tipo de subjetividad es, solo un tipo de corporalidades. Una teología que considere la diversidad de experiencias a partir de distintos terrenos de mayéutica y teorética, pero también, de práctica. Una teología que evidencie una multiplicidad de experiencias de la divinidad, de Dios. Una teología que sea un espacio de encuentro atemporal y ahistórico, completamente inmaterial, que se precie de brindar la maravillosa comprensión de que la vida de cada persona es el resultado de una multiplicidad infinita de factores que se intercruzan para dar lugar a una experiencia única e irrepetible en el cosmos, y que allí mismo es donde reside la concepción más pura de lo que es un Dios, o el Dios, y por ende son infinitas también las formas de percibirle e incorporarle en la cotidianidad. Una teología que abrace la existencia de una divinidad, de un Dios, multicorpóreo, universal, amorfo, que se renueva cotidianamente en la dulzura y en la amargura de las miles de experiencias posibles para un sólo ser humano. Una teología feminista debe transitar dentro de una gama dinámica de interacciones y tiempos históricos para así poder permitir una comprensión a profundidad de errores del pasado con miras a no brindarles continuidad en el futuro. Para poder seguirse liberando, la teología debe salirse de las iglesias y de las academias y debe encontrar su rostro humano, en las calles y en la multiplicidad de contextos que configuran el espectro humano. Comprender y elaborar sobre la esencia, casi reducida a su expresión infinitesimal, de una divinidad que se reparte entre todas las personas, cuerpos, ideologías, creencias, prácticas, tiempos, trasfondos. Predicar que la teología la hacemos los humanos, pero que ciertamente Dios está en la verdad, y que la verdad no es nada más ni nada menos que la búsqueda de ésta.
Bibliografía:
Forcades, T.(2008) La Teología Feminista en la Historia. Editorial Casa del Libro, Barcelona, España
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“…Pero qué nos importa la opinión de la gente fría siempre que nuestras almas, más ardientes y más nobles que las suyas, sepan disfrutar de lo que ellos no perciben”
Marqués de Sade
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Mechthild of Magdeburg: Selections from The Flowing Light of the Godhead
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Philosophy valentines cards Pt II
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Religión vs. Ciencia: Un acercamiento desde la Eva Mitocondrial
Por Bach. Pedro Gabriel Chaverri
La preeminencia de hipótesis biologicistas que determinan el punto de partida de la existencia de las especies, han sido entendidas, desde el corte positivista que caracteriza a la sociedad occidental, como hechos axiomáticos e incompatibles con los relatos cosmogónicos de las antiguas religiones. Como humanidad, hemos desarrollado la creencia de que el conocimiento es algo lineal que se superpone mediante una cadena infinita de refutaciones retroactivas, y mediante ésta fórmula, despojamos de validez el conocimiento que se construyó en las antiguas civilizaciones, restamos credibilidad a las experiencias como fuente de saberes, y nos recreamos, paradójicamente, en una fé absoluta puesta sobre los hechos como establecimiento principal del curso de las cosas. Desde ésta férrea línea de pensamiento, la fé y los mitos pasan a ser colocados en un segundo plano de apreciación. La ciencia es una forma de conocimiento sumamente imperativa, hasta alcanzar el rango de hegemonía social, política y cultural, pues ha conseguido transformar la sociedad y la forma de observar el mundo en tan sólo tres siglos, permitiéndole al ser humano influir, para bien o para mal, en la propia naturaleza. Ese mismo alcance es el que ha establecido como referente irrefutable en el inconsciente colectivo que la ciencia agota la racionalidad, y por ende, es la mejor forma de generar teorías que puede alcanzar el entendimiento humano. Es cierto que la teología no puede vivir de espaldas a la racionalidad científica si es que quiere decir algo que tenga sentido para el pensamiento positivista hegemónico; pero esto no significa inmediatamente que la ciencia ocupe un lugar privilegiado en cuanto a capacidad de conocimiento objetivo de la realidad, sin embargo, se puede reconocer la existencia de  una serie de cuestiones que son fronterizas entre estas formas del saber humano y, por ello han de estar abiertas a un diálogo fecundo que sólo puede beneficiarles, siempre y cuando ese diálogo se realice con el debido respeto a los límites metodológicos de cada uno de estos saberes. Conocer a la Eva Mitocondrial, considero, ha permitido la apertura de un espacio de diálogo primordial entre ambas. La hipótesis de la Eva Mitocondrial responde a la necesidad de establecer un hilo genético que rastreara el origen de la humanidad y estableciera un orden primordial incuestionable, que fuera estrictamente lineal y que respondiera necesariamente a un orden genealógico. La humanidad actual descendería, según esta hipótesis, de una población más o menos numerosa de individuos, y no de una pareja inicial, como afirman los defensores del monogenismo, sea éste ético, científico, político o religioso. Considero, sin embargo, que el hermetismo propio de éste naturalismo ontológico abusa de la teoría científica de la evolución y le obliga a decir a ésta más de lo que ella, en rigor, dice para intentar convertirla en una aliada del materialismo y en un enemigo de la religión.
Podemos encontrar como entre la ciencia y la teología existe una suerte de escuetos intentos de diálogo, tal vez, partiendo de una búsqueda de alcanzar la piamadre del pensamiento popular, apelando a lo infranqueable de las cotidianidades de la gente común: su fé. Es así como encontramos intersecciones entre la ciencia y los recuentos teológicos y bíblicos que buscan dilucidar una teleología de la vida cotidiana. Se habla de una Eva Mitocondrial, así como se habla de una Teoría de Arca de Noé (sobre la diáspora genética africana), etc.
Sin embargo, considero que uno de los riesgos derivados del uso en trabajos científicos de nombres tomados de la Biblia (Adán, Eva, Noé, etc.) es que ésto conlleva a mezclar las conclusiones científicas con datos que no son, ni pretenden ser, científicos. Simplemente, no procede cotejar datos científicos, con otros que no lo son. Ciertamente, cuando leemos informaciones relacionadas con Eva Mitocondrial o con Adán Cromosoma Y, resulta difícil no vincularlos con los personajes bíblicos. Por eso, llegados a este punto, debería siempre aclararse, para evitar equívocos, que cuando se habla de Adán y Eva en términos genéticos, se alude generalmente a poblaciones, o a los genes detectados en ellas, y no a los personajes de quienes se habla en los primeros capítulos del Génesis. Esas denominaciones son sólo modos de referirse a los troncos comunes en los que, según los datos científicos, parecen converger los linajes humanos masculino y femenino. Desde luego, no pretenden  desvelar la edad, o la historia, ni cualquier otro rasgo de quienes muchos consideran por remitirles a su fé, según el relato bíblico, como los primeros humanos sobre la Tierra, y los padres de toda la humanidad.
Sin embargo y pese ante éstos intentos de brindar una estructura de plausibilidad científica a los relatos bíblicos, una pregunta en mí no cede: ¿Existe, pues, un intento de generar una superioridad o un ego científico que se extrapole a partir de quienes, por fé, por convicción, por miedo, o por simple dogma, consideren los relatos bíblicos como hechos axiomáticos que no necesitan explicaciones mas allá del “por que así Dios lo quiso”? ¿Acaso busca la ciencia un nuevo culto hacia el hecho de ser seres puramente materiales cuya existencia finaliza con la muerte biológica? ¿Somos al fin y al cabo el simple fruto de unas fuerzas naturales movidas por el azar o somos el resultado de un plan divino? Responder una cosa u otra significaría plantarnos ante un concepto de humanidad radicalmente distinto según la respuesta a la que lleguemos. En efecto, no es lo mismo decir que el ser humano es el fruto de una evolución biológica producida íntegramente al azar que decir que un Dios trascendente crea el universo confiriéndole un dinamismo que implica un despliegue evolutivo de su creación de tal suerte que también cuenta con la concurrencia fortuita de causas para poder realizar el origen biológico del hombre.
Por otro lado, el creacionismo se opone a que se enseñe la teoría científica de la evolución en las escuelas porque la entiende como una aliada del materialismo ateo. Pero esto es desenfocar el tema, y, al hacer dicha identificación, incurren en el mismo error del positivismo. Se evidencia claramente, como la existencia de un diálogo entre saberes podría posibilitar espacios de concurrencia o al menos de concordato para poder establecer abordajes ni tan diferenciales ni tan contrarios unos entre otros, a partir del entendimiento de que tanto la ciencia y la teología se pueden nutrir unos de otros.
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Poder y contrapoder: Estrategias patriarcales para cercenar a las mujeres
Por Bach. Pedro Gabriel Chaverri
Desde épocas inmemoriales, los hombres como actores principales del sistema patriarcal, se han dado el derecho exclusivo de regular la vida y muerte de las mujeres de sus distintas épocas cuyos conjuntos de cambio han sido siempre leves y mal enfocados respecto al rol que las mujeres deban cumplir y en lo que se les debe restringir. Éstas estrategias son vilificantes, procuran erradicar a las mujeres de cualquier tipo de análisis que las considere parte del paradigma social; son sectarizadas como una categoría aparte de lo tradicionalmente humano, y reducidas a ser observadoras no participantes de los acontecimientos que han ido moldeando la sociedad como tal.
El sistema sexista se alimenta de las múltiples opresiones que ejerce sobre las realidades e identidades múltiples de las mujeres; ésto se presenta en varios niveles de la sociedad y en todos los ámbitos, por lo tanto, se puede establecer como un problema de índole política.
Cuestionar lo político y el alcance de lo político en el espacio público y privado es una labor fundamental del feminismo, a partir de la dicotomía entre público y privado, la cual permite una especie de punto ciego social de puertas para adentro, generando así un espacio donde se perpetúan y se legitiman las ideologías problemáticas. Esto tiene una finalidad ulterior de restar validez a las experiencias suscitadas en el espacio privado, y por ende, lo cultural, simbólico, y situaciones de la vida de las mujeres se asocia exclusivamente a éste ámbito. Esto lleva inevitablemente también a sacar la variable “género” de la discusión cultural, y por ende, historiográfica.
Una de las fortalezas más importantes que permiten que el sistema patriarcal y capitalista operen en las estructuras económicas sociales, políticas y culturales, y por ende, en el análisis de lo histórico, radica en la invisibilización, mediante la cual es posible naturalizar comportamientos que minimizen la importancia de la labor y los alcances logrados por las mujeres a lo largo del desarrollo de la historia.
A partir de ésto, cabe preguntarse si es necesario implementar la existencia de una categoría a definir como propia de las mujeres, relacionada con la representación histórica y los intereses y objetivos feministas, en lugar de exigir un lugar preponderante en medio de un modelo social que lleva siglos de excluir a las mujeres como sujetos de análisis.  A partir de las lecturas se puede establecer que la invisibilidad de las mujeres tanto en el ámbito historiográfico como sujetos políticos y como víctimas de un sistema que las excluye, profundizan la necesidad de hacerse escuchar en medio de una concepción dominante que no las considera, por tal, como un sujeto con representación.  En los últimos años, la invisibilidad femenina dentro del ámbito historiográfico ha dificultado el establecimiento de parámetros que limiten el alcance de la categoría de las experiencias particulares de las mujeres, lo que sí puede establecer, lo que debería comprender y de lo que debería ser eximido.
Focault (1975) aduce que los sistemas del poder en que se basan nuestras sociedades producen sujetos que después no representan dentro de su universalidad. Esto nos lleva de vuelta a una categoría ambigua y carente de estructura de poder que le determine como sujeto, pero en las ocasiones donde sí sucede que es visto como tal, esto se hace desde una visión excluyente y limitante.  
Aunque es imposible escapar del campo de la representación que amplía la ambiguedad del sujeto “mujer”, es factible adoptar una posición flexible y reflexiva sobre lo que se considera natural dentro de una categoría identitaria, evitando dar por asumido el entendimiento de lo que significa ser “mujer” u “hombre” dentro de un sistema de séxo-género como el propuesto por Gayle Rubin que define un esquema de valores donde el género asignado es equivalente a los órganos del sistema reproductivo correspondientes a cada ser humano.
Es allí donde se vislumbra el daño colateral que una heteronormatividad androcentrista genera en el imaginario social y en la adopción de prácticas y tradiciones; es en el marco de ésta derrota para las identidades alternativas que surge la teoría Queer, como bandera del deseo de una nueva política feminista que considere la construcción variable de la identidad, en tanto requisito metodológico y fin político.
La propuesta cardinal de Butler consiste en la ruptura del tradicional sistema binario de géneros ligado al sistema de Rubin de sexo-género, que determina el género por el sexo biológico. Esta ruptura propone la creación y la construcción de las visiones identitarias personales.
Butler utiliza como recurso amplificador de su posición los textos de Luce Irigaray, que en su obra Cuerpos que importan (1993) que  afirma que las mujeres constituyen una paradoja dentro del sistema de identidad y habla principalmente de la construcción de una identidad versus la corporalidad, distinguiendo entre forma y materia como lo propusiera alguna vez Platón. Así muestra que las oposiciones binarias se construyen debido a la exclusión de otras posibilidades, y que la binariedad hombre-mujer es el principal arma de destrucción masiva de identidades que pudo construir la norma androcentrista patriarcal.
Butler confronta las visiones de Irigaray y Simone de Beauvoir, pues según la última, el sexo femenino es una carencia frente a la identidad masculina, y según Irigaray, el sexo femenino elude las representaciones normalmente consideradas como normativas; esto conlleva a una problemática dentro de la agenda feminista en torno a la cuestión de género.  Butler señala que existen intentos de formular políticas de coalición sin dar por sentado un contenido de la categoría de “mujeres”, lo que conlleva a un problema de identidad, contrapuesto a lo que puede ser la identidad de género, pues a una persona se le brinda intelecto y plausibilidad sólo al ser encajonada dentro de un género tangible y reconocible. Al final, la identidad, es en esencia, un efecto de practicas discursivas y la traducción histórica de rasgos y valores considerados como normativos y dignos de ser reconocidos y aceptados, rasgos y valores que no son naturales, si no más bien, que parten de una matriz cultural, que da voz, voto y existencia a dos seres únicamente y elimina la posibilidad de existencia de personas cuyo género no se asocia a su sexo.
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Some of the principle actors of the stonewall rebellion
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We would not have marriage equality if it weren’t for two transgender women of color rioting  against police brutality in 1969. (x)
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Jesucristo P. Johnson
Por Bach. Pedro Gabriel Chaverri
Jesucristo P. Johnson, es mi nombre. Era su nombre, el de Marsha. Era su avatar cuando vino a la Tierra en 1969, y quizás incluso fue un niño índigo ésta vez. Un hombre negro y homosexual de New Jersey, trabajador sexual, “drag queen”. Encontraba solaz tras vestiduras categorizadas como “de mujer”. Tras actitudes, gestos, palabras, acciones, hábitos, realidades asignadas a algo tal como “lo femenino”. Una persona asolada por la indiferencia que conoció el designio divino de “hágase el frío y la nieve” sobre las sucias y pestilentes calles de la ciudad de Nueva York, teniendo como escudo su escuálida y enferma corporalidad, maquillada y perfumada, pero fatigada hasta la última fibra.
Hace eco con otra historia, ¿no? De otro Jesús que puso el cuerpo alguna vez. Ante la copiosa lluvia de insultos de los pudientes, de los privilegiados, solo que en una cruz no tan figurativa, en realidad, un poco más literal. Jesucristo volvió a la tierra, mas no entre bombos y platillos y rayos de luz cegadora. En tiempos tan egoístas y mezquinos como lo eran hacía alrededor de mil novecientos cincuenta años.
En una época en la que la policía, soldados del nuevo imperio, podía abordar a una persona y someterla al filo del revólver si, andando por la calle, no anduviera colocados al menos tres prendas que correspondieran al género que ellos quisieran asignarle en un momento dado. En un momento histórico donde no importaban los cuerpos silenciados y mutilados de aquellos cuya lectura no pudera codificarse como heterogenea dentro del canon genérico social. Durante aquellos años donde ni las libertades civiles ni el respeto a la dignidad básica humana eran garantía para una persona con un cierto tono de piel. En tiempos donde expresar deseo, carnalidad, emociones, amor incondicional, hacia una persona del mismo sexo era considerado una patología mental incluso punible por ley.
En un contexto tiempo-espacial donde tenía todas las de perder, el verbo se hizo carne negra, homosexual, e inconforme. ¿Alguna vez, acaso, el verbo se hizo carne privilegiada? ¿Fue Jesucristo cobijado por seda en el palacio de un emperador, o acaso, desaforada estrella de rock en medio de un resplandor de gloria? ¿Conocimos a Jesucristo como el presidente de una gran nación, o el intelectual académico de su siglo, o el autor intelectual de algún descubrimiento trascendental? Al menos, en lo personal, me rehúso a creer en un Jesucristo que renace en medio de una opulenta cena navideña de un hogar cisgénero, conservador y blanco de clase alta. ¿Que milagros hay por realizar allí? ¿Que lucha por ganar dentro de una iglesia con asientos de cuero climatizada? ¿Qué lágrimas por consolar cuando se tiene todo?
Jesucristo vino de nuevo a prometer el Reino de Dios a los desconsolados, a los tristes, a los inconformes, a los abandonados, a los expulsados de las iglesias y de sus hogares. A los desolados por la nueva lepra, el VIH-SIDA. Jesucristo P. Johsnson era la reina de su propio valle de los leprosos, esas madrigueras oscuras donde los afectados podían encontrarse y darse lo que el mundo les había negado: agua, sustento y amor. El Stonewall Inn, un gueto más, de los pocos refugios restantes para él/ella, y para quienes se cobijaban bajo su sagrado manto de trapos raídos, gastados y sucios.
Jesucristo “Pay it No Mind” Johnson. “No le prestes atención”, a mi cuerpo disidente. Solo déjame transitar tranquila y aferrándome a mi vida y a mi poca dignidad. Viviendo al margen de la vida, como si pidiera permiso de existir a cada uno de los rostros indignados y teñidos de asco que apartaban la mirada ante su inexorable presencia.
Jesucristo vino una vez más a traer una luz de esperanza a los solitarios cuerpos amorfos cuyas vidas tenían menos valor que el asfalto que les cubría los párpados, y la lluvia fría y el granizo que les cobraba el haber decidido venir al mundo “defectuosos”. Jesucristo P. Johnson, habiéndose colocado base en el rostro, construyó con sus manos cayudas y sucias pero de uñas acrílicas de rojo escarlata, la cimiente de la lucha por la libertad y la ciudadanía plena de aquellos desviados y retorcidos para la sociedad. Una sociedad que practica el culto a la perfección del sujeto hegemónico; aquél hombre de rubia cabellera y ojos claros, de piel tan blanca como el armiño, cuya edad podía rondar los treinta años; aquél hombre heterosexual exitoso, agente de la riqueza que le precede. Aquél perfecto Tiberio, poderoso, incuestionable, eternamente laureado.
Jesucristo P. Johnson vino a la Tierra a convertir el agua en el embriagante vino de la rabia, una rabia que proviene del dolor, y cuyo delirante sopor florece del amor incondicional por sus prójimos desechables, cuando finalmente, en el día de su resurreción, albergando la fuerza del mismísimo creador del universo, su brazo se convirtió en el cayado de Moisés cuando separó las aguas del mar muerto, y lanzando aquél ladrillo, bala de libertad gloriosa, contra la fortaleza de su hogar, el Stonewall, profanado por los soldados policiales sedientos de sangre trasvestida, inició el primer canto de liberación y de orgullo por quienes con como el/ella, y dio inicio a la chispa del fuego eterno de la dignidad de los maricas, las tortilleras, los trasvestidos, las inconvertibles, los desviados, los “trannies”, y otro sinnúmero de almas de niño que otrora no habrían dejado acercarse al reino de Dios.
Aquél avatar tan pequeño y menudo que canalizó el grito de libertad fue el dorado vehículo que el mismísimo Dios de Abrahám eligió para responder las plegarias de los proscritos. Un hombre/mujer, una persona que transitaba en el espectro genérico a voluntad . Aquellos que suplicaban por la ayuda de Dios no iban jamás a recibirla de nadie más. Y apareció Marsha, con la tea encendida dando por comenzado el final de la conformidad, dando por derramado el vaso que recogía la sangre de sus similares. Los disturbios de Stonewall, en aquél junio de 1969, dibujaron de colores la insignie bandera que cobijará por siempre a los hijos, hijas e hijes de aquellas personas que permitieron sembrarse en la fría densidad alejados del sol, para poder dar a luz un mundo nuevo donde quepan muchos otros mundos, uno por cabeza, para ser exactos, y de esa manera, todos los años cuando se acerca el solsticio de verano, se celebra con fiereza el orgullo de no pertenecer a la heteronorma sedienta y salvaje, cuya espina de odio nunca podrá ser arrancada del centro de su alma.  
Ante el sagrado nombre de Marsha P. Johnson y su sacrificio divino de poner el cuerpo frente a la rabia colectiva de la indolente masa ardiente de maldades trastocadas por un foco de incomprensión, ignorancia y miedos injustificados, ante el sagrado nombre de Jesucristo el Nazareno y su sacrificio divino de dejarse desgarrar y derramar su sangre en la tierra seca del desierto por exclamar ante Dios para el perdón de los pecados de los burdos, insulsos, hipócritas y sofistas, ante sacrificios que han hecho eco en la vida del mundo futuro es que humildemente postro mi desnudo cuerpo amorfo y gelatinoso delante de una audiencia, me descubro y me cubro con atavíos condenables y celebro la existencia de un universo espectral de colores que nadie nunca vio jamás, en constante dinamismo, y me presento ante las miradas inquisidoras de los demás con orgullo por que soy la fruta del trigo que ha madurado y ha crecido cuando éste murió enterrado bajo tierra, y extiendo mis brazos hacia el sol reivindicando la alegría de experimentar una vivencia de Dios sin el miedo de la condena eterna ni la perversa firmeza que exije una corrección de las más finas hebras de mi existencia como persona diversa no hegemónica, por que lo exijo, por que otros lo exigieron por mi. Y por que reivindicar la fuerza de una sonrisa es la primera rebeldía contra la voracidad ante la cual me mantego firme, incólume.
Amén(se mucho por siempre)
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Oh Inmaculadísima Capacidad Cognitiva, Dulcísima Metanoia Que me fuiste otorgada para desaprender  Y desplazar el conocimiento que de manera agresiva y bancaria  Fue depositado en mi  En aras de mantener a flote un sistema perverso Eternizador de cuerpos que se odian en el ocaso  Y de vacíos inexistentes en la matriz de nuestro ser  Venga  tu Reino de fertilidad creativa  Y hágase hoy tu voluntad en quienes por arte de magia se den una vuelta Por estos pixelados lagos de información infinita 
 Amén(se mucho por siempre)
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