Hola.

Hola, como estás? Oye hoy encontré a alguien. En realidad lo encontré desde hace un rato ya pero estuvimos en distintos canales por mucho. Es un desconocido amable, dulce y está lleno de amor. Estar con el es reconfortante y su corazón es tibio.

Estar con él me da miedo, pues estoy cansada de la mala suerte.

Tengo sentimientos encontrados y ganas de intentarlo, pues cada vez que lo veo a los ojos me pierdo completamente y no me quiero ir de ahí.

Te lo cuento a ti amigo de correspondencia imaginario, a un destinatario ficticio, pues si esto sale mal de nuevo, quiero que este secreto compartido y mis palabras se pierdan junto con un receptor que nunca existió.

Lo nuestro.

Lo que era nuestro ya no existe,

camino por ahí sabiendo que los parques donde cantamos, los cafés dónde nos besamos y las calles donde nos amamos

únicos porque nosotros decidimos hacerlos así.

las partes que eran mías ahora te pertenecen, pues te adueñaste de una parte de mi corazón en cada película que te mostré y en cada página de mi historieta favorita ahora existes tú también.

y es que no sé dónde empiezo yo y dónde terminas tu.

Quién soy yo después de ti?

Dentro de mi, aún se sufre un duelo doloso que permanece dormido hasta que te encuentro en mi presente, aunque ya no estés ni nunca vuelvas a estar. Te encuentro en forma de gestos ajenos, de expresiones que salen de mi boca pero no son mías, en ideologías rebuscadas en mi cabeza que sigo sin entender. Estás en mi miedos, en mis celos, en mi desconfianza, en mi falta de autoestima. Regreso a ti cuando explotó haciendo peleas sin sentido como las nuestras, en mis llantos repentinos por presiones innecesarias y cosas simples, en inseguridades que te debiste llevar pero fue imposible pues las plantaste aquí.

Te filtraste como un veneno silencioso en mis venas haciendote parte del torrente sanguíneo, infectando hasta llegar a la arteria carótida y así comenzar a corromper. Me intoxique hasta ser irreconocible, hasta olvidarme de lo que creía correcto y deshonrar mis propios principios.

Dejaste lo peor de ti en mí. Y así, regreso a ser quien era yo contigo.

Pero entonces, quién soy yo después de ti ... y cuando me volveré a encontrar?

Bestiario.

Ya no quiero recordar. Momentos efímeros y días cálidos de verano con botellas de alcohol; entregué y entregamos, dimos y recibimos por un instante nada más. Una desición compartida y un par de promesas vacías nos llevaron a las ganas y al dolor, a lo incondicional y al desenfreno inconsciente. De pronto fue incontrolable. Irresponsable, idiota, gigante. Así fue lo nuestro. No pudimos ser demasiado porque quemaba pero cada vez que sentíamos menos nos rompimos el corazón en partes desiguales. A veces tu, a veces yo.

Ya no veía, ni comia, solo actuaba por actuar y la inercia me llevaba a todos lados. Un estupido juego de poder, de carácter animalico y cruel con placer por herir al otro. Con garras y colmillos defiende, pelea, huye, atrapa, desgarra; rápido el instinto y me dijo que si se va hoy, no habrá mañana. Y de pronto ya no escuchas, solo reaccionas. De pronto ya no puedes hablar, solo aullar o sucumbir. No me di cuenta cuando la humanidad se me perdió y como quien escucha el llamado de emergencia por tifón, pero no abandona el hogar por amor a costa de la vida propia. ¿Quién iba a sacrificarse está vez? En lugar de pensar en salvarnos, solo lo observamos.

Así eran los días siendo la bestia. Así eran todos mis días.

Tenía 19, podrías culparme ?

Te dije mil veces que me quería quitar la vida y cuando lo intente y sobreviví dió muy igual.

Me sentía muerta aún estando junto a ti.

Ya no estás.

No sé quién eres ahora, ni como te vistes ni que te gusta hacer. Te fuiste de aquí y yo no sé de ti. A mí no me interesa y se que a ti tampoco. Y sin embargo un día te encontré, en el sazonador que te gustaba usar y que estuve a punto de comprar. Luego te vi en la zapatería, tu modelo favorito estaba en rebaja. Formada para pagar te asomaste en el olor de ese perfume que ahora cualquiera lleva, pero solo a ti te representa.

Te encontré en ese tono de voz que usabas para pelear conmigo, pero que ahora salía de mi boca.

Te encontré en esa idea de posesión absurda que ahora me parecía lo más lógico. Estabas en mis lágrimas cuando regresaron las inseguridades que pensé se irían contigo. Las punzadas en el pecho permanecen cuando veo problemas donde no los hay, justo como me enseñaste. La ansiedad no duerme ni me deja dormir.

Prometiste que jamás te volvería a ver, que desparecerias de mi vida.

Pero volviste a mentir.

Adiós #4

La última vez que vi tus ojos me encontré con una irá profunda, visitante recurrente en nuestras vidas, a veces me hacía temblar y esconderme. Para mí fue la última vez pero tú vives con ella todos los días. Sé que sigue en tu corazón cuando piensas en mí y que crece junto con el odio personal que has plantado toda tu vida.

Nunca quise que me guardarás rencor, pero yo sé cómo funcionas. Y de esta manera quiero pedirte que me odies con todo tu ser.

Ódiame con rabia, con aversión. Ódiame con repudio y ganas enfadantes hasta el aborrecimiento. Odiame hasta los dientes, hasta que te arda el pecho y al final ya no puedas sentir nada más por mí.

Y es que esa es la única manera de que encuentres paz, que de mi parte te la desearé toda la vida. Aunque tú me quieras ver refundida, te deseo lo mejor.

Yo no me preocupó por eso ya, que el karma y yo hemos sido amigos por mucho tiempo.

Voy encontrando mi camino, sigo deseando que encuentres el tuyo.

No todo fue malo.

Me abrazaste, me cuidaste, me arrullaste y me arropaste. Me enseñaste, me acariciaste, me vestiste y me protegiste. Me alimentaste, me domaste, me tomaste y me disfrutaste. Me soñaste, me besaste y no me soltaste. Me aconsejaste, me acompañaste y me guiaste. Me prometiste y me fallaste.

Aunque no me amaste, quise creer que sí.

Juro no todo fue malo. Pero como quiera ya te dije adiós.

Y cuando volví a hablar de ti y de lo nuestro, ya no pareció tan lindo. De hecho, fue horrible.

Me avergoncé de lo que permití, pues yo no era amada.

Yo te inventaba.

Canción y el mar.

"Ya no somos los mismos, pero eso lo sabemos.

Cuando me decías que me cegarían las luces, algo en mí lo presentía. Y cuando repetías que te abandonaría yo comenzaba a entenderlo.

Puede que tengas razón, pero al final, elegí la mía. Ya solo me queda tragar los pedazos de eso que con tanta verdad te dije. Mis manos frías y tu recuerdo gastado.

Cuando voy al mercado aun elijo tu comida, pero no la compro porque tú eres tú. Y yo soy yo, y ya nada es nuestro".

Me quiero seguir convenciendo.

Me quiero seguir convenciendo de que todo fue un sueño, una pesadilla horrible de esas que se quedan en tu mente por varios días y te dan náuseas cuando recuerdas.

Me quiero convencer de que tus sentimientos fueron mentira, de que esas tardes felices fueron fingidas y de que esos besos nunca existieron, de que eres un recuerdo.

Me quiero seguir convenciendo pues no soy capaz de soportarlo más, de seguir dedicándote mis lágrimas y de amar algo que ya no existe.

Porque el amor no lástima, no duele y no consume.

Y es hora de que me quedé claro.

La luna llora sangre.

Días como estos en los que sigo llorando por mí. Por mi tiempo y mis intentos de acabar con el caos, para terminar haciéndolo más grande; acabar con las manos heridas y el corazón en la mano, chorreando borbotones de sangre. Aullaba de dolor y tú a lo lejos, viendo el desastre pues te encantaba fungir de espectador en la tormenta que tú mismo habías creado. Peleas interminables a gritos punzo cortantes, culpas repartidas y un puño de acusaciones que calaban y quemaban como un castigo, donde el invicto siempre serías tú, siempre tú.

Yo sólo tenía que recostar el cuello en la guillotina y esperar. Pero que jodido, me acostumbré a vivir en un matadero y rogarle a la luna que porfavor me ayudará a dejar de llorar.

Un día parar de llorar.

Me mira la niña escopeta, desde hace meses.