Tumgik
defectodeforma · 6 years
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“Querido Bohumil, usted sabe mejor que nadie qué es la felicidad, ese breve instante que después de vivido no cambiaríamos por todos los tesoros del mundo, ese momento aún no cumplido, pero ya anunciado, en el cual sentimos la magnanimidad del destino, ese destino miserable que en el día a día nunca nos es magnánimo.” Mercedes benz, de Pawel Huelle.
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defectodeforma · 6 years
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Intocable
Quizá porque la dicha se vertebra con pilares pequeños, me he puesto a pensar en cosas que no vienen a cuento. El almacén de mi casa del pueblo, por ejemplo, una suerte de granero en cuyas tinajas vacías cabían varios de mis hermanos. Yo perdí la virginidad en una de ellas, cuando caí a horcajadas sobre el borde de piedra. En volandas desde las paredes, abriéndose paso por rendijas y recodos, se apilaban todo tipo de aparatos desmembrados y piezas de origen incierto, un provechoso combustible para nuestro trajín de carros y cabañas. Cada cierto tiempo, se convocaba una cita ineludible en el patio y, arremangados, tratábamos de convertir ese cajón indomable en una habitación de desahogo como Dios manda, palabras que mi madre repetía, tratando de manejar nuestro creciente entusiasmo con cada trasto que desenvainábamos. Una fantasía que emprendimos en cada edición con renovada fe, sin conseguirlo nunca. Íbamos llenando una cubeta de artilugios inverosímiles ante la mirada perpleja de los vecinos, que se paseaban alrededor como contemplando un estanque de bestias marinas. Ya que ninguno parecía   recordar o hacerse cargo de aquellas pertenencias, y aunque teníamos la habilidad de habituarnos a las rarezas con ejemplar naturalidad, la llenura de la cuba era, cada año, un misterio indescifrable.
-No sé por qué tengo yo que venir si ahí no hay nada mío -¡Casi todo es de Edy y Natalia! -Es el último año, el último, que ordeno el almacén -¿Esto no lo tiramos el año pasado?
Nos da por sublimar lo cotidiano cuando intuimos que traman quitarnos lo que amamos, a lo mejor por eso he vuelto al almacén desde esta sala de espera, mientras a mi madre le hacen el tac que nos dará las coordenadas de su tumor en el colon, y las medidas exactas de nuestra esperanza.              
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defectodeforma · 6 years
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I hear the rain
Recuerdo el momento en que atiné a agarrarme a algo que parecía poder sostenerme. Luego sabría que era un precario equilibrio de nada, que duraría un suspiro, que cualquier mindundi podría demolerlo con la punta de un botín. Pero no entonces, entonces era una cachorrita deslumbrada, sostenida en la alegría con brillantina de lo que está por empezar y todavía es intocable. Un día, trajinando en las casetes de mis hermanos, encontré un disco que acabó convirtiéndose en puntal mayor de mi personal banda sonora. Mira que era raro. Por eso me gustaba. Era nuevo, fresco, mío. Los sábados por la noche, mientras mis amigas llegaban (nos íbamos recogiendo según pasábamos por las casas de camino al bar, así funciona en los pueblos), escuchaba sobre todo una canción, cuyo soniquete ha permanecido agazapado en mi entrecejo hasta hoy. En cuanto sonaban los primeros acordes, me entraba una alegría loca. Saltaba en el cuartucho y el universo parecía estar contento conmigo. Salía de allí sudando, con charcos de color en los cachetes. Tengo que decir que, por más que la vida fuera una dama sorprendente cada noche de aquella etapa, nunca pasó nada que superase lo sublime de aquel momento previo, bailando sola esta canción huérfana y sin nombre. 20 años después pude traducir el eco de aquel soniquete:
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defectodeforma · 7 years
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En el río del amor
“Ludmila es gruesa, como todas las mujeres del Almud. Sus bellas mejillas enriquecen su rostro como dos domingos en una sola semana. Su mentón, algo abultado, evoca la proximidad de Manchuria. En su sangre se mezclan razas de calidad, desde la nariz mongola hasta las sienes eslavas. Y su boca proviene de fábricas perfectas. Sus manos reblandecidas a base de manipular productos lácteos están listas para los gestos de la pasión. Tiene la voz algo ronca de las criaturas debidas a la complicidad del azar. Su cuello color miel parece la entrada de una colmena. Cuando sonríe, unos pájaros minúsculos se posan en su fisionomía. Es un poco inmoral, quizás, sea por ignorancia, sea por gusto, pero cuenta con esa salud acerba que justifica todas las complicaciones. Lleva en el porte y en la mirada algo militar que interpela al destino y da comienzo a las órdenes. Es una hermosa joven sumaria, loca de simplicidad, pero digna de las épocas revolucionarias”
Es Joseph Delteil.
Lean esta novela, ténganla a mano para bienvenir el otoño, así sabrán que hay esperanza, que la belleza nos salva.
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