Tumgik
blogdeunsolopost · 4 years
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Rugir de Mentiritas
Me pierdo mirando el fondo de nieve y cordillera. No controlo del todo la aventura en la que se embarca mi mente, de tomar una liana y saltar a otra. Mi cabeza va y viene entre lo que anhelo y temo, y me detiene el cuerpo. No puedo parar de recordar,  y pensar, y extrañar, y necesitar, y también odiar mientras se descongela el Hielo de mi piscola barata, que es víctima de un sol timido pero implacable propio del pacífico austral. No puedo sacar la vista de una de las montañas en la postal que rompe el horizonte como el cuerno de un rinoceronte viejo y cansado y se mete entera en la bóveda celeste. Pintada de blanco, la nieve la viste y la desnuda al mismo tiempo. Lejos, a unos 10 kilometros de mi, este error geográfico en la simetría del paisaje me hace delirar imaginándonos a los tres, patinando, tirándonos al piso, riendo e desvariando que no somos tigres, como aquella vez en Playa Pascual, sino osos polares o algo asi. Pienso y no pienso, deseo y no deseo, quiero y no, durante varios minutos sin pestañar. No bebo. No hablo. Apenas respiro, soporto y disfruto a la vez el paseo cerebral. No se exactamente en qué momento empezó y qué desató la historia de los tres osos polares, pero tampoco me esfuerzo por detenerla. Eso si, todo mi ser está jugando con ustedes dos, y mi yo de aquí, no está acá, sino allá, en los andes con ustedes que no están allá, sino mucho mas allá, en Montevideo.
-Amor! Te pasa algo?
Me dice una voz extraña y conocida a la misma vez, y me trae al presente. Dos segundos me lleva despedirme de mii reina osa polar y mi pichón oso polar del sueño.
-No, amor. Estoy bien. Respondo, y vuelvo en mi.
-Estás “extrañando”, cierto? Me pregunta en un tono trasandino, que me es ajeno casi siempre pero trato de digerir como el causalón cuando era gurí, sabiendo que es lo que necesito para estar bien, pero sin que me guste del todo.
-No no, pensaba en el trabajo.
Miento. Descarademente. 
Casi todo lo que soy  solicitó esa visa, se subió a ese avión y firmó este contrato de trabajo. Un porcentaje enorme de mi, se escondió atrás de este muro de tierra. Casi todo lo que soy está acá, pero una parte chica y fundamenta, esa única parte de mi que sabe amar realmente, todavía juega a ser una familia de tigres en la arena. Y no voy a darle pelea a ese anhelo. Si aparece, ahí lo dejo ser.
Diganme loco o molesto, pero a mi anhelo le doy piola y que llegue hasta el mismísimo sol, qué mas da? Hay gente que muere por un auto lujoso o un collar de perlas, y yo solo quiero volver a rugir de mentiritas en la arena de una de las playas del Río Negro del Uruguay, mientras un tigre cachorro y su mama me cuidan del resto de los animales que habitan esta selva jodida en la que me tocó existir.
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