Amarlo y extrañarlo me ha guiado a contemplarlo en el titilar de cada estrella. Amarlo y no tenerlo me ha encaminado a soñarlo más que a vivirlo o a vivirlo ahí donde la posibilidad de ser uno, existe. Pero entonces despierto y no puedo ni salir de las sábanas porque allí afuera el alma desnuda se congela sin el sueño de ser amada. Es complicado para alguien que sueña amar con los ojos abiertos, y a usted, señor, he aprendido a quererlo con una vigilia invidente… Con la mirada extraviada en la fantasía.
Ahí es donde está la chispa del amor, el aceptarse con imperfecciones y demás, el amar a la otra persona sabiendo cada uno de sus problemas, temores, errores y aún así estar para él, comprenderlo y no juzgarlo. La belleza del amor está en ayudarlo a superar todos los obstáculos que se presenten y ser la mejor parte que hay de sí mismo.
A veces apetece un amor de un instante, que transforme la sangre a tinta, la mirada a lienzo, la vida a musa. Apetece ese amor que te levanta de la cama con el ímpetu romántico, que te lleva a la ventana y te muestra el día en las estrellas y la noche en el sol. Se anhela ese amor que en un instante te resta tristezas y te suma una alegría consciente y contemplativa, como un lago mudo y cristalino en medio de una nada, al que no volverás a ver jamás.
El propósito del amor es tornarse cada día más perfecto aún cuando parezca que se va oscureciendo con los disgustos y con esos niños que salen de pronto a jugar alrededor de nuestro ego.
Yo te prometo, vida mía, que incluso cuando las nubes se vuelvan densas, te seguiré amando como la primera vez que te vi. ¿Lo recuerdas? Te lo he dicho muchas veces… Tu sonrisa fue el hechizo, suprimió todas mis defensas y entraste directamente al trono de mi corazón para grabar tu nombre. Y desde ahí te he querido con mi humildad y mi orgullo, con mi confianza y mi miedo, con mi pureza y mi lujuria, con mi guerra y mi paz, yo te he querido desde el segundo donde aspiraste mi ser entero para hacerme implotar en la sinapsis de tus neuronas.
Te pienso.
Me piensas.
Aún distantes. Nos pensamos.
Nadie dijo que sería fácil…
Pero es tan fácil amarte que la distancia se acorta cada vez que pronuncio tu nombre.