Fine Line es un grito
Recuéstate. Respira. Abre y cierra los ojos, siente tu cuerpo. ¿Está ahí? ¿Está todo ahí?
¿Estás ahí?
Donde sea que estés, hay una fiesta en el tejado. Watermelon Sugar se escucha de fondo. La gente se divierte, baila, y se mueve al ritmo de una música que quizá todavía no comprendas del todo. A la distancia, los escuchas, sintiendo una punzada en el pecho: es la necesidad de acompañarlos, aunque sea en espíritu. Corres. Llegas al lugar y la gente viste de rosa, de rojo, de azul, mientras se mueven llenos de pasión y energía. ¿Qué haces? Pues los sigues. Te empiezas a mover con la música, a romper las barreras de tu propio cuerpo mientras disfrutas de la brisa: sonríes, porque no hay otra forma de disfrutar esta canción. Inhálame, exhálame, dice Harry. Por un momento, subes a las estrellas para disfrutar del concierto celestial. Hay un fruto esperándote. Y lo quieres tomar.
El álbum comienza dándote la bienvenida a una especie de fiesta, la celebración de algo invisible e intocable. Harry quiere que tu felicidad sea como el aire, que te ahogues en deseo y muestres una irrefrenable pasión por seguir divirtiéndote. Eres feliz, ¿no?
Hasta que encienden las luces.
¿Ahora qué ves? Que todo era una mentira. Tu felicidad no existe, ni tu deseo, ni tu amor. Caes en cuenta de lo difícil que realmente es la vida, y por un momento sientes que resurges hacia la realidad. Enciende las luces, abre los ojos. Sí, estás inmerso en el deseo, en el más puro placer que existe: pero tu desesperación y tristeza han convertido a ese placer en un dolor que solo podrías sentir dentro del Infierno. La progresión que sigue el álbum fue descrita por Harry como “todo sobre tener sexo y estar triste al mismo tiempo”, pero no quiso decir exactamente esto. Hay algo más que ninguno de nosotros puede escuchar, por ahora, y todo empieza cuando encienden las luces. Lights Up se da cuenta de lo extraño que es el mundo, y hace que te preguntes a ti mismo si sabes quién eres. No, no lo sabes, porque este no eres tú. Es una imagen que has creado para vivir cada día imaginando que todo va a mejorar. Esa imagen se ha cegado en música, placer y amor.
Lo malo de estar ciego, es que un momento de luz basta para que nunca puedas volver.
La cereza del pastel: has vuelto a tu cuarto, y ahora los recuerdos vuelven de poco a poco. No, no solo los recuerdos, sino que tú vienes con ellos. Puedes ver el pasado, aquellos días mejores cuando tus padres vivían felices, tu familia estaba unida, tus amigos aún se querían, la escuela no te estaba matando. Lo ves, pero ahora ves también todo lo que hiciste mal, y cómo no lograste apreciar todo aquello que tenías antes. Volverás a donde eras feliz, pero ahora no será para sentirte mejor. Cherry es la canción donde empieza la auténtica caída, porque Harry le habla a la distancia a una persona que ya no está, no existe: “solo extraño tu acento y a tus amigos, ¿sabías que aún les hablo?”. Hay una persona, o una época, o lo que sea, que se han ido por completo. La nostalgia vuelve a tu cuerpo, al de ambos, y tú le hablas a esa persona del pasado también: no lo hagas, detente, dilo, cámbialo. No sigas. No sigas viviendo. No sigas por ese camino. La voz de aquel pasado irrumpe en tu cabeza: “¡Hola! ¿Sigues dormido?”. Gritas para que no se vaya, deseas que no se vaya.
Y empieza la caída.
Ahí es donde comprendes todo: Fine Line es un álbum sobre eso, la frontera, la delgada frontera que separa nuestros momentos de “felicidad” de esa nostalgia, ese arrepentimiento, ese dolor que no puedes sacarte del pecho por más que lo intentes. Olvida lo que dije, no es lo que... ya sé que no puedo retirarlo, pero... Dice Harry, y dices tú: ambos están conectados a través de su música, porque ambos gritan. Estar ahogado en el placer es malo cuando uno solo quiere olvidar sus problemas: porque estando ciego, basta un momento de luz para nunca volver. Ahora no solo estás en tu cuarto, sino que es de noche y has entrado en contacto con la realidad. Estás dentro del abismo más grande que alguna vez pudiste sentir. La oscuridad te corroe mientras caes otra vez, porque es cuando lo entiendes, cuando gritas que nunca te van a necesitar otra vez. Que todo acabó. Es todo, ¿y qué soy ahora? ¿qué tal si eres alguien que solo quería conmigo? Caes, y caes otra vez. Ya no sientes que ninguna felicidad sea suficiente. Si antes Harry hizo de tu felicidad el aire, ahora te asfixia hasta que sientas el final acercándose.
Es cuando ella entra en juego.
¿La puedes ver? Claro que puedes, ya has caído demasiado bajo para no recordarla. Es una madre, una ex, una maestra, tú misma, o todos a la vez. Ella es la mejor versión de tu pasado, una versión que extrañas. She es una apreciación a la vida cotidiana, a la vida tranquila, al ideal que nunca se va a cumplir sobre la felicidad: por eso ella vive conmigo mientras sueño despierto, por eso ella tiene sueños que espera, se hagan felices. Tienes recuerdos que nunca existieron, visiones que nunca se harán realidad, que te obligan a apreciar mejor esa parte de ti, que hace que la añores más. Vive en su memoria, la mujer que solo existe en su cabeza. La que vive contigo cuando sueñas despierto sobre cómo las cosas podrían mejorar. Es la primera que ves cuando tienes un problema, es un refugio al que deseas volver aunque nunca haya existido. Es un pasado, un presente, y un futuro, que nunca van a hacerse realidad. She aprecia la vida irreal, los sueños dentro de otros sueños, las fantasías creadas en un mundo alternativo, a donde nos metemos cuando queremos volver a ser felices. Ella es el placer, es el deseo, es la fantasía de la que este álbum nos hace despertar, solo para poder verla de lejos mientras nos volvemos a hundir lentamente. Despide un olor a nostalgia, recuerda el sabor amargo del presente. Y va muriendo, lenta y dolorosamente... muere, para renacer como el Fénix. Tú solo lloras. Quieres gritar que todo se detenga, que todo vuelva a como era antes, que Harry llegue y te devuelva toda la felicidad que te quitó. Por eso el ritmo se alenta, las aves dejan de volar, el cielo se ha tornado gris.
Y a partir del girasol, todo vuelve a empezar.
Sunflower Vol. 6 es el reinicio de la fantasía con la que empezamos el álbum: antes era una fiesta, ahora nos hemos vuelto a enamorar. La melodía es dulce y juguetona, mientras la letra habla de una apreciación cursi y melosa hacia otra persona. La canción describe escenas típicas de un enamoramiento adolescente de novela: comparar a la otra persona con los girasoles por su brillo, no poder hablarle por miedo, etc. Es en Treat People With Kindness cuando ya estamos totalmente dentro de la fantasía, hemos vuelto a sonreír porque Harry nos da lecciones valiosas de vida y nos hace sentir bien de nuevo. Hemos vuelto a la fiesta, hemos vuelto a la playa.
Y la fina línea de la que hablábamos antes, el fino horizonte que nos separa de volver a caer, se vuelve a hacer presente.
Cuando algo falla en tu realidad, en tu sueño, y en tu amor, pero no quieres volver a ese lugar oscuro del que acabas de salir. No quiero pelear, iré a beber y pensaré que todo está bien. No quieres volver ahí. Pero ahora tú, tu mundo, tu fantasía, quizás la otra persona, están a un paso. Serán una delgada línea que separa el miedo del amor. No quieres volver ahí, quieres conocer más todo lo que tenías planeado, quieres seguir ahí, pero eres una línea muy fina. Aún no es muy tarde para salir del bucle. Estarás bien, estarán bien. Lo estarán.
La música termina. Te sientes extraño, como fuera de lugar. ¿Lloraste? No. Fine Line es un álbum que es muy importante escuchar en orden, por todo lo que quiere comunicar: desamor, destrucción, odio. Harry Styles quiso explicar cómo se sentía ver tu mundo caer solo para darte cuenta de que nunca estuvo arriba en primer lugar. Al principio, construye ese mundo mediante letras llenas de placer y deseo, melodías que recurren a lo sensual para hacerte sentir inmerso en esa fantasía hedonista... que después cae. Enciende las luces, y deforma su voz y las notas de las canciones anteriores para que comprendas que ese lugar es falso, tu supuesta felicidad es falsa, y estás ahogado en un mar de deseo que has creado para no lidiar con tu horrible realidad. ¿Te embriagaste? ¿Te drogaste? ¿Recurriste a jugar con otras personas, a tener sexo con ellas para divertirte? ¿Comiste demasiado? ¿Leíste muchas novelas o historias de adolescentes? O... ¿te quedaste escuchando el álbum, solo para sentir que alguien te rescataba de tu mundo de mierda? Cualquiera que sea tu forma de vivir con ello, es tiempo de despertar. Es hora de darte cuenta de que nada está bien. Por eso a la mitad del álbum está la caída, el volver a lo real y darte cuenta de que tu mundo es una mierda. Que tus padres están peleados, que tus amigos no te quisieron, que ese ex te dejó hecho mierda. Caes e intentas volver a ese mundo ideal creado por ti como refugio, pero solo lo miras deshacerse de lejos: ahora, ¿cómo podrás recuperarte? Pues volviendo a empezar. Las últimas canciones del álbum son muy parecidas a las primeras, pero fundamentalmente distintas. Harry dice que has vuelto a como estabas antes, solo que ahora quieres dejar todo vicio, toda forma de ocultarte, para ver la vida con nuevos ojos: enamorarse una vez más, tratar a la gente con más amabilidad, agradecer viendo al cielo por todo lo que aún no has perdido. Este es un nuevo comienzo, y aunque la fina línea siga ahí, puedes salir de ella. Sí puedes, aunque parezca que está muy, muy cerca. Sí puedes. Fine Line es un grito de ayuda, una petición de Harry para salir de ese abismo en donde se encuentra, teniendo sexo estando triste. En Fine Line, tú gritas para que el mal se acabe. Solo que ahora no estás gritando solo.
Pero bueno, has pensado demasiado, ¿no? Tomas tu celular y reproduces Golden para relajarte un poco más. Dejas el álbum reproduciéndose solo.
Ahora, antes de que termine la canción:
Recuéstate. Respira. Abre y cierra los ojos, siente tu cuerpo. ¿Está ahí? ¿Está todo ahí?
¿Estás ahí?
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Solo deseas que despierte
Imagina esto, estas de pie en el umbral de la habitación de mamá, llorando sin saber qué hacer, viendo como mamá no deja de escribir aquello que parecen ser cartas de despedida. Sientes dentro de ti una angustia inexplicable, tú no querías que esto pasara, tú no entendías lo que pasaba porque tan solo eres una niña.
Miras sobre tu hombro en busca de alguien que te ayude, pero no hay nadie más que mamá y tú en la casa. Todos se marcharon por la mañana, se marcharon sin estar enterados de nada. Creen que solo es un día de mierda, como todos.
Caminas por la casa con el pecho lleno de angustia. El comedor se siente más grande de lo normal, junto a la puerta hay una ventana enorme y en la pared de la derecha otra ventana más. Debería estar todo iluminado por el sol al igual que tu corazón debería estar lleno de amor y alegría, pero todo esta oscuro y frío, como tu corazón.
Sientes como la muerte pasea por toda la casa y tú solo te limitas a estar de pie en el centro del comedor, cierras tus ojos y sin quererlo ni desearlo comienzas a recordar la noche anterior. En la casa solo estaban papá y tú, nadie más, sientes que un escalofrío sube por tus piernas y dos o tres lágrimas se deslizan por tu rostro. Vez el rostro de papá acercarse a ti y besa tu frente pero te asustas, y si no fuese por aquella vieja mesa color marrón, hubieses caído al suelo. Separas una silla y te sientas en ella, los codos sobre la mesa y las manos cubriendo tu rostro húmedo y triste.
Mamá y papá estaban gritando en la habitación que se encuentra a la izquierda del baño. Mamá llora desesperada y pide que papá le diga porqué lo hizo. Papá tiene nervios, no sabe que decir, solo grita una y otra vez sin parar. Le dice a mamá que lo perdone, que ya no grite. En eso tu hermano entra a la casa y te saca de allí, te rescata de ese infierno. Pero él no pregunta que ha pasado, cree que solo es una pelea más, como las de cada noche.
Papá salió de la casa con un bolso y se marchó sin siquiera mirar atrás ¿por qué papi? Eres una niña pequeña pero sabes que las cosas no debieron ser así. Tu hermano te hace entrar en la casa por la puerta trasera y dice que vayas a tu cuarto, él va a cuidar de mamá toda la noche. Mamá no durmió en toda la noche y no pudo parar de llorar, cada tanto largaba uno que otro grito desesperado y tu hermano se despierta para calmarla ¿cómo lo sabes? Tampoco has dormido. Tienes miedo de que papá vuelva, aunque parte de ti anhela que regrese y que toda la familia esté bien. Pasaste la noche llorando en silencio, dando gritos con el rostro incrustado en la almohada.
Tus manos están llenas de lágrimas y ya se te está dificultando respirar, descubres tu cara y estas sentada a la mesa. Mamá sigue en su cuarto llorando y no quieres dejarla sola, te pones en pie y caminas hasta su cuarto. Al llegar a su puerta ella voltea y dice que no entres, apenas lograste ver su rostro, pero con lo poco que has visto sabes que no está nada bien. Tienes miedo, no por ti, sino por ella.
Mamá ni siquiera te mira, solo escribe y cada tanto seca sus lágrimas. Todo está oscuro y frio dentro de la casa, allí afuera el mundo vive su vida bajo un hermoso sol sin saber que aquí hay una niña asustada. Nadie entiende que no querías esto, que no supiste que hacer cuando papá “te daba cariño” cuando decía amarte y que eras “su niña”, no sabías ni podías hacer algo.
Quisieras que las cosas hubiesen sido diferentes o al menos explicarle a mamá que no pudiste hacer nada, que al inicio solo fueron caricias de papá, que te gustaba sentir como él acariciaba tu rostro porque lo amas. Pero no supiste que hacer. De pronto ves que mamá tiene algo extraño junto a ella e intentas ver de qué se trata, pero no alcanzas a ver. Das un paso dentro del cuarto y mamá grita que no lo hagas y trata de obstruirte la vista, pero ya sabes que tiene un arma. Quieres decir unas palabras, pero ella te envía a la cocina para que prepares chocolatada. Solo obedeces.
El corazón se te acelera y mil voces gritan en tu mente al mismo tiempo, no quieres odiarlo pero ¿cómo no hacerlo? Él hizo que todo esto pasara, no fuiste tú. Sientes odio y rencor al recordar esa madrugada en la que te levantas para ir al baño y lo viste allí, sentado junto a la mesa. Una botella de vino y un vaso a medio llenar reposan sobre la mesa. Notas que la mirada de papá está algo perdida, te preocupa pero hace ya tiempo que no puedes dirigirle alguna palabra. Él aún no se ha dado cuenta que tú estás ahí, con su mano izquierda hace girar algo sobre la mesa. A pesar de la oscuridad ves lo que es, ves como de repente papá pone el cañón del arma sobre su cabeza. Su pulso tiembla y las lágrimas se le escapan. Tenías miedo de aparecer en escena, pero sabias que si no lo hacías cualquier cosa podría haber pasado.
Das dos o tres pasos al frente y del susto te apunta a ti, tardó unos minutos en reconocerte, ha bebido de más. Luego baja el arma y sonríe. Se levantó tambaleándose de un lado a otro y sin borrar esa oscura sonrisa de su rostro camina hacia ti, te alza en sus brazos y no quiere soltarte. Al comienzo forcejeas pero cuando sentiste el frio cañón sobre tu piel solo te quedas inmóvil y rezas para que todo termine cuanto antes.
Otra vez son solo mamá y tú en la casa, recuerdas lo que te pidió así que comienzas a caminar por el comedor para llegar a la cocina. No puedes evitar mirar detrás de ti, no solo por mamá sino que temes a que papá vuelva. Aunque desearías que hubiese alguien más en la casa para que cuidara de mamá. Te diriges a la heladera y sacas la leche, volteas y ves la puerta de tu habitación abierta, tu pulso se acelera y comienzas a temblar.
Oyes una voz que proviene de tu habitación, te acercas lentamente a la puerta y el miedo se apodera de ti. Te ves acostada en tu cama, casi dormida, de pronto sientes como si un fantasma te acaba de atravesar y papá aparece en la escena, solo te observa dormir. Casi parece amarte. Se acerca hacia ti y con solo dos dedos de su mano, que junto a tu pequeño rostro parece enorme, corre el pelo de tu inocente rostro y besa suavemente tu frente, a continuación solo sonríe mientras que tú despiertas y saltas de la cama con alegría.
Quieres sentarte en la cama junto a papi, pero él te alza y hace que te sientes sobre sus piernas. Dejas que tu cabeza descanse sobre su corazón y estas tranquila, pero de momento sientes un escalofrío correr por tus piernas. Papá está acariciándote de una manera extraña y te pones tensa, intentas zafarte pero papá es fuerte y no lo permite, dice que estés tranquila y no te hará daño. Pero tienes miedo y comienzas a llorar, estas asustada, no hay nadie en la casa. Solo eres una niña. No logras entender qué es lo que está haciéndote, ni siquiera deberías entender esas cosas. Tendrías que estar soñando con unicornios o princesas, quizá con ser doctora, policía o lo que sea que haya en tu corazón inocente. Pero papá no deja que duermas, papá dice amarte, pero tú nunca olvidarás lo que te hizo.
Sientes asco y odio hacia ti misma, sientes que debiste hacer algo. Desearías que mamá entendiera que tú no querías, y tratas de entender porque papá hizo eso si decía amarte. Sientes tanto dolor que solo lloras en silencio, aunque quisieras estar gritando. Tú solo eres una niña que necesita amor.
Mojas un poco tu cara mientras el fuego se encarga de hacer lo suyo con el jarrón de leche, tratas de calmarte. Mamá te necesita fuerte, ella va a estar bien. Las dos saldrán adelante y todo se solucionará.
Observas como la leche va calentándose más y más, pero estas tan perdida que reaccionas tarde al ver como el jarro comienza a desbordarse. La leche apaga el fuego y el gas no deja de salir, el olor te trae nuevamente a la realidad y de inmediato giras la perilla.
Es casi increíble la coordinación que hubo entre la perilla cerrando el paso del gas y el estruendo que oíste detrás de ti. Aun no puedes soltar aquella perilla negra y fría, tus ojos parecen mirar la pared grisácea y vieja de la cocina, pero solo estas paralizada. La piel se vuelve de gallina y el labio inferior comienza a temblar. El sonido sigue resonando en tu cabeza sin dejarte escapar de la parálisis.
Cierras tus ojos y tratas de respirar. Recuerdas a mamá y corres hacia su habitación, el comedor no tiene más de dos metros pero aun así el camino se hizo eterno y oscuro. Ella está bien, te repites una y otra vez mientras el corazón va a mil por hora. Aquella extraña presencia parece querer detenerte pero la desesperación con la que corres es más fuerte.
Entras en la habitación y caes de rodillas junto su cama, abrazas el cuerpo frío de mamá y lloras a tal punto que tu alma se quiebra, y será de por vida, como cada marca que papá te dejó. Solo está sentada en la cama, con la cabeza descansando sobre la pared que ahora porta manchas de mamá. El arma aún sigue sujeta a su mano. Sus vestiduras se van cubriendo de sangre.
Con dificultad te pones en pie y caminas alrededor de la cama, subes a ella y te recuestas a su lado dejando que tu cabeza descanse en su regazo. Cierras tus ojos y piensas en las veces que han estado así. Solas, ella y tú.
Las veces que tu cabello rubio acariciaba su regazo y sus suaves manos acariciaba tu blanca piel. Cierras los ojos y recuerdas esa mujer de cabello negro y ondulado, al igual que tú, su piel es muy blanca, siempre con una sonrisa dibujada en su rostro. Pero ahora la has visto, y sabes que ya no es así.
Sabes que eres una niña herida llorando en las piernas de mamá. Sabes que el rostro de mamá se ha teñido de un rojo infernal, ya no puede acariciarte como solía hacerlo. Acariciar sus piernas, pero se han vuelto más blancas de lo normal. Su cuerpo esta frío, sin vida.
En tu cabeza sigue resonando aquella explosión, y a lo lejos escuchas su voz diciendo “te amo hija”. Ves papeles esparcidos por toda la cama, la birome junto a su mano derecha. Hojas llenas de tinta y salpicadas por sangre, una lleva tu nombre.
Te sientas en la cama y solo sujetas la carta contra tu pecho, quieres leerla pero tienes miedo a lo que puede llegar a decir en ella. Prefieres creer que mamá sabía que no fue tu culpa, pero solo no pudo soportarlo.
Y allí te quedas, sentada en su cama junto al cuerpo frío de una mujer que ya no volverá jamás. Llorando desconsolada, deseando que alguien venga a rescatarte, que alguien rescate a mamá. Quien sea, quizá hasta dejarías que papá venga a ayudarte.
Una vez más volteas para ver a mamá, pero solo su mano, no quieres ver su rostro. No quieres cambiar esa sonrisa grabada en tu mente por un rostro irreconocible. Extiendes tu mano y acaricias suavemente la suya, deseas con todo tu ser que solo sea un sueño. Quieres despertar y estar a su lado, oírla decirte que todo está bien, como solía hacerlo cuando despertabas en las noches asustada por las pesadillas con papá. Ella simplemente no lo sabía, pero siempre estuvo dispuesta a protegerte.
Ahora solo tienes su esencia en cada palabra que escribió sobre aquel papel que reposa en tu pecho. No quieres leerlo, solo observas tu nombre escrito con su bella letra y sientes que, aun en tiempo oscuros, te amó hasta el último momento. Ahora solo queda pedir a Dios, a la vida, al universo o alguno de los seres divinos que dicen tener algo mejor para nosotros en el más allá, que cuiden de mami.
Entre lágrimas tu voz quiebra el silencio “Gracias por amarme, mamá”.
~Raymond47
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I
Ella estaba acostada en la cama, completamente desnuda y con el cuerpo empapado de los olores de Él.
Ella observaba a los ojos del hombre con ternura, estaba sumergida en el trance hipnótico del amor.
Él fumaba un cigarro, sentado en la cama, con su espalda apoyada en la pared y mirando por la ventana. Ella estaba cerca, pero él casi ni lo notaba. Él estaba pensativo mirando el mundo exterior a través de la ventana.
Él es indiferente al amor.
-Te amo-le dijo Ella, cortando el silencio con un delicado suspiro de amor.
-No te creo-respondió él, frío y cortante.
Ella se sorprendió con aquella respuesta. Se sentó en frente del hombre, agarró el rostro del hombre y dirigió su mirada para que se encuentre con la suya. Ella se vio reflejada en aquellos preciosos ojos verdes, el único espejo en el mundo al que Ella deseaba mirarse.
-¡Te amo más que a nada en este mundo!-Le dijo Ella, más efusiva y más apasionada que nunca.
-No lo sé-respondió él.
-¡Sos mi razón de ser en este mundo!-Exclamó ella, con toda la potencia del amor en su voz.
-Para que te crea vas a tener que demostrarlo.-Sentenció Él, aún con su tono frío y severo.
-Pedime lo que quieras. Cualquier cosa. Lo que sea. Soy capaz de hacer lo que sea por vos, mi amor.
Él le dio una última pitada a su cigarrillo. Tiró la colilla por la ventana de su departamento. Pensó por un momento, mientras ella lo observaba en silencio y expectante.
-Quiero que vayas a la cocina, agarres el cuchillo más afilado que haya en la casa y que te cortes un brazo.-Dijo él, esta vez con un tono divertido, como si de una travesura de niños se tratase.
-¿Que me corte el brazo?-Preguntó Ella confundida.
-Sí, quiero que te lo amputes, que lo desprendas de tu cuerpo para siempre. Esa va a ser una prueba de que tenés brazos para abrazarme a mí nada más. Una prueba real de que verdaderamente estás enamorada de mi.
-Está bien-dijo Ella.
Sin titubear, se levantó de la cama, fue hasta la cocina, buscó el cuchillo más grande y afilado, el que usan siempre para cortar carne.
Ella volvió a la habitación, se sentó en frente de Él. Te amo, le dijo. Se llevó el cuchillo a la altura del bíceps y empezó a cortarse el brazo entero.
El cuchillo estaba tan afilado y su piel era tan delicada, que con un par de movimientos rectos y decididos, dejando el dolor de lado gracias a la fuerza del amor, el cuchillo cortó su carne y cuando se encontró con el hueso, no pudo seguir cortando y se detuvo.
Él observaba la sangre derramándose de su amada, vio el gran cuchillo clavado en su brazo, como un hacha en un árbol a medio talar. Él miraba la sangrienta secuencia mientras reía maravillado.
Ella se sintió aliviada al ver las risas del hombre. Entonces con todas sus fuerzas serruchó lo que le quedaba de brazo, cortando el hueso y la carne.
La sangre se derramaba por todos lados, en la cama, en el piso, en las paredes, en los muebles, en Él y en Ella.
El brazo cayó pesadamente en el suelo.
Ambos miraron por un par de segundos el brazo inerte descansando en el suelo.
-¿Ahora me creés?-preguntó Ella.
-Fue muy valiente lo que acabás de hacer, me dejaste sorprendido, en serio. Pero todavía no es suficiente para mí.
-¿Qué otra cosa querés que haga por vos?-dijo ella-pedime lo que sea, mi amor.
-Quiero que te cortes la nariz.
II
Pasaron varios días y la pareja se mantuvo unida y feliz. O parcialmente feliz, porque ella empezaba a sentir que Él le demandaba mucho y que no retribuía nada a cambio. Quizás sería porque él siguió pidiendo pruebas para sentirse más seguro y tranquilo con su amor.
Me cagaron muchas veces en la vida, le decía él, ¿cómo sé que no me vas a cagar como me hicieron las demás?
Quiero que te saques un ojo, le dijo Él, y entregámelo para que sepa que no sos una puta y que tenés ojos solamente para mirarme a mí.
Y ella, sin titubear, agarró una cuchara, hizo palanca en su cuenco ocular, y su ojo salió volando por los aires.
Otro día Él le preguntó: ¿Cómo sé que no te vas a ir de un día para el otro, que me vas a abandonar como hicieron tantas otras?
Quiero que te cortes una pierna.
Y ella, decidida y buscando siempre la tranquilidad del hombre, se cortó la pierna de un solo movimiento.
Él encontró un gusto morboso en verla a Ella quitándose partes de su cuerpo.
Ella desarrolló una gran habilidad para quitarse partes de su cuerpo. Desarrolló una gran habilidad para regalar sangrientas pruebas de amor y hacerlo feliz a Él.
Y así pasaron varios dias y la pareja se mantuvo unida y feliz. O parcialmente feliz, porque ella empezaba a sentir que Él le demandaba mucho y que no retribuía nada a cambio.
Él estaba entero e intacto, mientras que ella, con tantas pruebas de amor otorgadas, se encontraba sin pierna, sin brazos, sin ojos, nariz, boca ni lengua.
Se encontraba triste.
En su estado no podía visitar a sus amigos, ir a trabajar ni estudiar.
Ella ya no podía salir de su casa, le faltaban muchas partes de su cuerpo para lograrlo.
Ella sólo se limitaba a esperarlo a Él.
III
Un día Él llegó a su casa de trabajar. Dejó sus cosas en la mesa, se dirigió a su habitación para cambiarse de ropa y de pronto la vio a Ella.
Él se dio cuenta que ella ya no era Ella.
Ella, con todas sus extremidades amputadas, con sus partes cuidadosamente ordenadas para que no se pierda ninguna en ningún recoveco de la casa, era una pila de partes humanas en un rincón de la habitación.
Él se disgustaba al verla a Ella. A la inmóvil pila de partes humanas.
Él se contagiaba de la tristeza que veía en esos ojos.
Los ojos que pestañaban desesperados.
Que derramaban lágrimas de desamor.
La expresión de amargura en sus labios.
Los intentos desesperados de Ella al tratar de comunicarse con Él.
Él optó por la solución más práctica que se le ocurrió.
Él decidió juntar todas las partes humanas que conformaban a Ella, parte por parte, y guardarla dentro de su armario.
En el fondo, detrás de la ropa que ya ni usaba.
Él cerró el placard y se sintió satisfecho.
En paz.
Ahora podría caminar tranquilamente por su casa sin ser acechado por un par de ojos tristes que lo miraban.
Preciosos y desolados ojos tristes.
Luego de un par de días, con Ella guardada en el fondo del armario aún, a Él le dio mucha culpa pensar que la tenía a Ella encerrada en ese frío mueble, y la culpa no lo dejaba en paz.
Es inhumano hacerle esto a un ser humano aunque esté desmembrado, pensó Él.
No puedo ser tan hijo de puta, pensó Él.
Él abrió el armario, la sacó a Élla parte por parte, salió a la vereda y dejó la pila de partes humanas cuidadosamente ordenadas al costado de un tacho de basura.
IV
Juancho era un hombre que recorría la ciudad revolviendo la basura en búsqueda de chatarra para vender.
Caminando por Charcas, de pronto se encontró con una pila de partes humanas acomodadas al lado de un tacho de basura.
Juancho pensó que eso era un maniquí desarmado. Destruído.
Pero qué ojos tristes tiene este maniquí, dijo Juancho. Abrió su mochila, tiró toda la chatarra que había juntado en el día para vender, agarró parte por parte del supuesto maniquí y la metió enteramente en su mochila.
Esa noche el hombre llegó a la villa donde vivía. Apartó la chapa que hacía de puerta en su precaria casilla, abrió su mochila y sacó todas las partes del maniquí.
Se rascó la cabeza pensando cómo irían las partes.
Ella era un rompe cabezas.
Juancho lo intentó con gran determinación, movido por una inexplicable motivación.
La tarea fue ardua y dedicó todas sus energías en lograrlo. Llevaron muchos días de trabajo para el laborioso hombre.
Un día unió todas las partes que conformaban los brazos, con gotita, poxiran, cinta scotch y vendajes.
Otro día restauró las piernas.
Otro día trató de recomponer su vientre.
Por último trabajó en reconstruir la cabeza y eso fue lo que más trabajo le costó hacer. Tres días estuvo trabajando, noche y día sin descanso, para dejar el rostro lo mejor que pudo.
Luego de varios días de trabajo intenso, totalmente exhausto, miró orgulloso su creación.
Qué linda que sos, le dijo al maniquí.
Te voy a llamar Obsé, ahora vas a ser mi amiga. Mi mejor amiga en este mundo de mierda.
Mi única y mejor amiga. Te voy a contar mis problemas, mis inquietudes y mis inseguridades. Y vos mejor que nadie vas a escucharme.
Juancho abrazó al maniquí. El hombre ya no estaba solo en este mundo cruel.
En este mundo de mierda.
Ella, que ahora resultaba ser un maniquí, no podía decir nada.
Estaba muda.
Ella no podía creer aún cómo después de tantas pruebas de amor otorgadas, fue desechada a la basura.
Ella en silencio, disfrutaba del cálido abrazo de aquel buen hombre.
El cariño sincero conmovió el corazón de Ella. Justo cuando ella creía que el amor no existía.
Que el amor era un cuento para niños.
Ella no lo aguantó más y rompió el silencio con un dolido llanto.
Juancho se apartó del maniquí, sorprendido y horrorizado.
-¿Un maniquí que llora?-Exclamó Juancho confundido-¿tanta soledad hizo que finalmente perdiera la cordura?
-No soy un maniquí-dijo Ella entre sollozos.
-¿Ah no? ¿Y qué sos?
-Soy una chica con el corazón roto.
V
Juancho volvió una noche, luego de recorrer casi toda la ciudad buscando cosas qué vender. Llegó a la casilla con una bolsa de pan, unos gramos de fiambre y un vino.
Cuando entró, la vio a Ella sentada en un rincón, con su triste expresión en su bello rostro.
Pensativa. Dolida. Triste.
Juancho no toleraba verla así, aunque siempre trató de levantarle el ánimo, no había nada que pudiera cambiarle el humor. Dejó el fiambre, el pan y el vino en la mesa y le dijo:
-¿Te gustaría salir a dar una vuelta por la calle? No sabés qué linda que está la noche.
-No. Vos recién llegás de trabajar todo el día, debés estar cansado. Yo estoy bien acá.
-Para mí no es una molestia, al contrario. Esta noche dormiría feliz si al menos sé que pudiste salir a tomar un poco de aire.
-Tampoco puedo salir, mis partes aunque estén pegadas, no están totalmente recompuestas.
Ella, sin esfuerzo alguno, se quitó un brazo del cuerpo para demostrarle la fragilidad de su estado.
Juancho la miró con ternura y le dijo:
No te vas a recomponer nunca si seguís así de pesimista, corazón. Si te querés bien, si te querés a vos misma, te vas a curar y vas a estar como nueva, más linda que nunca. Vení, subite encima mío que yo te llevo.
Juancho se sentó en frente de Ella dándole la espalda e invitándola a subirse encima.
Ella lo pensó por un momento, y luego, al ver la insistencia del hombre, con su brazo fuerte se sujetó del él y éste la agarró con mucho cuidado de sus piernas. Con cuidado de no desprender ninguna parte de su cuerpo frágil.
El vagabundo se levantó, apartó la chapa que hacía de puerta con el pie y caminó por las angostas y desoladas calles de la villa con Ella encima.
-¿Alguna vez anduviste en caballo?
-Si, yo viví en Caballito un tiempo.
-No, no. Yo pregunto si alguna vez montaste un caballo.
-Ah, no. Nunca anduve en caballo.
-Bueno, esta es tu primera vez entonces. ¿qué te parece? ¿Voy bien o muy rápido?
-Vas bien, me gusta. Tenías razón, la noche está preciosa, el viento se siente lindo en la cara.
-Viste, sabía que necesitabas un poco de aire fresco, el encierro hace mal.
-¿Qué barrio es este?
-Esta es la 21/24, aunque podemos usar la imaginación y hacer que este barrio sea el que vos quieras. Podemos viajar mentalmente al país que quisieras ¿Por dónde te gustaría estar paseando ahora?
-21/24 está bien para mi. En este momento no necesito otra cosa más que esto. ¿Te puedo pedir un favor?
-Lo que vos quieras.
-¿Podemos ir más rápido?
-Soy un corcel a tus órdenes. ¡Arre caballo, arre!
El vagabundo continuó llevando a Ella por las callecitas de su barrio. A los saltos y entre risas, Ella sonrió. Sintió el viento en su rostro y sonrió. Se dio cuenta que hacía muchísimo tiempo que no sonreía.
Sus labios, que estaban pegados en su rostro con gotita y cinta scotch, por la magia de la risa se solidificó completamente en su rostro. Recomponiéndose definitivamente.
Una sonrisa genuina, hermosa y feliz.
Los vecinos observaron extrañados al vagabundo lunático del barrio corriendo por la calle sosteniendo un maniquí en su espalda.
VI
Ella se miraba al espejo, se peinaba su cabello con mucho cuidado. Miraba sus cicatrices, sus precarias vendas y remiendos que con mucho amor Juancho hizo en ella.
Existe el amor, dijo Ella. Existe el amor.
Hay personas que creen en el amor y que dan amor.
Yo estoy recibiendo amor.
Si recibo amor, también puedo dar amor.
Tengo mucho para dar y recibir y experimentar.
La vida puede ser una gran aventura. Un mundo extraño y maravilloso por descubrir.
Ella recordó el viaje en caballo de la noche anterior y sonrió otra vez.
Se sentía bien sonreír.
Agarró la lata de poxiran, se aplicó un poco en el brazo que se le había desprendido, luego se lo encastró en su hombro. Cuando ya estaba seco el pegamento, hizo un movimiento leve para ver si respondía.
Ella observó detenidamente la casa. La solitaria y fría casilla hecha de madera y chapas. La casa más humilde de aquel humilde barrio.
Tengo que hacer algo para agradecerle el hermoso gesto de aquel hombre.
Ella lentamente se puso de pie. Lentamente y con cuidado puso un pie adelante y luego el otro.
Sus remiendos temblaron, la totalidad de sus piernas también. Ella pensó que se iba a desarmar y caerse al suelo y volverse mil pedazos otra vez.
Pero para su sorpresa los remiendos se desprendieron de sus piernas dejando al descubierto unas piernas nuevas y saludables.
Ella flexionó sus rodillas probando la fortaleza de sus piernas. Se estaba recomponiendo por arte de magia.
Si te querés a vos misma te vas a curar, le había dicho Juancho.
Ella se sintió animada, más que de costumbre.
Aprovechó la fortaleza de sus piernas y salió de la casilla con la idea de recorrer el barrio.
Debía tener mucho cuidado porque, a pesar de que sus piernas estaban como nuevas, el resto de su cuerpo seguía siendo frágil.
Ella se perdió entre las callecitas de aquel barrio. Se detuvo en un puesto ambulante que vendía flores. Compró algunas flores con el último dinero que poseía en sus bolsillos. Luego volvió lentamente al hogar.
Durante todo el camino los vecinos la miraban estupefactos: ¡Un maniquí que camina y habla!
Ella saludaba a todo el mundo, sin importarle cómo la mirasen o lo que digan sobre ella.
Las dos macetas de flores que llevaba eran muy pesadas para sus frágiles brazos, entonces el pegamento que se había puesto cedió y su brazo cayó al suelo con macetero y todo.
Un niño que vio la secuencia, se compadeció de Ella y se acercó a ayudarla. Agarró ambas macetas y la acompañó el resto del camino.
¿Vos sos un maniquí? Le preguntó el niño que la ayudaba con las flores.
Si lo soy, me llamo Obsé, respondió Ella, riéndose por la idea se hacerse pasar por un maniquí.
Estás toda rota, le dijo el niño.
Lo sé, ya me voy a arreglar, respondió Ella.
Mientras caminaban hacia la casilla, no se dieron cuenta que estaban siendo observados por un periodista y un camarógrafo, que estaban haciendo un informe sobre la vida de la sociedad en una villa de emergencia.
El periodista no podía creer lo que estaba viendo: Un maniquí que podía caminar y hablar.
El periodista, entusiasmado porque tenía ante sus ojos una mejor historia qué contar, decidió seguirla discretamente a Ella hasta su casa.
VII
-Buenas tardes señorita.
-Buenas tardes.
-¿Qué estás haciendo?
-Estoy plantando, ¿acaso no ve?
-Si, lo veo. Perdón por importunarte, pero me vi en la necesidad de hacerte unas preguntas, si es que no te incomoda.
-No, no me incomodan las preguntas.
-¿Y te incomoda que mi compañero acá te esté filmando?
-No sé, supongo que tampoco me incomoda. No estoy en mis mejores fachas hoy, pero ¿para qué me están filmando?
-Nosotros somos periodistas de canal 11. Nos pareció interesante documentar una historia sobre vos. Te hago una pregunta ¿Cómo te llamás?
-Obsé.
-Qué lindo nombre, Obsé. Y contame ¿Vivís acá?
-Si, vivo acá.
-Es una casa muy humilde, como podemos observar esta chica vive en condiciones deplorables. Pero aunque ella esté viviendo una dura realidad, sufriendo necesidades básicas y demás cosas terribles, igual está embelleciendo su casa con hermosas flores. ¿Qué estás plantando Obsé?
-Jazmines y Malvones.
-¿Cómo? Más fuerte y hablándole al micrófono por favor.
-Jazmines y malvones.
-Son muy lindas flores, te felicito por la elección.
-Gracias.
-¿No se te complica realizar esta hermosa acción con tus brazos y manos en ese estado?
-Es difícil, pero con paciencia todo se puede hacer.
-Totalmente cierto. ¿Y por qué tenés tu cuerpo así, tan destruído?
-Me desarmé yo sola, ahora me tengo que volver a armar. Pero eso solo depende de mi.
-Obsé, ¿vos sos consciente de que sos un maniquí?
-Si, eso ya lo sé.
-¿Y que podés hablar y moverte?
-Si. A duras penas, pero lo puedo hacer.
-Señoras y señores por primera vez en la historia queda registrado ante las cámaras la existencia de una maniquí que puede hablar. Es un hecho histórico, sin precedentes en...
-¡Cuidado, me vas a pisar los malvones!
-Uy perdoname querida. Che se te están cayendo las vendas de los brazos.
-Si lo sé, hoy se me curaron las piernas cuando fui a comprar estas plantas, ahora los brazos cuando las estaba plantando. No entiendo qué le pasa a mi cuerpo exactamente, pero no me interesa. Me encanta sentirme mejor.
-¡Es increíble lo que estamos observando, una rareza única jamás vista!
-¡Qué bueno! Mis brazos estan perfectos otra vez. Mirá, ahora voy a poder levantar la maceta de los jazmines y plantarlas acá.
-¿Cacho, quedó filmado todo eso? ¡Bien, carajo! ¡Vamos a romper el rating!.
VIII
Cuando la noticia de la maniquí con vida empezó a dar vueltas por la televisión, todos se volvieron locos. El mundo entero se conmovió con la historia. Con la hermosa maniquí que a duras penas intentaba plantar flores en su humilde hogar. Y la gran revelación de cómo sus heridas se curaban solas por arte de magia, gracias al amor.
La historia fue compartida millones de veces en todas las redes sociales, era de lo único que hablaba el mundo en aquel momento. Todos querían saber más sobre la maniquí. Todos querían un poco más de Obsé.
Juancho llegó a su casa aquella noche y se emocionó al ver las flores plantadas en la entrada de su casa. Entró en la casilla y la vio a Ella acomodando todo el desastre de aquel lugar: Todo estaba ordenado e impecable. La casilla ahora parecía un verdadero hogar. Tenia calor de hogar. Juancho la abrazó y besó su rostro. La abrazó con mucho cuidado, por miedo a quebrar algo. Pero sus manos en el cuerpo de ella sintieron que ya no existían roturas. Que los remiendos y las vendas en el cuerpo de Ella ya no estaban. Se dio cuenta que Ella tenía el cuerpo entero e intacto, que incluso su piel ya no tenía aquel tono pálido y muerto. Ahora Ella brillaba de belleza. juancho comprendió definitivamente que se había equivocado, que Obsé no era un maniquí. Ella era en realidad una hermosa mujer.
Juancho mirame cómo estoy, nunca voy a saber cómo agradecerte esto que hiciste por mi, dijo Ella.
Yo no hice nada, sólo te traje y te remendé, el resto dependía de vos, le respondió Juancho.
No solo me remendaste, también me ayudaste a descubrirme otra vez, a encontrar las soluciones a tantos problemas que tenía dentro mío. Gracias, le dijo Ella con lágrimas en sus ojos.
El niño que la había ayudado a Ella a llevar las flores, llegó corriendo hasta la casilla y golpeó la chapa que hacía de puerta. Juancho corrió la chapa y el niño exaltado y a los gritos dijo que Obsé era muy famosa.
¿Yo famosa? Preguntó incrédula Ella.
¡Si mirá! ¡Todo el mundo está hablando de vos! Y el muchacho le mostró su celular.
Ella vio las publicaciones en facebook, twitter e instagram. En todos lados compartían las fotos y videos de la entrevista que le había hecho el periodista. Todos la amaban. Todos se emocionaron con su historia. Todos querían un poco más de Obsé.
Ella levantó la vista y vio que en la calle estaban casi todos los vecinos del barrio, mirándola encantados. Nadie podía creer que en aquel lugar estaba ella, la maniquí que cobró vida y que se transformó en mujer. En una bella mujer. Los vecinos, tímidamente se acercaron a Ella para darle su muestra de afecto. Estrecharon sus manos, besaron su rostro y acariciaron su cabello. Ella era algo más que una bonita historia que se había hecho viral, Ella se estaba convirtiendo en una divinidad. En la prueba viva de que los milagros suceden, que la magia es algo posible en este mundo cruel.
De entre todas las personas que se habían congregado en la casilla del vagabundo, se hicieron paso dos hombres de traje que llegaron hasta Ella y la saludaron muy educadamente.
-¿Quiénes son ustedes?
-Nosotros somos de Netflix, vimos tu historia en la televisión y nos sentimos cautivados. Al ver que no tenías una forma de comunicarte, decidimos venir personalmente para hacerte una propuesta.
Juancho se sintió agobiado por la tan repentina presencia de tantas personas en su casa, ya que nunca nadie lo visitaba ni le dirigía la palabra, y mucho más fuerte fue para él la presencia de aquellos dos señores trajeados. La agarró del brazo a Ella apartándola de la gente para hablar en privado.
-Obsé, vos no sos un maniquí. Sos una mujer, ¿estás segura de que querés seguir con esto?
-No tengo idea de lo que está pasando, todo está yendo muy rápido. Pero si, voy a seguir con este juego, confieso que me está divirtiendo bastante.
-Tengo miedo...
-A vos nunca voy a abandonarte, pase lo que pase. Te lo prometo.
IX
Él estaba en su casa, acostado en su cama fumando un cigarro. El humo de su cigarrillo salía por la ventana del departamento y se desvanecía en el viento.
Él se sentía solo y aburrido. Encendió la televisión y saltó de la cama de la sorpresa cuando la vio a Ella en la pantalla.
Él sintió su corazón estallar de amor cuando la vio a Ella completa otra vez, y ya no siendo una pila inerte de partes humanas en un rincón de su casa.
Ahora Ella, que en la tele la llamaban Maniquí Obsé, era una mujer bella. Tan hermosa como el primer día que él la conoció.
Tengo que ir a verla, dijo Él.
Yo sé que aún le debe quedar algo de amor por mi, pensó Él.
En el noticiero de la tarde decían que el extraordinario caso del maniquí que se convirtió en una mujer, cobró tanta relevancia en los medios mundiales que ahora Netflix estaba por filmar una serie con su vida, y que ella misma iba a actuar en su propio papel protagónico.
Él se obsesionó con la idea de verla otra vez, con la idea de volver a conquistarla.
Él viajó en su auto hasta la puerta de las oficinas de la productora donde iban a filmar la serie. Montó guardia escondido dentro de su auto. Se quedó tres días escondido, vigilando sin cesar hasta que al fin la vio a Ella entrando en la oficina.
Él sintió la chispa del amor explotando en una intensa llama en su corazón.
Él se bajó del auto y se quedó parado al costado de la puerta de la oficina, en la vereda.
Cagado de hambre, de sed y de sueño. Todo el sacrificio que Ella valía la pena para él.
Luego de varias horas de espera, la gran puerta se abrió y al fin Ella salió.
Él se paró en frente de Ella. La miró a los ojos y sin mediar palabras la abrazó.
Ella no entendía lo que estaba sucediendo.
Él sintió que dos manos enormes lo agarraron y lo apartaron de la muchacha. Eran agentes de seguridad del edificio.
No la molestes a la estrella, le dijeron y lo empujaron haciendo que Él se tropezara y cayera pesadamente al suelo.
Ella lo miró a los ojos. Se vio reflejada en aquellos ojos verdes que le resultaban familiares.
Él observó en la miraba de Ella la ausencia total de amor. La mirada de indiferencia.
Ella lo miró como si no lo conociera. Como si nunca lo hubiera visto en su vida.
Ella le dio la espalda y se fue, acompañada de los agentes de seguridad.
Él se quedó tirado en la calle, mirando cómo Ella se alejaba.
Él sintió que su corazón se había roto en mil pedazos.
X
Maniquí Obsé era la serie del momento. La emotiva historia del maniquí que estaba destrozada y abandonada en la calle y que luego, gracias a la gran fuerza del amor, volvió a recomponerse y milagrosamente se convirtió en una bella mujer.
Maniquí Obsé era lo más visto y lo más comentado del momento.
Ella dio vueltas por todos los canales de televisión contando su historia.
Ella se mostraba feliz y sonriente ante las cámaras, exhibiendo su exuberante encanto y libertad.
Él se torturaba viendo la televisión, viéndola a Ella tan hermosa y tan próspera.
Él no soportaba que Ella sea feliz sin Él.
Él, cuando supo la nueva dirección del domicilio de Ella, empezó a enviarle cartas de amor y de perdón.
Él le enviaba también mensajes ardientes de pasión en todas las cuentas oficiales en cuanta red social apareciera Ella.
Pero nunca recibió ninguna respuesta.
Nada.
Él sentía que ya no valía la pena seguir haciendo ningún esfuerzo. Luego se le ocurrió una idea.
Era la última carta que le quedaba por jugar.
Él fue a la cocina, sacó el cuchillo más afilado que tenía en la casa, el que usaba para cortar carne. Se bajó los pantalones, y con fríos y decididos movimientos se cortó los testículos y la pija, enchastrando toda la habitación con su propia sangre. Sin sentir dolor, movido por la fuerza del amor.
Sus testículos y su pene cayeron en el suelo. Él agarró sus genitales, los guardó en una caja que envolvió para regalo. Escribió una carta, la última carta llena de letras de desesperadas súplicas. Guardó la carta junto a sus genitales, cerró la caja y llamó a un Rappi para que envíe el contenido hasta el domicilio de su amada, porque sabía que los de seguridad ya lo tenían fichado y que no lo iban a dejar acercarse al domicilio.
Ella estaba disfrutando de su día libre en su mansión. Estaba feliz porque el vagabundo que antes la había ayudado, ahora, después de mucho tiempo tratando de convencerlo de abandonar su amada casilla de chapas y madera, al fin decidió vivir con ella en su estancia. juancho estaba contento al ver los caballos que Ella poseía. Preciosos y esbeltos caballos de carrera. Juancho se la pasaba todo el día dándole de comer a los caballos y peinándolos.
Ella disfrutaba del día libre y del sol mientras tomaba un té y lo observaba a Juancho. Ella reía al verlo sonreír a aquel hombre. Al ver cómo jugaba con aquellos imponentes animales como si fuera un niño. Ella se alegraba al verlo alegre.
El mayordomo llegó hasta donde estaba Ella, interrumpiendo su momento de distracción.
Señorita acaba de llegar esta caja, dijo el mayordomo.
¿De quién es? Preguntó Ella.
Es de Él, respondió seriamente el mayordomo.
Ella agarró la caja y se encerró en su habitación. Puso la caja sobre su escritorio, le sacó la tapa y se sorprendió con la grotesca aparición del pene y los testículos de Él acompañados de una carta.
Ella agarró la carta, y sin leerla, la usó para sujetar el pene, para no mancharse las manos con sangre y lo tiró todo a la basura.
Ella luego agarró los testículos de Él, pensó por un momento qué haría con aquello. Entonces decidió meterlo otra vez en la caja. Tomó el paquete y lo guardó en su placard, detrás de las ropas que ya no usaba.
No como un trofeo.
Tampoco como una ofrenda.
Si no como un recordatorio.
Ella terminó de beber su taza de té y volvió a acompañarlo a Juancho para ayudarlo a darle de comer a los caballos.
Arte: Derrochadora Idea
Texto: Hugo Frankenstein
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