Tumgik
#Surfero camello
omduart-thewriter · 2 years
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MAVERICKS, una ópera en un acto
MAVERICKS, una ópera en un acto
Raúl Campos escribió esta ópera para que su hermano la hiciera música. Eso aún no pasó, así que aprovecho para hacer llamamiento, si lees la obra, presiona a Ferran Campos a que culmine la obra. Mavericks, además de ser un lugar muy hermoso conocido por ser un punto importante en el mapa para surfistas, también es la destinación de los protas de la novelita. Digo novelita por su tamaño en…
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absolutviajes · 7 years
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Essaouira: el pueblo azul y blanco de Marruecos
Nuevo artículo publicado en https://www.absolutviajes.com/essaouira-el-pueblo-azul-y-blanco-de-marruecos/
Essaouira: el pueblo azul y blanco de Marruecos
Marruecos es un país de muchos contrastes en el que tienen cabida desde coloridos bazares hasta campamentos bereberes en pleno desierto pasando también por deliciosas ciudad con alma de pueblo nómada. Tras sortear varias carreteras erosionadas, árboles de argan y dejando atrás el dinamismo de ciudades como Marrakech, la ciudad de Essaouira, en Marruecos, se convierte en el particular oasis para quienes anden buscando color, arte y relax, mucho relax en la costa atlántica del país del cous-cous.
Essaouira: Cien gaviotas dónde irán
Tras tres horas de autobús desde Marrakech llegamos a un pueblecito blanco asomado al Atlántico y sobrevolado por cientos de gaviotas. Tras experimentar el bullicio de la ciudad marroquí, encontrar un lugar así era lo más cercano a un espejismo que se vería interrumpido por los muchos comerciantes locales que esperaban a nuevos visitantes \”empujando\” el autobús para ofrecernos relojes y babuchas. Contratamos una carretilla para depositar el equipaje y llegamos hasta el alojamiento en Essaouira que habíamos escogido: el Atlantic Hostel, un hostel de mochileros muy recomendable no sólo por sus instalaciones, sino por el ambiente globalizado que se respira por sus cuatro costados en una tetería en la que los visitantes fuman cachimba, un bereber errante te adivina el futuro o una viajera japonesa dibuja una celosía en su cuaderno de viaje.
Al disponerte a conocer Essaouira te sumerges en su frescor, el blanco de sus paredes y azul de sus puertas, los bazares al aire libre donde comerciantes llegados del corazón de África venden sus artículos, desde viagra \”ecológica\” hasta juegos de té pasando por instrumentos musicales, pues además de relax, Essaouira es ante todo sinónimo de arte.
Fue aquí donde Orson Welles rodó parte de su película Otelo en 1952 y el rabel, un violín de tres cuerdas típico, se convierte en protagonista de los conciertos de jazz africano que se despliegan por los locales del pueblo, especialmente durante el Festival de Músicas del Mundo de la etnia gnaoua (Mali y Senegal) que se celebra todos los años a mediados de mayo.
Un ambiente delicioso a través de esos barrios blancos que respiran una historia contenida entre el casco histórico, las playas de Essaouira y la curiosa isla de Mogador.
Cultura y playa
Mogador, una isla llena de gaviotas situada frente a Essaouira fue conquistada en primer lugar por los fenicios, quienes descubrieron el color púrpura que sudaba el murex, un tipo de molusco autóctono cuyo tinte sería utilizado siglos después para teñir las togas del Imperio romano.
A lo largo del tiempo Essaouira fue visitada y conquistada por diversas culturas: los cartaginenses en el siglo V a.C., los bereberes en siglo I a.C., los romanos en el siglo III d.C., los portugueses en el siglo XV y finalmente los franceses en el XIX. Un collage de influencias extranjeras cuyo aspecto actual debe mucho al sultán Mohamed ben Abdallah, quien en 1764 restauró toda la ciudad, la fortificó y le concedió el nombre que hoy todos conocemos.
Tal base histórica convierten cualquier ruta a través de la Medina de Essaouira en un particular viaje en el tiempo.
La Kasbah de Essaouira, conocida como Sqala de Ville, es un tipo de fortificación bereber diseñada por el arquitecto francés Théodore Cornut en 1765, y en cuyas plantas bajas lucen las antiguas carpinterías de la ciudad. Un paseo por esta estructura de piedra nos descubre sus cañones dormidos y unas vistas inmejorables del Atlántico que golpea este oasis blanco de puertas azules.
Las torres vigía permiten el ascenso mediante rizadas escaleras de caracol, mientras el famoso ojo de buey de la Scala se convierte en el original mirador de una ciudad por el que se cuelas las gaviotas y sus barcas azules, una de las estampas más conocidas de Essaouira y de las más fotografiadas por los viajeros.
El paseo fortificado se extiende hasta alcanzar la place Moulay Hssan, un perfecto enclave desde el que admirar el encanto arquitectónico de la ciudad y al que sigue un puerto convertido en el alma de Essaouira. Aquí conviven tenderetes de marisco a buenos precios (una mariscada con langostinos, calamares y otros frutos de mar que-no-llegué-a-saber-que-eran-pero-estaban-buenos + patatas fritas + bebida no suele pasar de los 15 euros), mientras un bar de encanto bohemio-chic como Le Chalet de la Plage se convierte en perfecta opción para relajarse junto al mar gracias a una terraza desde la que tener Essaouira a tus pies, entre gaviotas, cocktails y puro encanto cosmopolita.
Finalmente, cualquier ruta por Essaouira finaliza en sus bellas y ventosas playas, ideales para la práctica de deportes acuáticos como el surf o el kite surf durante prácticamente todo el año. En esta orilla los camellos ofrecen sus monturas a los turistas, los colores surferos se apoderan del mar y al encanto de playas como Tagharte, Cap Sim o Kaouki  se suman los vientos místicos y unas gaviotas que parecen seguir controlando la llegada de nuevos visitantes.
Essaouira, en Marruecos es una ciudad con alma de pueblo ideal para unos días de descanso en la costa atlántica marroquí y colmada de opciones: arte, historia, playas y deportes en uno de los mejores oasis para reposar tras esa inyección de energía que supone cualquier viaje por el país magrebí.
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Lava, mar y roques
De Lanzarote a El Hierro, el sendero de gran recorrido GR-131 atraviesa las siete islas canarias en una aventura senderista de 550 kilómetros
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Excursionistas en el parque nacional de Timanfaya, en la isla de Lanzarote. Ben Welsh agefotostock
En Canarias, el sendero europeo de gran recorrido GR-131 suma 550 kilómetros. Son 26 días de ruta para mochileros que empiezan en Órzola (al norte de Lanzarote) y terminan en Orchilla (al oeste de El Hierro). El camino se reconoce por las marcas blancas y rojas en rocas o balizas. Señalamos los puntos de especial interés y recomendamos lugares donde comer y dormir.
Lanzarote (70 kilómetros, 3 días)
En Lanzarote, el primer punto de interés del GR-131 está a ocho kilómetros del arranque del sendero en Órzola: el Aula de Naturaleza de Máguez y sus acciones de sensibilización medioambiental. Más adelante, en Haría, junto a la Casa Museo de César Manrique, donde vivió el artista hasta su muerte en 1992, se encuentra el taller del artesano octogenario don Eulogio Concepción, el último cestero de Lanzarote. Al sur de la isla, la pensión Casa Tilama, en Uga, es ideal para dormir. En Yaiza, el bar Stop lleva desde 1890 y es de los más viejos de Canarias. Tras desayunar café con leche y garbanzadas, recorremos el camino que usan los camellos. Si subimos hasta el Lomo del Cura tendremos la misma perspectiva del párroco que entre 1730 y 1736 fue testigo de las potentes erupciones volcánicas en Timanfaya, hoy uno de los parques nacionales españoles más visitados.
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javier belloso
Fuerteventura (148 kilómetros, 6 días)
Si eres deportista federado, en Fuerteventura puedes dormir por tres euros en el Pabellón Municipal de Deportes de Corralejo (La Oliva). El bar La Lonja, en el muelle, es ideal para cenar comida canaria. En la cercana Lajares, punto surfero del norte, la tienda Clean Ocean Project cuenta con área de descanso para caminantes. De paso por Montaña Quemada pasamos junto a la estatua de Miguel de Unamuno, desterrado en la isla en 1924. El Ecomuseo La Alcogida, en Tefía, explica las formas de vida isleña tradicional. Sigue un paisaje que son casas en medio de la nada. Para dormir en Fuerteventura está Casa Quintana en el norte (La Oliva) y Waveguru en el sur (La Pared), donde se puede montar la tienda de campaña.
Gran Canaria (77 kilómetros, 3 días)
En Gran Canaria, la primera noche la pasamos en la Asociación Atlas, en el barrio de La Isleta de la capital. Cruzamos Las Palmas de Gran Canaria por la zona que sirvió de escenario para la película protagonizada por Brad Pitt Aliados, dirigida por Robert Zemeckis, que transformó el barrio de Triana en la ciudad de Casablanca. Camino a la cumbre, tapeamos papas arrugadas con queso en el Bar Cafetín Pepe, abierto desde 1948 en La Atalaya de Santa Brígida. Más arriba, en San Mateo, está la Finca Shejala, espacio en un bosque tupido donde puedes dormir en cabañas de madera, yurtas o literas. Subiendo el barranco de la Mina, la parada es la casa de comidas Hermanos Moreno de Las Lagunetas. A continuación, cruzamos la cuenca de Tejeda, con vistas de los roques Nublo y Bentayga. La noche es en la casa cueva El Warung, en Artenara, con vistas espectaculares. Al día siguiente, el descenso nos lleva desde el Pinar de Tamadaba hasta el puerto de Las Nieves de Agaete, donde está atracado el barco que nos llevará a Tenerife.
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El cestero don Eulogio en su taller, en Haría (Lanzarote). amalia márquez
Tenerife (90 kilómetros, 4 días)
A Tenerife hay que ir con buen abrigo. El camino comienza en el bosque de La Esperanza. La primera noche dormimos en el Área Recreativa de La Caldera. Más adelante, la Cruz del Dornajito fue parada de visitantes históricos, como el botánico Alexander von Humboldt y el poeta André Breton. El Portillo es la puerta del parque nacional de Las Cañadas del Teide. Bordeamos el punto más alto de España por Pico Viejo. El encuentro con los endémicos tajinastes es espectacular. En Vilaflor nos alojamos en la Pensión Germán. En el descenso a Arona, El Dornajo, en Ifonche, es un caserío con un restaurante ideal para almorzar. Nos despedimos de Tenerife en los puntiagudos roques del Conde e Imoque.
La Gomera (38 kilómetros, 2 días)
La primera noche en La Gomera es en la pensión Colón de San Sebastián. El ascenso al parque nacional de Garajonay son o cuestas empinadas o descensos rompepiernas. Paramos en el emblemático roque Agando. De camino a Chipude, el dueño del bar Javi hace demostraciones de silbido gomero. El hotel bar Sonia es el lugar donde dormir en Chipude. Rumbo a Vallehermoso bordeamos la presa de La Encantadora, entre hermosos palmerales.
La Palma (72 kilómetros, 3 días)
La primera la pasamos en la granja ecológica Rosaburiente, en Los Llanos de Aridane. La subida desde Tazacorte hasta El Time son tres kilómetros en vertical. Seguimos cuesta arriba con la meta en el Roque de los Muchachos, sede del telescopio Grantecan. Esa noche dormimos en la cueva del Morro de la Cebolla. La Caldera de Taburiente es el abismo más hermoso. Otra noche, en el Área Recreativa del Pilar. Al día siguiente nos espera la ruta de los volcanes. Bordearemos los de Martín, San Antonio y Teneguía. Los rojos y grises de coladas y cráteres se funden con el verde de los pinares. Comemos en el bar Parada en Fuencaliente. Dormimos en la pensión Central.
Guía
Oficinas de turismo Lanzarote. Fuerteventura. Gran Canaria. Tenerife. La Gomera. La Palma. El Hierro.
El Hierro (36 kilómetros, 2 días)
En El Hierro pernoctamos en el hostal Casañas de Valverde. El pateo nos lleva cresteando hasta la ermita de Nuestra Señora de Los Reyes, coronando el pico de Malpaso. Junto a la ermita, la cueva del Caracol sirve para pasar la noche. Hasta aquí hemos recorrido 545 kilómetros. El último día del viaje lo reservamos para superar los últimos cinco kilómetros hasta el faro de Orchilla. Estamos en el lugar más occidental de España. El malpaís finaliza y vemos el cartel que señala el final del GR-131. La terminación de la ruta es junto al mar, donde nos bañamos en un embarcadero solitario con vistas a la impresionante ladera de El Julán.
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absolutviajes · 7 years
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Essaouira: el pueblo azul y blanco de Marruecos
Nuevo artículo publicado en https://www.absolutviajes.com/essaouira-el-pueblo-azul-y-blanco-de-marruecos/
Essaouira: el pueblo azul y blanco de Marruecos
Marruecos es un país de muchos contrastes en el que tienen cabida desde coloridos bazares hasta campamentos bereberes en pleno desierto pasando también por deliciosas ciudad con alma de pueblo nómada. Tras sortear varias carreteras erosionadas, árboles de argan y dejando atrás el dinamismo de ciudades como Marrakech, la ciudad de Essaouira, en Marruecos, se convierte en el particular oasis para quienes anden buscando color, arte y relax, mucho relax en la costa atlántica del país del cous-cous.
Essaouira: Cien gaviotas dónde irán
Tras tres horas de autobús desde Marrakech llegamos a un pueblecito blanco asomado al Atlántico y sobrevolado por cientos de gaviotas. Tras experimentar el bullicio de la ciudad marroquí, encontrar un lugar así era lo más cercano a un espejismo que se vería interrumpido por los muchos comerciantes locales que esperaban a nuevos visitantes \”empujando\” el autobús para ofrecernos relojes y babuchas. Contratamos una carretilla para depositar el equipaje y llegamos hasta el alojamiento en Essaouira que habíamos escogido: el Atlantic Hostel, un hostel de mochileros muy recomendable no sólo por sus instalaciones, sino por el ambiente globalizado que se respira por sus cuatro costados en una tetería en la que los visitantes fuman cachimba, un bereber errante te adivina el futuro o una viajera japonesa dibuja una celosía en su cuaderno de viaje.
Al disponerte a conocer Essaouira te sumerges en su frescor, el blanco de sus paredes y azul de sus puertas, los bazares al aire libre donde comerciantes llegados del corazón de África venden sus artículos, desde viagra \”ecológica\” hasta juegos de té pasando por instrumentos musicales, pues además de relax, Essaouira es ante todo sinónimo de arte.
Fue aquí donde Orson Welles rodó parte de su película Otelo en 1952 y el rabel, un violín de tres cuerdas típico, se convierte en protagonista de los conciertos de jazz africano que se despliegan por los locales del pueblo, especialmente durante el Festival de Músicas del Mundo de la etnia gnaoua (Mali y Senegal) que se celebra todos los años a mediados de mayo.
Un ambiente delicioso a través de esos barrios blancos que respiran una historia contenida entre el casco histórico, las playas de Essaouira y la curiosa isla de Mogador.
Cultura y playa
Mogador, una isla llena de gaviotas situada frente a Essaouira fue conquistada en primer lugar por los fenicios, quienes descubrieron el color púrpura que sudaba el murex, un tipo de molusco autóctono cuyo tinte sería utilizado siglos después para teñir las togas del Imperio romano.
A lo largo del tiempo Essaouira fue visitada y conquistada por diversas culturas: los cartaginenses en el siglo V a.C., los bereberes en siglo I a.C., los romanos en el siglo III d.C., los portugueses en el siglo XV y finalmente los franceses en el XIX. Un collage de influencias extranjeras cuyo aspecto actual debe mucho al sultán Mohamed ben Abdallah, quien en 1764 restauró toda la ciudad, la fortificó y le concedió el nombre que hoy todos conocemos.
Tal base histórica convierten cualquier ruta a través de la Medina de Essaouira en un particular viaje en el tiempo.
La Kasbah de Essaouira, conocida como Sqala de Ville, es un tipo de fortificación bereber diseñada por el arquitecto francés Théodore Cornut en 1765, y en cuyas plantas bajas lucen las antiguas carpinterías de la ciudad. Un paseo por esta estructura de piedra nos descubre sus cañones dormidos y unas vistas inmejorables del Atlántico que golpea este oasis blanco de puertas azules.
Las torres vigía permiten el ascenso mediante rizadas escaleras de caracol, mientras el famoso ojo de buey de la Scala se convierte en el original mirador de una ciudad por el que se cuelas las gaviotas y sus barcas azules, una de las estampas más conocidas de Essaouira y de las más fotografiadas por los viajeros.
El paseo fortificado se extiende hasta alcanzar la place Moulay Hssan, un perfecto enclave desde el que admirar el encanto arquitectónico de la ciudad y al que sigue un puerto convertido en el alma de Essaouira. Aquí conviven tenderetes de marisco a buenos precios (una mariscada con langostinos, calamares y otros frutos de mar que-no-llegué-a-saber-que-eran-pero-estaban-buenos + patatas fritas + bebida no suele pasar de los 15 euros), mientras un bar de encanto bohemio-chic como Le Chalet de la Plage se convierte en perfecta opción para relajarse junto al mar gracias a una terraza desde la que tener Essaouira a tus pies, entre gaviotas, cocktails y puro encanto cosmopolita.
Finalmente, cualquier ruta por Essaouira finaliza en sus bellas y ventosas playas, ideales para la práctica de deportes acuáticos como el surf o el kite surf durante prácticamente todo el año. En esta orilla los camellos ofrecen sus monturas a los turistas, los colores surferos se apoderan del mar y al encanto de playas como Tagharte, Cap Sim o Kaouki  se suman los vientos místicos y unas gaviotas que parecen seguir controlando la llegada de nuevos visitantes.
Essaouira, en Marruecos es una ciudad con alma de pueblo ideal para unos días de descanso en la costa atlántica marroquí y colmada de opciones: arte, historia, playas y deportes en uno de los mejores oasis para reposar tras esa inyección de energía que supone cualquier viaje por el país magrebí.
  ¿Te gustaría visitar Essaouira?
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