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#Hoy me siento como si el mundo fuera una caja de experimentos
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Crónicas de pandemia
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Por Lorena Bermejo* (Ciudad de Buenos Aires, Argentina)
Marzo 
Semana 1
¿Cuántas veces al día decís no tengo tiempo? A mí, de tanto pronunciarlo, se me volvió costumbre. No puedo escribir esto porque no tengo tiempo. Una vez, hace no tanto, el tiempo me sobraba: y es que hay lugares en donde caben más horas en un día. Acá, en cambio, la urgencia, la coyuntura, la agenda, el mundo apurado, y los trenes que se pierden constantemente. Una vez hubo tiempo, y esperaba ese tren que pasaba una vez en la vida, ese que "si no te subís, fuiste" y, entonces, llegás a la estación principal y hay muchos trenes y vagones y boletos, pero hay que elegir. Y para elegir hace falta tiempo. ¿Cuántas veces al día mirás la hora? No es sólo simbólico el tema de los números, el control de los minutos, la costumbre de fichar. Sabemos que existió un mundo en el que el tiempo no lo estructuraba todo. Volver a nombrarse en ratos, en indicaciones difusas, en noches a las que le siguen mañanas sin despertador. Ir contra el tiempo ¿una necesidad, un acto de rebeldía? Al menos preguntarse sobre la posibilidad de olvidarlo, descartar la forma capitalista que encarna en el reloj: una teoría para justificar las llegadas tardes.
Semana 2
¿Qué es estar presente? No desestimo ningún movimiento. No supongo ninguna evidencia. La quietud de los cuerpos crea sistemas atentos: cualquier acontecimiento puede ser interesante. Es todo lo que en la vida cotidiana, colectiva pero individualizante, no supimos reconocer. Que nos riamos de la paranoia no quiere decir que no formemos parte, que no tengamos miedo. Reírse, como llorar, puede ser mecanismo de defensa, intento de protección, reírse es también estar presente. ¿Cómo pensás vos que una persona está presente? Hace dos años, en Granada llovió durante un mes y la ciudad estaba deshabitada: no había trabajo, los pocos turistas que llegaban se escondían en los techos bajos de las teterías. Y había que quedarse en casa. Si el aislamiento asfixia, la risa airea, expande los poquísimos metros de departamento. ¿Qué es esta humanidad que enciende el motor, acelera, y acelera para después estamparme el éxtasis de un portazo? Probablemente las mil hipótesis del significado del virus tengan puntos en común, y es que necesitamos anclar significados, conectar ideas, tener razones para hablar: al menos sé que eso no se nos escurre entre tanta confusión. Puede ser que sea tiempo de aprender a lidiar con la incertidumbre.
Semana 3
"Espero que después de esto volvamos a la costumbre de saludarnos con un abrazo". El panadero, apoyado sobre el poste de luz, charla con la portera del edificio de al lado. "Despuntando el vicio", dice, como justificando la conversación. De adentro del local sale su hermana, que terminó el turno de trabajo. No sé si alguna vez el abrazo estuvo tan candente en la agenda, presente en las conversaciones, protagonista de las notas de opinión. Dicen algunos que el cambio va a tomar el rumbo de la virtualidad, de la distancia. ¿No somos ya lo bastante ciborgs como para creer que eso es un cambio? Como siempre, además del camino principal, hay senderos que se desvían. Algunos van al refugio de siempre, otros llegan a lugares nuevos. El nerviosismo general y la psicosis ¿no son virus expandidos por el mundo? ¿Cuánta gente muere por estrés, por soledad, por ansiedad? La falta de trabajo, la acumulación infinita en las cajas fuertes de los dueños de los supermercados, que ahora aprovechan para hacerse los mangos mientras otros reducen puestos de trabajo y se guardan en sus departamentos, ¿no mata, no contagia? ¿Qué se aplaude en la Ciudad cada día a las nueve de la noche? Nos morimos de muchas formas, todo el tiempo, pero eso no es noticia. Si vamos a parar el mundo, espero que sea para despertarnos mejores. A veces hay que alejarse para notar la falta, la potencia de lo que teníamos ahí nomás y no nos dábamos cuenta. No es solo la costumbre del abrazo, sino una bandera de afecto lo que nos haría falta para curar las sequedades del aislamiento social: no ir a buscar a tu novie y encerrarse a los besos, sino salir a la calle y pensar a quién le falta ese cariño que el capitalismo de la virtualidad nos arrebata todo el tiempo.
Semana 4
La del quinto vigila nuestros movimientos: sabe qué tiramos en la basura y en qué horarios nos tomamos el ascensor. Desde que estamos en el encierro descubro cámaras. Hay en la calle y hay en los paliers de los edificios, pero también hay en los autos de la policía y en las manos de todos, ahí, en ese rincón en el extremo del celular. ¿Para qué usamos las cámaras? La del quinto restringió la terraza para los departamentos con balcón, y aunque el frío del otoño se haya puesto intenso, todavía hubiera querido subir una vez más: sentarme ahí donde apenas llega la luz y se ven las ventanitas iluminadas y los colores que van y vienen de cientos de televisores. Como en Instagram pero de verdad. Porque hay que volver, todos los días, a eso que es de verdad, el viento y la capucha, la risa de un amigue, la piel que se eriza con otra piel. Todo eso que queda del otro lado del mapa y solo existe para extrañar. No vaya a ser que nos acostumbremos (qué fácil es) a esto de las máquinas y de la soledad. ¿No te digo? Hay ojos por todos lados, un panóptico que se expande. Es que no son solo las cámaras, hay bocas que denuncian, ojos que juzgan, señalan, condenan. Parece que en algunes el tiempo libre deja espacio para desplegar el odio, la individualidad. Aunque no estemos en la misma ¿no te das cuenta de que todes estamos haciendo lo que podemos?
Abril
Semana 1
Sueño detallado y extenso. Una vez escuché que los sueños nunca duran más de una hora, pero ya se dijo por acá y por allá, y mucho más durante estas últimas semanas: el tiempo es elástico y cambiante. Yo me despierto como si hubiese soñado durante toda la noche, o esa parte de la noche en la que logro dormir. Los detalles de la escenografía no son casuales: en los sueños aparecen lugares que conozco, personas que recuerdo bien. Primero era el insomnio y ahora la rareza de los sueños: ¿de qué se trata este fenómeno nocturno? ¿es colectivo? En varios chats aparece la pregunta por los sueños, o directamente los relatos. Si antes soñaba con lugares superpuestos, con encuentros imposibles o ciudades desconocidas, hoy experimento lo cotidiano en ese lugar de la inconsciencia: veo a mis amigas, tengo una cita, voy al trabajo, ando en bicicleta. No hay extravagancias ni pasadizos exóticos con criaturas sobrenaturales. Parece que, para eso, alcanza con las series y los libros. ¿Tanto es el deseo por la rutina? 
Semana 2
Le busco sentidos al aislamiento porque no quiero abandonar nunca el desafío semiótico. En la nube virtual de contenidos, necesito aprender a mirar. Hace unos años en el cine, antes de que comenzara la película, entregaban unos lentes 3D. Creo que tenía 8 o 9 años. Una vez, en medio de la peli, me saqué los lentes. Quería comprobar que no fuera un efecto placebo y, aunque la trama se entendía igual, se perdían los detalles. Más adelante me pusieron lentes de contacto, y también probé mirar sin la ayuda del aumento que me normaliza la visión: prótesis con las que convivo hace más de quince años. En los mensajes fragmentados de las redes sociales, intento descubrir el sentimiento general. Me gustaría usar los lentes 3D por un rato y entender el panorama que impera en el mundo, por fuera de la confusión interna que cada día intento desenredar. 
Semana 3
¿Quienes son lxs otrxs? ¿Dónde están? ¿Cómo eran sus caras? Desde el encierro escucho mil veces un mismo disco, miro una y otra vez fotos, leo y releo las palabras de las oraciones (las propias, las ajenas). Me doy cuenta de la obsesión y la profundizo, como si en la intensidad estuviera cómoda. ¿Cómo me administro a mí misma cuando me canso de verme? Ayer me dijeron: existimos porque existen los otros, ese es el sentido de la vida. El tipo que hablaba no era psicoanalista sino ingeniero, pero creo que cuando unx pasa los 80 años de vida hay cosas que deben entenderse, más allá de la profesión. Hay un cartel virtual que dice: si te curaste, doná sangre. Existimos porque existen los otros. Las conversaciones se cruzan, se conectan. ¿Estamos siempre hablando de lo mismo? Vuelve el disco y el libro: quizás es una época de trincheras más que de creación y autoconocimiento. Refugios para sobrevivir en el mientras tanto que no sabemos cuánto dura. Mientras tanto: más de 40 comedores desabastecidos en un barrio, 7 mil adultos mayores en condición de vulnerabilidad, médicos que trabajan presionados por empresas. Faltan insumos, falta control, falta libertad. ¿Falta mucho? Me siento repetitiva en palabras y en pensamientos, sin embargo, los días son diversos, no se parecen en nada. Vamos más de un mes y hay quienes festejan el logro. ¿Y después de la pandemia? Veremos. O mejor, espero, nos veremos. 
Imagen: Lorena Bermejo
*Estudiante de Comunicación Social en UBA, periodista.
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lapromesaposts · 7 years
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STATEMENT/DANIEL TREMOLADA
Desde hace muchos años suelo hacer caminatas por la noche. Siempre me ha gustado recorrer las calles desiertas al final de días en los que hubo mucho tránsito. La sensación cuando salgo es parecida a cuando uno llega a una fiesta que ya terminó. Sucedió de todo pero en ese momento, ya no hay nada. Tal vez me cruce algún borracho recostado en la esquina o a unas personas sin hogar durmiendo en la entrada de algún edificio. Otra cosa que también me hace pensar que hubo una fiesta pero ya se acabó, es la cantidad de basura con la que me encuentro cada noche. Montañas de desechos son parte de mi paisaje nocturno. La cantidad de basura que he visto todas las noches durante años es tan grande, que desde hace un tiempo me cuestiono si los desperdicios no serán el síntoma de algo que está sucediendo y me estoy perdiendo. Si la soledad de salir a pasear de noche me ofreció la distancia para observar el panorama, la proliferación de basura se convirtió en la evidencia  que me impulsó  para abordar este fenómeno tan actual. Si bien mi postura inicial fue crítica y quise iniciar una campaña de reciclaje, con el tiempo empecé a concebir al desecho como un material de información muy valioso. Mi descubrimiento de la obra artística entendida como un comentario, más allá de calificar moralmente un contexto, me ha resultado muy útil. La posibilidad de abordar el fenómeno desde la praxis artística me ofrece un gran abanico de opciones para hablar sobre esta situación. Hoy mis comentarios (obras) más allá de criticar, buscan parodiar situaciones en las cuales me incluyo a mí mismo y desde esa postura experimento aquello que decido llamar arte.
Actualmente, el eje principal de mi obra busca cuestionar nuestro comportamiento como individuos en una sociedad de consumo. Una característica  que he identificado en dichas sociedades, mayormente urbanas, consiste en que las rige un impulso consumista, motivado por una promesa de satisfacción o una esperanza provocada que nunca puede ser satisfecha.
Mi trabajo comienza recorriendo las calles de grandes y pobladas ciudades; me suelo encontrar con gran cantidad de desechos, muchos de éstos son empaques de productos. Una noche identifiqué en medio de un montículo de basura un frasco de perfume vacío con el nombre Eternity. Eternidad es el título en español de ese famoso perfume de la marca Calvin Klein. Me imagino a qué debe oler algo que lleve tan magnífico nombre. ¿Quién podría llegar a ser si me cubro con un poco del rocío de eternidad? Logré destapar el perfecto y opulento frasco, un poco arañado, pero que aún conservaba la última gota de perfume. Comencé a oler a la Eternidad. El olor que percibo tiene más bien un aire alcohólico luego, siento un tono floral y por último algo cítrico. No está mal, pero no creo que me gane la inmortalidad por usarlo. ¿Cómo puede ser que un olor dure eternamente? Si fuera cierto solo sería necesario un rocío de ese perfume. Eso significa que esa promesa de eternidad apela a algo que nada tiene que ver con la realidad. Aquella persona que fue propietaria del perfume, seguramente morirá como el resto de los humanos. Las expectativas que tuvo el comprador del perfume en el momento que lo adquirió, una vez se evaporó, se fueron a la basura, del mismo modo que el frasco de Eternity, que usado y abierto parecía más bien un “eterno” estorbo al igual que los otros empaques tirados por ahí.
Sigo revisando en la basura y veo mensajes similares, Make Believe, impreso en un futurista empaque transparente de plástico duro, para audífonos Sony. Destapa la Felicidad en una rojísima y melosa lata pisoteada de Coca Cola.
Con esta información empiezo a pensar en el mecanismo que mueve nuestro contexto. Intuitivamente acuso a las trasnacionales de ser quienes dictaminan nuestros impulsos, pero luego, más calmado, diseño la hipótesis de que el mecanismo está en el aire, y más que algo rígido, actúa como una neblina que nos envuelve y deambula alimentada por nuestros comportamientos. En el fondo todos queremos que nos hagan creer, (Make Belive). Nada tan bello como Destapar la Felicidad. Somos testigos de un maravilloso mundo de fábula, una hermosa ilusión que caracterizo como el impulso inicial que nos hace elegir Coca Cola. Sólo por una milésima de segundo creemos que más allá del líquido edulcorado, teñido y gasificado, pasaremos un excelente momento. Lo interesante sucede cuando esa milésima de segundo es suficiente para comprar el artículo. Así como fue de rápida la ilusión, inmediatamente viene la desilusión, para inmediatamente después volver a ilusionarnos. El sistema capitalista en el que estamos inmersos se mantiene porque así actuamos: su existencia es el síntoma directo de nuestras ganas de sostener un deseo y de vivir en la ficción. Queremos creer ese cuento aunque sea por un momento. No es nada casual que tengamos esos deseos, todo en el mundo de las promesas es precioso, inclusive el empaque como objeto resulta muy estimulante estéticamente. Mi atención sobre el empaque surge al reconocer que es el último eslabón de la cadena de promesas antes de llegar la desilusión del objeto real, del producto como tal. Podría decirse que la proporción de empaques en la basura es equivalente a la cantidad de desilusiones vividas.
Deslumbrado aún por la belleza que reconozco en los empaques encontrados, los recojo y llevo a mi lugar de trabajo. Limpio, desarmo y elimino el deterioro de mis hallazgos. Produzco piezas que aparentemente nunca estuvieron en la basura. En el caso de las cajas por ejemplo, las desarmo y elimino las cintas de embalaje, cuidadosamente corto las partes dañadas y las reservo para otro cuerpo de obra. Cuando tengo las cajas desarmadas entonces las vuelvo a pegar imitando un acabado industrial. Algunas veces encuentro empaques a los que no se necesita extirparles el deterioro. Algunos frascos o protectores de electrodomésticos están en perfecto estado, a los desechos elegidos en buen estado muchas veces decido juntarlos con otros en el mismo nivel de conservación. Hago asociaciones de forma, de color o de textura. La idea al juntarlos es aparentar que nacieron para estar unidos. Algunas veces pego empaques seleccionados, algunas otras sólo los ubico juntos para la siguiente etapa de trabajo. En varios casos encuentro empaques que tienen la potencialidad de ser moldes: con estos objetos-moldes hago calcos con yeso o cemento. Cuando desmoldo la pieza, obtengo como resultado piezas escultóricas abstractas que no siempre develan la función original para lo que fueron hechas. Por ejemplo, si uso la caja de audífonos como molde, la pieza resultante no parece ser el calco en yeso de ese contenedor, resulta más bien una sólida pieza llena de ángulos y curvas sin ningún origen reconocible.
Cuando acumulo un grupo considerable de piezas (las cajas rearmadas, los objetos unidos y los vaciados en yeso o cemento) comienzo la etapa que denomino La presentación.
Como mencioné anteriormente, mi interés hacia los empaques de productos gira hacia la identificación de éstos como piezas clave en la problematización de los comportamientos en una sociedad de consumo. En un mundo capitalista encontramos mágicos escaparates que ofrecen productos de una manera casi sagrada. Cuando vamos a una tienda o caminando por la calle vemos hermosos afiches donde hay guapísimos y sexys modelos que retratan situaciones fantásticas que podrían vivirse con la adquisición del producto a la venta. Muchas veces he observado que los whiskeys a la venta en la sección Duty Free de los aeropuertos están exhibidos en elegantes pedestales de acrílico iluminados estratégicamente con luces leds. Algunas veces caminando por la calle he encontrado efusivas promotoras entregando coloridos flyers que informan ofertas que aparentan ser geniales. Hasta los precios de los productos en una tienda departamental anuncian en grande un precio bajísimo y en las pequeñas líneas oscuras más abajo podemos leer que es el precio por cada una de las doce cuotas a pagar.
Todos los recursos mencionados anteriormente, e incluso muchos más, son parte de las estrategias de venta a las que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Me resulta muy interesante cómo estos recursos estéticos son apropiados y utilizados para fomentar la ficción que queremos vivir. Son todos estos elementos los que utilizo para exponer mis piezas en la etapa de trabajo llamada La presentación. Recreo exhibidores metálicos para presentar mis cajas rearmadas. Hago afiches con atractivas fotografías de mis objetos unidos. Construyo complejos pedestales de acrílico para exhibir mis vaciados en yeso. Imprimo miles de falsos flyers con base en recortes de otros flyers de donde sólo extraigo las frases clave y los reparto en la calle. Todo esto alumbrado con diseños de iluminación que parecen sacados de una nave espacial. Incluso falsifico flejes de precio, siempre acompañados de evocadoras frases en inglés o en francés.
Las presentaciones además están planeadas para mostrarse en locales camuflados de cualquier zona comercial en las ciudades. Atractivos stands, con vitrinas glamurosas, exhiben sofisticadamente mis objetos manipulados que fueron encontrados en la basura. Si las imágenes tienen un mecanismo de circulación, de aquello que es inalcanzable, decidimos y nos esforzamos por levitar en el mundo de la ilusión, ante tal realidad, lo único que puedo ofrecer desde el arte es pura y fantástica ilusión.  
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