Tumgik
pnuela · 6 years
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Maderos
Será qué todo es subjetivo entonces.
La vida misma.
Tendría sentido después de todo;
que la empatía termine siendo puro cuento
y que sea así como tú ves sólo madera apilada
y yo no.
Lake Wales, FL. 2018.
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pnuela · 6 years
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Cusco descolorido
Si hay algo que llama la atención a primera instancia en el Cusco son sus pintorescos colores, alegres combinaciones que entre las paletas de colores sería la burla, pero es la rebelde, la que no cree en nadie y mucho menos cuando detrás de esos tonos hay tanta historia, tanta tradición, tanto conocimiento ancestral; y que cada uno de ellos lo comparta todos los días a través de sus ropas es admirable.
Luego de que la vista se acostumbrara a ese enceguecedor arcoíris, así como cuando vienes de un sitio con mucha luz y entras a otro muy oscuro, la vista empieza a ajustarse y después de un momento se adapta y logras apreciar mejor las cosas. Cuando mis ojos se acostumbraron a esa colorida luz, empecé a ver las cosas un poco distintas, empecé a verlos a la cara, a ellos, a cada uno. Todo se convertía en un teatro -no es mi intención hacer de esto una crítica, pero capaz en el fondo sí. Levantarte todos los días, ponerte el mejor atuendo para vender, para venderte, las mismas preguntas de miles y diferentes personas que al final sólo les importa, nada -nada de ti. Estaban interpretando un papel. No me compraba esa historia y al mismo tiempo me estaban vendiendo otra.
Por eso decoloro al Cusco. Le quito todo el color que acompaña a estas imágenes, para atravesar la capa de saturación y ver a la expresión resignada a la cara, al cansancio directo a los ojos, a la tristeza, a la costumbre; las manos marcadas por el tejido, los labios gastados de soplar, los pies deformes de tanto caminar. La realidad. El detrás de cámara.
No soy mucho de turistear. Conocer lugares es genial, pero conocer las personas de esos lugares me parece increíble.
Que la foto sea una ventana y no un espejo.
Cusco, Perú. 2017.
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pnuela · 6 years
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Entre montañas
Así contemplo los veintisiete. Entre montañas. Altos picos con pendientes que descienden en una misma dirección, con rumbos desiguales que resbalan hacia su lugar para aterrizar y volver se. Y seguir.
Entre montañas -con Dayana.
Valle de Elqui, Chile. 2018.
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pnuela · 6 years
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Cusco y su San Pedro
La vida sigue reencontrándome con esta gente con la que me gusta compartirla. Después de una corta conversación, Manuel se vino a Lima. Duró cinco días por carretera y ya juntos continuamos nuestro camino al tan esperado Chile, no sin antes hacer una parada para perdernos y encontrarnos en la naturaleza, así ponernos un poco en contacto con la tan interesante y mística cultura inca. Tuvimos unos días movidos en Lima, acompañados y asilados con mi primo Jr, ordenamos las cosas y cuadrando lo poco que había del plan, comiendo papas con huevo, choclos y huancaína. Ya con todo decidido compramos pasaje en un bus, un día completo rodando hasta la capital histórica del Perú, Cusco.
Para no perder la costumbre llegamos al mismo hostal de mi amigo Neptalí donde me había quedado meses antes y fuimos directo al mercado de San Pedro a conseguir lo que estábamos buscando. En unas de esas diligencias dentro del mercado, preparando todo, dejo mi cámara un momento sobre unos ponchos y así dejo de ver para siempre a la 5D Mark ii que solo había usado por tres meses. Desprenderme de lo material, te viene algo mejor, te estás distrayendo de algo más importante capaz, las cosas pasan por algo y todos esos “algos” no dejaban de dar vueltas por mi cabeza, y aún se pasean de vez en cuando, pero ya solo con el fin de entender un poco mejor la situación.
Al final no sé si nos encontró a nosotros lo encontramos a él, pero gracias a la señora Vilma del puesto de inciensos, conocimos a Dante, que junto con su hermano José Luis, vienen que familias indígenas y practican todas sus costumbres desde muy jóvenes. Están ubicados en un pequeño puesto muy místico en el mercado donde venden distintas bebidas alcohólicas artesanales y otras cosas tradicionales. En el rato que duramos conversando con él ya estaba el plan, nos íbamos en la noche a su casa que según estaba atravesando un bosque y literal atravesamos un bosque con una linterna para poder llegar a la casa, incluso había que llevar algo para defenderte de la jauría de perros que podrían causarte problemas en el camino. La casa queda en un lugar detrás de Sacsayhuaman, al pie de la montaña y la están arreglando para recibir a turistas y mochileros interesados en ponerse en contacto con la naturaleza y con todos los conocimientos que su familia les han permitido compartir. Así que llegamos a un sabio acuerdo de ayudarlos con el lugar, pagar los gastos y a cambio ellos nos iban a dar Wachuma, la medicina de sus ancestros, conocida como el famoso San Pedro, aparte nos iban a enseñar todo con respecto a la ceremonia para que aprendiéramos un poco más y podíamos quedarnos en el lugar el tiempo necesario. Pasamos un par de días donde aprendimos a cortar el cactus, a prepararlo, el tiempo de cocción, darle otros usos y todos esas cosas que influyen en la preparación. De la mano de Dante preparamos el brebaje, en muy poco tiempo, reconoció el mismo Dante, con quien desde el primer instante hubo una conexión tremenda. Normalmente la cocción se lleva como mínimo cinco horas, pero apenas en tres la nuestra estaba lista para dejarla enfriar y poder tomarla.
En la ceremonia aprendimos a hacerle el pago a la tierra, lo hicimos entre los tres, con un montón de ofrendas que compras ya empacadas en el mercado, dependiendo de a quien se lo compres puede contener diferentes cosas, pero básicamente va desde comida, dulces, inciensos, colores y muchas otras cosas simbólicas que tienen un significado y un propósito para la tierra. Fue un día muy largo, desde temprano con la preparación, en la tarde la tomamos, primera medicina que pruebo con bueno sabor, como a sopa de auyama y  también primera que hago de día. Estuvimos toda la tarde en ese proceso, Dante, Manuel, un ciervo que apareció montaña y yo. Fue toda una experiencia de la cual estoy muy agradecido y contento de haberla compartido con esas dos personas con las que hablé toda la noche sin poder dormir. Fue hasta el amanecer que logré descansar quedándome dormido por un rato. Los días siguientes los pasé con fiebre tirado en un colchón con los labios secos y morados, sin fuerza ni para levantarme y molestando a Manuel para todo. Ya superado el malestar salimos a la ciudad de Cusco para buscar nuestros bolsos, descansar y tomar un bus, o varios, hasta Concón en Chile.
Sacsayhuaman, Perú. 2017.
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pnuela · 6 years
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Días mejores, en Cusco
Y llegamos de vuelta a Cusco. A la ciudad de los olores, del San Pedro, de las calles de piedras y hojas de coca. Una ciudad cargada de energías y de gente  que la hace un lugar mágico para siempre volver. 
Decidimos pagar un paquete turístico porque eran muchos los lugares que queríamos conocer y conocerlo por nuestra cuenta nos iba a costar más tiempo y más dinero, pensamos. Estuvimos en Sacsayhuamán, Tambomachay, Kenko, Puca Pucará, Maras, Moray, Pisaq, El Valle Sagrado de los Incas, Ollantaytambo, Chinchero. Son muchos los nombres místicos que visitamos por un costo de 600 soles aproximadamente. Todos ellos con sus respectivas historias y con la misma bebida a base de anís y maca que tomamos en cada viaje en autobús mientras la vendedora local nos cuenta los muchos beneficios que esta tiene y cierra con el popular brindis que todos hacemos repitiendo las oraciones en quechua. Muchas artesanías, muchas chompas, muchas casacas cuelgan por todas las esquinas, acompañados de carritos típicos de venta de emoliente, quinua, choclo con queso y panes con todo, con camote, con palta, con tortilla y hasta pan con tamal. En la noche hacían relevo con los puestos de picarones y anticuchos con nube de humo incluida y así se prendía la noche. Pocas veces salimos de noche, pero con una nos bastó. Mujeres luchando con la ebriedad y con los tacones en las calles de piedra, los hombres marcando territorio en las paredes y peleando con los taxistas como animales era el panorama de las madrugadas. Para comer hay una gran cantidad de opciones y a precios muy variados, desde un menú en un restaurante vegetariano a 6 soles, hasta un menú a 15, quedándonos en la parte económica de los menús. Mi favorito fue el de 6 soles, siempre con la misma lista de reproducción y las luces tenues con las que cenábamos en compañía del mozo que lo que emanaba era amor, comprensión y ternura, aparte de que nos quedaba justo llegando al hostal. El Encuentro se llama. Otro lugar bueno para comer es el mercado de San Pedro, el clásico, lleno de gente, con una variedad de aromas y productos artesanales, pasillos con olor a palo santo, a orégano y canela, otros no muy agradables con olor a pollo crudo con cadáveres colgando cual exhibición. Ahí nos comimos un arroz a la cubana con aguacate a 10 soles. 
El tiempo pasó volando, caminando de aquí para allá, pasando por “masaje, massage” varias veces al día, los “no sea malito” de las vendedoras y los excitados extranjeros por todos lados, metidos en sus viajes, con sus morrales, reconocidos por los gorritos y chompas tejidas de 100% baby alpaca compradas en el mercado de San Pedro a 35 soles aproximadamente, dependiendo de que tanto le regateas a la seño. A veces el turismo se torna un poco teatresco, las ropas se usan más como uniforme de trabajo que como tradición cultural, pero igual me gusta la idea de levantarme con el olor a palo santo, tomar té de coca, desayunar quaker y salir a la vida. Quisiera pronto volver a Cusco, a esa inspiradora y misteriosa ciudad que ilumina a cualquier ser que esté buscando la luz. Pronto. 
Cusco, Perú. 2017.
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pnuela · 6 years
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Reencuentro en Machu Picchu
Imposible de condensar todo aquí.
Nos encontramos en Lima con un año y 9 meses de demora. Después de un día de merecido reconocimiento comenzamos con la aventura en un turbulento avión que nos dejó en la mágica ciudad de Cusco. El Hostal donde pasamos la primera noche no fue nuestra mejor decisión, fue producto del cansancio y sin embargo dormimos en una habitación para 8 personas, con una especie de baño improvisado, solo para nosotros -e Ignacio- por el monto de 50 soles. Quiero hacer esto de registrar los gastos por muchas cosas que dice la gente. Llevamos 50. En la mañana ya estábamos en el ruedo, medio enfermos y con un potente plato de avena en el estómago, nuestro desayuno número 1. Fuimos a comprar los boletos a Machu, 152 soles cada uno. Aparte de eso, teníamos el tiempo perfecto para conocer los rincones más turísticos del lugar y de volver a sentirnos en casa otra vez. Van 354 S/.
Machu Picchu es todo una experiencia. Nosotros, como muchos, la hicimos caminando, más por cuestión de disfrutar que de economizar pero válido igual. Empezamos tomando un autobús a Hidroeléctrica, 70 soles ida y vuelta cada uno. 494 S/. De allí caminamos a través de las vías del tren por dos horas hasta llegar a Aguas Calientes, un pueblito justo al pie de la montaña donde dormiríamos como reyes en un impecable hotel justo en la entrada por 40 soles. Ahora son 534. Esta ruta la hicimos un poco más livianos porque dejamos un bolso lleno en nuestro nuevo hostal de Cusco, donde pasaríamos el resto de los días y que nuestro amigo Neptalí nos dejó en 35 s/ la noche porque nos quedaríamos por 6 días en total. Hostal Varayos, según las notas de mi celular. No aparece en internet pero está en la calle Tecsecocha con calle Tigre, cerca de la Plaza Mayor. 744 soles en total, hasta aquí fueron las gastos fuertes, solo queda la comida. Hay hospedaje desde 15 soles si andas solo y quieres compartir habitación. En Aguas Calientes teníamos que salir a las 3 de la madrugada para empezar la subida porque nuestro boleto era del turno de la mañana, 6:00am en la puerta. Una hemorragia nasal nos despierta de una forma muy macabra y bajo la lluvia, con un poncho que nos clavaron a 5 soles, empezamos a subir con la mochila llena de frutas, frutas que no te permiten comer allá dentro. Presentamos nuestros documentos y cruzamos el puente. La subida es empinada, son grandes escalones de piedras. Me costó par de paradas y par de cambures. Ya arriba recorrimos todo lo que pudimos. Entre las piedras y la niebla no escondíamos para escuchar la historia que venía de los guías de 25 soles que no pagamos, pero más adelante nos encontramos con un amigo chileno que nos iba a contando todo lo que su guía explicaba a su grupo pero sin tanta emoción y misticismo.
Fotos. Piedras. Niebla. Gente. Escaleras. Fotos. Tambos. Indígenas en posición fetal por la reencarnación. Bis.
Bajamos corriendo por las tablitas de madera que tiene la vía del tren, literalmente tuve que correr, porque el autobús nos esperaba en Hidrocapital a las 2:30pm, para cuando llegamos cansados y sudados tener que esperar media hora para arrancar nuestro viaje de 6 horas más de regreso a la ciudad. Llegamos muertos.
Y empezaron nuestros días en Cusco.
Machu Picchu, Perú. 2017.
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pnuela · 7 years
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De campamento en Lake Wales
Allá en Acarigua, en mi casa, hay un campamento muy conocido que se llama La Llanada. En este caso que ando por Miami y con un amigo de coordinador logro entrar a La Llanada de Lake Wales a tomar fotos.
Cuando llegué no conocía a nadie aparte de Javier, uno de los coordis que estudiaba en la misma universidad que yo en Caracas. Una semana antes había conocido a la señora Irma y a Diana en el open house del camp. La señora Irma me dio la cola hasta Weston y todo, toda una mamá siempre pendiente de que estuviera comiendo bien, que lavara mi ropa y toda la cuestión. Diana era la maracucha de manualidades que se burlaba de lo despistado que soy, de salir con la cámara sin tarjeta de memoria, por ejemplo. 
Directamente convivía con tres personas: Pitu, fotógrafa que desde el principio fue muy panita conmigo, siempre le preguntaba cualquier cosa porque tenía años formando parte de La Llanada. Wazzan, el bicho más pana encargado, junto con Jon Snow, de hacer tremendos videitos durante todas las temporadas. Ese era el equipo audiovisual, todos muy panas ya ven, con los que pasaba la mayor parte del tiempo. Vivíamos alejados de los campistas en un trailer muy cómodo John, Pedro Wazzan y los dos lanchólogos Alex y Pumba, altos bichos siempre activos y ayudando en todo. Gracias a Pumba por comprarme un cepillo de dientes el primer día que llegué. 
La rutina empezaba a las 8:30am cuando se activaban todas las alarmas de los celulares de acuerdo a quien se había acostado más tarde la noche anterior. Yo a veces me despertaba más temprano para dar unas vueltas en bici antes del desayuno, también porque siempre era uno de los primeros en dormirme. En el comedor me trataban como rey, siempre tenían mi comida aparte, sin carne, ni queso ni nada que no comiera. Me sorprendieron con varios platos bastante creativos y todo, unos pimentones rellenos, salchichas de lentejas, pabellón y bueno las frutas que siempre me acompañaban durante el día para sobrellevar el calor tremendo.
La última semana se pasó volando, todos me lo advirtieron, pero igual así no me alcanzó para conocerlos a todos aunque sentía que sí. Convivir con todos durante tres semanas, compartiendo almuerzos y cenas, trabajo y bromas, hace que al llegar a tu casa te haga falta hasta la campana de las actividades, que cantes las canciones a la hora de comer, papapá papapá, los golpes a las mesas y demás. Ahora entiendo porque todos lloraban el último día, y más todavía entiendo porque los padres nos confían a sus hijos durante tanto tiempo, porque La Llanada más que un campamento es una familia. Gracias a todos por la experiencia.
Lake Wales, FL. 2017.
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pnuela · 7 years
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Mis amigos de Hallandale
Estuve dos fines de semana seguidos durmiendo en el sofá cama de Marielix y Tomás, amigos de la universidad que por suerte tengo aquí cerca y me llevan a hacer cosas muy finas. Que bueno tenerlos allá arriba, poder pasar ratos en su casa, con ellos, con su hamaca en el patio, dormir con el sonido de la pecera, que te hagan sentir en casa cuando estás tan lejos de la tuya. Te das cuenta que más allá del lugar, es la gente y cuando estás con la gente correcta, con esa que puedes ser tú mismo, estás más cerquita de tu casa.
El primer fin fuimos a desayunar al Yellow Green Farmer Market un mercado genial donde todo es muy natural. Terminamos pasando toda la mañana ahí mientras esperábamos unas enormes empanadas de los muchachos al meojr estilo de playa parguito. Larga era la cola que entre colores, banderas y acentos al hablar, se dejaba ver cual era la mayor clientela del lugar, paisanos. Nos paseamos entre un sin fin de cosas orgánicas y free everything que con nada más ver me sentía más natural. Una gente por ahí hacía covers acústicos de las canciones más pop mientras un señor se fajaba con su violín en la entrada, todo esto ocurría al mismo tiempo. 
Ya con el estómago lleno, con madres empanadas y un pudín de chia, y el corazón bien contento arrancamos a pasar la tarde en la playa. Antes nos paramos en un parque a caminar un rato y bajar la comida. Subimos hasta un mirador donde pudimos apreciar mejor todo el lugar. Por fin llegamos a la playa y nos quedamos hasta que unas ganas de comer arepas tocaron nuestra puerta. Así terminó el día, sentados en la mesa comiendo las potentes y populares arepas de Mari.
El otro fin fuimos a una marina muy cool en Coconut Grove, donde trabaja Tomás y salimos a andar en dingui. El paseo por el mar fue muy relajante y la gente en el mar es muy simpática, menos los que van pendiente de un reggaeton y una cosa activa, esos andan en otro plan. Estuvimos acostados un rato llevando sol, echando cuentos y comiendo manzanas si mal no recuerdo. En uno de esos momentos candela del sol, me animo a meterme al agua y pensando que el agua está muy profunda me voy de clavado. Terminé arrastrando el pecho por la arena, quedando con unas marcas como si me hubiese atacado un racoon, que según aquí y que se la pasan atacando a la gente. Sabroso fue el regreso mientras cruzamos el mar con el sol ocultándose en el océano. Ya relajados comimos sushi vegetariano en la marina y volvimos a la casa.
Gracias a mi amigos de Hallandale, como los conocen aquí en mi casa, espero volver pronto.
Hallandale Beach, FL. 2017.
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pnuela · 7 years
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Todo cambia
Viviendo en un sitio diferente me ha costado volver a hacer esto, pero palabras sobran para relatar este momento y en manos de Mercedes Sosa cualquiera quiere ser una canción.
Cambia lo superficial Cambia también lo profundo Cambia el modo de pensar Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años Cambia el pastor su rebaño Y así como todo cambia Que yo cambie no es extraño
Cambia el más fino brillante De mano en mano su brillo Cambia el nido el pajarillo Cambia el sentir un amante
Cambia el rumbo el caminante Aúnque esto le cause daño Y así como todo cambia Que yo cambie no es extraño
Cambia el sol en su carrera Cuando la noche subsiste Cambia la planta y se viste De verde en la primavera
Cambia el pelaje la fiera Cambia el cabello el anciano Y así como todo cambia Que yo cambie no es extraño
Pero no cambia mi amor Por más lejos que me encuentre Ni el recuerdo ni el dolor De mi pueblo y de mi gente
Lo que cambi�� ayer Tendrá que cambiar mañana Así como cambio yo En esta tierra lejana
Cambia, todo cambia.
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pnuela · 7 years
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El Refugio Yagrumo
Para los carnavales nos fuimos a hacer un retiro en la selva del Amazonas. Manuel y yo salimos desde el terminal de Araure, haciendo una larga parada en Barinas para en la tarde salir directo hasta Puerto Ayacucho, donde Mildred y las muchachas del refugio nos estarían esperando. Atravesamos los vastos llanos durante toda la noche, parándonos en cada alcabala de la guardia, logrando que nadie en el autobús pudiera dormir más de treinta minutos corridos. En Puerto Páez o El Burro, cruzamos el río Meta en la famosa chalana para en un rato más circulando estar en Puerto Ayacucho. Ya con Mildred y el resto seguimos rodando en carro para adentrarnos en la selva amazónica y llegar al refugio. Fueron unos días de aprendizaje y de tranquilidad, de buscar leña, de nadar en el inmenso río Cataniapo, de caminar por el espeso bosque y escuchar el canto de pájaros nuevos.
El primer día entre todos nos pusimos a construir un temazcal con la tutoría de Marilove, una tremenda temazcalera y bonita persona, que de la misma manera, y con la misma ternura, nos enseñó también a tejer atrapasueños mientras relataba la interesante historia de ellos. Al temazcal nos metimos al día siguiente, una experiencia muy significativa, que a pesar de ya haberlo hecho antes, en este caso en el Amazonas y con gente tan conectada lo llevó a otro nivel. El llamado tempranero para encender el fuego nos despertó a Karina, Manuel y a mí, quienes asumimos la tarea de hacer arder la llama que calentaría las piedras junto a Marilove. Ya dentro de él, Julieta, una niña muy tierna, quiso estar conmigo en la primera puerta del temazcal, dándome una gran lección de vida allá dentro. A Manu le tocó el privilegio de ser el señor del fuego, que es quien se encarga de meter a las abuelitas, o piedras hirviendo, al capsulado recinto.
En la cocina siempre rondaba un agradable olor a leña con María Elena y Cecilia esperándonos con algún refrescante jugo. Mi preferido es el copoazú , una fruta amazónica como el cacao con una pulpa suave como un mamón. La comida estuvo muy rica, con un noble sabor casero que permitía saborear cada alimento por su cuenta, eso estuvo bueno. Comimos muy variado, desde lentejas, arepas, ensalada, hasta casabe recién hecho. Probamos el mañoco, que es practicamente casabe pero en polvo, muy interesante porque le da textura a todo. Comimos muchas otras cosas que ya no recuerdo el nombre pero sí el sabor.
Ya después de un día de nuestras vidas, nuestras cosas para ir a la comunidad de Rufino, donde conoceríamos a todos los Piaroas y entregaríamos todas las donaciones que venían cargando cada uno desde lejos. Y por supuesto también para recibir la esperada Medicina Ancestral Piaroa con Rufino Pónare. No sin antes hacer el último viaje por el gran Cataniapo pero en curiara esta vez, liderada por David, sobrino de Rufino, y nosotros apoyándolo. Me costó varios regaños aprender a remarla, es más todavía no sé si lo hice bien pero llegar secos. Todos listos partidos metidos en el campo de Marilove, yo con Alan, el hermano de Julieta y mi fiel compañera y maestra del viaje, dormido en las piernas nos fuimos a la comunidad indígena donde haríamos Yopo y despediría a Manuel.
Estado Amazonas, Venezuela. 2017.
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pnuela · 7 years
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Se quedó Manu
-Hace tiempo hice una entrada aquí que se llama “Se vino Manu” de cuando Manuel me fue a visitar a Caracas. Ahora se quedó por allá en Amazonas bien cuidado con los Piaroa-
La gente aquí es otra cuestión, desde que nos bajamos de la camioneta todos vinieron a recibirnos y a ayudarnos con los bolsos. Caminamos por el pueblo hasta llegar al lugar donde nos encontramos con la gran e imponente choza que nos daría cobijo y mucho más esa noche. Después de acomodar nuestras cosas y conocer el lugar teníamos tiempo para descansar antes de la ceremonia. Muchos se quedaron arriba, otros bajamos al río. Fuimos Berna, Gaby, Alan y yo. Mientras bajábamos se iban multiplicando los peces. Por todo el camino iban saliendo niños que se nos unieron para formar un solo bochinche en el río. Los niños de aquí portan una magia que no sé como llamarla, felicidad pura.
Poco a poco caía la noche y la ceremonia se iba acercando, pero antes se encargaron de repartir las donaciones. Todos muy contentos sacaban las cosas, se hablaban entre ellos y se hacían bromas con la ropa, los niños jugaban con sus juguetes, una maravilla. Sin darnos cuenta ni ponernos de acuerdo ya todos estábamos muy prolijos y vestidos de blanco esperando por el abuelo Yopo.
Empezamos la ceremonia con Caapi pero esta vez en bebida, mucho mejor, aunque luego también nos dieron para masticar. Dicen que con el tiempo ya no sabe tan amargo, eso dicen. Sentados todos en nuestros banquitos yoperos esperamos con ansias nuestro turno de tomar la medicina, una poderosa medicina que porta nuestra tierra. Omitiré aquí mi experiencia personal, otro nivel. Pasamos ahí la noche. Lo poco que dormimos lo hicimos en los chinchorros colgados dentro de la churuata, todos acompañados y arrullados por los mismos cantos de Rufino.
Me levanté como una pluma. Todo estaba igual pero distinto. Era como un nuevo comienzo. Todos íbamos conversando sobre anoche mientras arreglábamos los bolsos, más vacíos ahora, y otros ya se iban despidiendo. En principio me tocaba hacer todo el retorno solo pero hasta Apure tuve la compañía de Karina y Liliana, unas parces panísimas que conocí, también de Berna y Gabriela, otros personajes que agarraron un rumbo distinto en el terminal de Puerto Ayacucho. Al final me despedí dos veces de Manuel porque había olvidado mi cédula en su cartera y tuvo que volver. Entre tanto apuro y estrés del terminal en tiempos de carnavales no sé si alcancé a despedirme de todos, pero puedo aprovechar para dar las gracias aquí, es necesario agradecer esta experiencia. A Maria Elena, Marilove, Cecilia, David, Romy y su esposo, Rufino y su familia, a Berna y Gaby, a Karina y Lili, a Anabel, Julieta y Alan, por supuesto a Mildred por la oportunidad y bueno, gracias a ti Manu por todo, nos vemos por ahí.
Estado Amazonas, Venezuela. 2017.
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pnuela · 7 years
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Tuja, solo
Cuando llegué a Tuja no me quería bajar del peñero, en mi mente le pedía al chamo que por favor siguiera y me dejara en otro lugar donde la gente con vacíos de cervezas y protector solar mal puesto no estuviera invitada, pero ya había dejado dicho que estaría en ese lugar a las personas interesadas en esta aventura; así que con mi mejores ganas de quedarme me bajé de aquel peñero. Pasé un tiempo considerable observando el lugar y analizando donde era el mejor puesto para poner la carpa, nunca lo pude encontrar. Después de comerme dos pedazos de torta de cambur agarré energía para montar la carpa y todos sus juguetes. Al terminar la laboriosa tarea me senté, un poco cansado, a disfrutar de la buena vista, que de saber que tan solo sería por esa noche hubiese durado un poquito más. En la madrugada oigo llegar un grupo de jóvenes que me mantuvieron despierto dando vueltas dentro del sleepping toda la noche con sus diversas canciones. La mejor parte fue en la mañana, cuando al despertar abro mi carpa para ver el primer amanecer playero y lo único que alcanzaba a observar era una muralla de carpas tapándome cualquier rayo de sol que pudiera darme los buenos días.
Posterior al derrotado desayuno sin vista al mar, y a mover todo mi campamento para el otro extremo de la costa donde no había ni una señal de seres humanos, me fui a la montaña; a conocer el sitio donde todos los visitantes se toman la famosa foto #tuja. Me pasé toda la mañana caminando por allá arriba y al regresar, imaginando la cómoda y callada soledad, me encuentro con una muchedumbre, pelotas por aquí, raquetas por allá, reggaetón, pescado frito, peñeros por todos lados y más reggaetón, mucho más reggaetón. Resulta que donde dejé mi carpa antes de irme era el punto donde se formaba el meollo de todas las tardes, hasta una rueda de tambores se armó, disfruté y todo ver a la gente dándolo todo sobre la arena caliente. Almorcé lo más rápido que pude en medio de aquel zaperoco postnavideño, cerré la carpa y salí a recorrer el interior del pueblo, dejando atrás aquel alboroto y bullicio para encontrarme con el famoso río que había en los adentros de Tuja. Caminé mucho sin pedir indicaciones, suponiendo que todos los caminos llevaban a Roma, pero como no me podía faltar una perdida, terminé en otro cerro por allá en un sendero rodeado de árboles de plátanos y lechosas de los residentes. A lo lejos escuché unas voces y me uní a ellas, que a pesar de que también estaban perdidos, logramos encontrar el camino y llegar juntos. Todos sudados y acalorados por la larga perdida estábamos ya listos para meternos en el agua dulce. Entrar en ese pozo natural rodeado de piedras gigantes fue lo mejor de ese día, pese que el agua estaba helada y llena de gente. Como nuevo me regresé a la carpa y ya la marea de gente poco a poco bajaba. Me senté a verlos subirse a sus peñeros, montar sus peroles mientras las olas no perdonaban sus trapos secos. Grupo a grupo partían hasta quedarse sola la orilla con miles de pisadas y montoncitos de basura por todos lados, dándome un chance para caminarla tranquilamente antes de que cayera la noche y el cansancio me mandara a dormir.
Sólo llevaba dos días allí y ya conocía todo el lugar, la montaña, el río, el camino de plátanos y lechosas, donde estaba la cancha de bolas criollas, donde alquilaban un teléfono y hasta donde vendían hielo y heladitos de mango. Dentro de mí me preguntaba qué haría todos los otros días solo por el lugar; pero una tarde cualquiera, sentado en la carpa viendo la gente marcharse con sus espaldas mal bronceadas mientras escuchaba Fito Páez, pasó algo increíble. A lo lejos veo acercarse un peñero donde venían Francia y Manuel, llegando cual película de Disney. Mientras más se acercaba me daba cuenta de que no alucinaba. Fue un momento muy particular, así lo recuerdo.
Estado Aragua, Venezuela. 2017.
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pnuela · 7 years
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Visita pre-navideña
Sin mucho que planear Georgina y Francia llegaron al terminal. Entre buenas comidas, ausentes de proteinas animales -meta lograda por Geo- y caminatas bajo el sol acarigüeño se nos pasó casi una semana, aunque un par de ellas fueron bajo la luna, acompañadas de guarapita y de los instagram stories de Geo que coqueteaban sutilmente con el peligro nocturno de la ciudad.
A pesar de que una semana suene poco tiempo, es suficiente para crear una rutina, buena o mala pero rutina al fin. La nuestra comenzaba con un sustancioso desayuno, preferiblemente dulce y con cambur. Luego de reposarlo nos activamos a salir a caminar por las calles del pueblo, ellas con sus mejores sombreros para escudar el sol que te calcina la nuca alias cogote, y alborotando por las pocas avenidas de Araure las hormonas paganas de los locales. A veces regresábamos con las provisiones para un almuerzo bien elaborado o con las compras nerviosas de lugares donde hubiese punto de venta. Las tardes se pasaban entre pan de horno y helados del gallo, con sabor a galleta si era posible. Ya por la noche la ciudad se acuesta temprano y más allá de un cine nocturno, unos tequeños o maratónicos juegos de stop no pasamos.
A los días, ya con Manuel en el panorama, cambiamos de horizonte y nos adentramos al campo, rodeados de ríos, de verde, de gente más cálida y menos angustiada. Con el señor Pablo y su mejor machete -en su única mano- liderándonos, nos fuimos a recorrer los alrededores mientras nos hablaba de los minerales y de cada piedrita que llamaba su atención por el camino, hasta coronamos un par de cuarzos que con mucho cariño y bajo los efectos de la canelita nos regaló. Hambrientos y con los bolsillos llenos de piedras regresábamos a formar un zaperoco en la cocina, a ver una película y a repetir lo mismo al día siguiente, sin Pablo esta vez y en búsqueda de otros paisajes. Colina arriba y colina abajo nos la pasábamos por toda la zona hasta que las estrellas atrapaban nuestra atención y un día mientras esperábamos el turno del baño una estrellafugaz-meteorito-ovni cruzó por el cielo y nos mandó a dormir pensando en el infinito y lo pequeños que somos, al menos a mí.
Gracias al señor Felipe y a Erika tuvimos nuestro sábado de tanque, después darle cepillo por un rato para limpiarlo. Una buena forma para ir despidiendo por todo lo alto esa aventura que todavía no acababa. Volvimos a la ciudad a pasar un par de días más, recordar nuestros inicios y conseguir efectivo suficiente para que pudieran volver y así pasar la navidad en sus respectivos hogares. Así pues, luego de preparar una sustanciosa sopa de vegetales para consentir nuestros estómagos, las despedí el 20 de diciembre desde el terminal como todo un papá.
La Lucía, Venezuela. 2016.
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pnuela · 8 years
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Una pauta en el interior
Ya me voy acostumbrando a los viajecitos en autobús. Cuando le agarras cariño logras encontrarle el atractivo, aparte del encanto por defecto de llevarte por tierra a otros lugares. Entre las coloridas combinaciones de latonería, el tapizado y la decoración con derecho de autor, tienes para perderte un rato. Está el cabeceo al son de la autopista y la brisita que pasa por la ventana que te van adormilando todo el camino. Ya cuando te cansas de descansar, te asomas por la ventana a observar todo pasar —todo pasa—. Momento por excelencia para la reflexión. En esta oportunidad voy en un bus con dirección al norte a grabar unas escenas de una serie juvenil, adaptación de la clásica novela inglesa Cumbres Borrascosas de Emily Brontë.
Parte del equipo de producción nos tocó quedarnos en una posada llamada Casa Blanca. Compartía la habitación con un camarógrafo y su asistente. Era un cuarto pequeño, con un baño de igual tamaño que prácticamente usábamos solo para bañarnos a media noche cuando llegábamos reventados con ganas de dormir hasta siempre. Los desayunos estaban muy bien, para los que comen carne, queso y huevo, de lo contrario te queda solo la arepa, así que no está tan bien. La cena sí te subía el ánimo con un suculento arroz a la marinera con sabor a playa.
Día a día iba descubriendo más del tímido lugar y de la trágica historia, que tampoco conocía muy bien. Las locaciones estaban increíbles. Estuvimos en un tenebroso y baldío cementerio donde, a pesar de los conocidos problemas de agua, se hizo la lluvia. En una capilla en ruinas que le pertenecía a la casa del militar y político Juan Crisóstomo Falcón. También anduvimos por los campos de las salinas, con un sol que pega durísimo hasta en la nuca. Visitamos un par de plazas muy pintorescas con su respectiva iglesia al centro, donde los vecinos sacaban sus mecedoras de mimbre para observar el drama en vivo y directo, formando gradas alrededor del set. Finalmente no podíamos irnos sin hacer la parada técnica del mar salado, así como de los vastos y calientes médanos.
Durante el rodaje nos encontramos con personas muy amables, con comida muy rica, cautivadoras historias y muchas cosas para enseñar. Un muchacho me mostró un par de piezas audiovisuales que había realizado, una de ellas era una parodia de las telenovelas que estaba genial. Las artesanías y los dulces no podían faltar, se paseaban de aquí para allá provocando al crew capitalino. El último día del rodaje me cambian de habitación porque parte del equipo estaba regresando a Caracas. Ahora me encontraba en un cuarto solo para celebrar el fin de la jornada. Me bañé y dormí como un rey, El rey de Casa Blanca.
Península de Paraguaná, Estado Falcón. 2016.
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pnuela · 8 years
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Camino a Roraima
Muchos capaz esperaban paisajes increíbles con infinitas sabanas y pemones en el horizonte, pero no. Lo que hay aquí realmente son fragmentos, que más allá de tener una intención estética, reflejan de una forma muy propia esos momentos que hicieron detenerme durante ese largo camino. (Prólogo innecesario.)
Con descuido y anticipación estaba planeando este viaje, como quien no quiere la cosa. Fue justo en el mes de diciembre cuando pasó de ser otra aventura a una necesidad. Tengo que irme. A veces ni yo mismo sabía cuál era la ansiedad, otras veces, sí. Necesito que este año comience bonito. De pronto, me quedo sin compañera de viaje y sin encontrar relevo inmediato, me voy solo —como tenía que pasar—. Fue el 30 de diciembre, último día que tenía para confirmar, cuando realizo el pago y ahora debía estar el 03 de enero en Puerto Ordaz con mis 12 kilos ya montados encima. Me quedaba solo un par de días para conseguir todo lo que me faltaba; buscar efectivo, operación que es sumamente difícil en esa fecha tan caótica; cuadrar el traslado, labor todavía más complicada y por último, celebrar el año nuevo con mis mejores ánimos, esta tampoco estaba muy sencilla.
Repleto del festín navideño partí primero de enero a Caracas, donde luego de coser mi carpa, que aún tenía arena de Cepe, logro armar el gran morral, mi fiel compañero de toda la semana. Al día siguiente, bajo la lluvia mañanera, me tocó recorrer todos los colapsados terminales de la ciudad buscando algo que me llevara hacia el este del país. Intercambié mi número de teléfono con varias personas de la cola, con las que me encontraba en todos los distintos terminales a los que llegaba empapado, estos con las mismas ganas de irse y con las mismas respuestas: véngase mañana temprano a ver. Yo no podía mañana temprano “a ver”, tenía que estar a las 5pm en Puerto Ordaz y era un viaje de 10 horas. Es en la tarde cuando habilitan un transporte que saldría esa noche hacia Ciudad Bolívar y me pongo en la cola, sabiendo que en Ciudad Bolívar me esperaba otro autobús para llegar a mi destino. Después de varios intentos en cajeros automáticos, porque no funcionaba el punto, logro comprar el pasaje.
Ya en la oscura ruta vía oriente me duermo profundamente, hasta que un ruidoso crujido me trae de vuelta de un solo golpe. La gente alborotada le gritaba al conductor que no se detuviera. Me volteo todo adormilado a ver a mi vecino en búsqueda de información, a lo que me responde, totalmente calmado y con voz serena, que han lanzado una piedra al bus para intentar robarlo y rompieron el vidrio. Ahora voy desvelado, alarmado y con la cara fría por el viento nocturno que entra por la ventana herida. De esa forma continua el trayecto toda la noche hasta que amanece ya en Ciudad Bolívar y pronto, luego de mi transferencia, llego a Puerto Ordaz.
Así es como consigo que ocurra.
Beatriz Helena —amiga del colegio— me dijo poco antes de irme que, según alguna fuente que olvidé, la forma en que transcurran los primeros 12 días del año van a definir la manera en que van a pasar los 12 meses del mismo. Ella se fue a Choroní y yo por mi parte no tengo que preocuparme, por lo menos hasta noviembre.
Estado Bolívar, Venezuela. 2016.
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pnuela · 9 years
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Niños viejos
La mayoría de los recuerdos que tengo de niño en parques de diversiones no incluyen muchas sonrisas, solo las de mi mamá búrlandose de mí porque me daba miedo montarme en las montañas rusas, martillo, casas embrujadas, barcos piratas, en realidad en cualquier atracción que me despegara del suelo. Se puede decir que desde pequeño tengo una falta de confianza hacia los artefactos hechos por el hombre, venezolano o no, más aún cuando estos me ponen de cabeza. Esta vez me subí a casi todas, sí mamá así como lo lees, casi todas. Por suerte hablo de un parque pequeño.
Empezamos este recorrido claramente por los carritos chocones, para entrar en calor. Después de la colisión, Francia y yo fuimos al barco pirata para ir subiendo poco a poco de nivel. Nos pusimos cada uno en una punta para así tomar la primera foto del día y de este post. Al empezar a moverse recordé porqué no me montaba en la inocente máquina y mucho menos en los extremos. Con las piernas entumecidas y cara modesta le damos las gracias al señor operador que al parecer detuvo antes de tiempo nuestro viaje.
Decidimos disminuir el nivel entrando a la bailarina, o eso pensábamos. Reposamos de aquella turbulencia en la rueda de la fortuna y volando en las sillas para recobrar el aliento y así subir a la montaña rusa, la atracción más extrema a la que subiríamos en el día. Tan extremos somos que nos subimos, no una, si no dos veces.
Luego de un merecido cono de cotufas se termina puntualmente la diversión.  Llego a mi casa con un globo azul y cientos de fotos de gente desconocida, solo reconozco a Francia y a Diego el chofer, que al verlos junto con el resto puedo notar que así como yo, ellos también volvieron a ser niños por un rato.
Esto se llevó a cabo en el InstameetCcs 2015, evento realizado para celebrar los cinco años de la conocida red social Instagram. Si bien el motivo principal del encuentro era el de invitar a quienes están detrás de las cámaras y teléfonos inteligentes para conocerse y capturar buenos momentos; la atmósfera con olor a cotufas y algodón de azúcar se apoderó del lugar y nos permitió jugar como niños una vez más, solo que con otros juguetes en mano esta vez.
Parque Italo Americano. Caracas, 2015.
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pnuela · 9 years
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Cepe, la travesía
Manuel ya se fue a Chile, Ale en septiembre y Nadia en noviembre. En agosto Jorge se va para Holanda. Francia y yo los acompañamos en esta travesía con aires de último polvo. “De Acarigua pa’ Choroní” diría nuestro vidrio trasero de haber hecho el viaje en carro, pero en ese caso lo llamaría: Cepe, el roadtrip.
De los creadores de “Lara, Lara, Barquisimeto”, “Coro directo” y “Barinas con aire” llegó el “Y a estos los botaron de su casa” mientras caminábamos por el terminal de La Bandera con nuestros 20 kilos de equipaje de espalda. A las nueve de la mañana salimos a Maracay, donde luego de la respectiva siesta busetera, tendríamos que cruzar a otro terminal para tomar el autobús que nos dejaría en Choroní.
La parte divertida comienza ya. Una colorida guagua con olor a sol de mediodía esperaba únicamente por nosotros para partir. Lleno de morrales se encontraba el estrecho pasillo por donde suelen pasearse los vendedores ambulantes con sus insólitas ofertas. Tan extremo como las curvas de la carretera, los cornetazos del conductor y los 80 kilómetros por hora en bajada, era el fondo musical. Una cumbia-tropical-merengue-bachata-periquera-chatarrita-hardcore nos mantuvo, que digo despiertos, en trance por aproximadamente tres horas. (Youtube: La Vaca Mu - La Vaca Merengue Original - Mala Fe)
Ya en el malecón de Choroní, atravesando todos los buitres ofreciéndote “el cripi”, nos subimos al peñero del señor Pipo, que por 300 bolívares cada uno, nos llevaría hasta nuestro destino tan esperado, Cepe.
En el relajante pueblo, con su modesta gente, sus empanadas de pescado y unos increíbles heladitos de tizana, pasamos 6 días. Días que nos sirvieron para descargar todo el “peso” de nuestras espaldas, para retornar por el mismo camino pero más ligeros esta vez.
Estado Aragua, Venezuela. 2015.
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