Vamos a partirnos los hombros y quemarnos las manos como podridos y humeantes cadáveres de ganado. Aprietan los muros y el techo. Mi espalda y cosillas rotas quedan a su merced. No les digas que se vayan, dejalos que se queden, que mientras más cerca están, más fácil rayo la pared. Y voy a dibujar gente muerta y una nave espacial. Voy a dibujar pecados de los que sólo yo me voy a enterar. Voy a escribir cuentos de río y de mar para saber dónde voy a dar, para saber dónde voy a quedar. Incendiame los pulmones y cortame la lengua en dos. Atravesame la garganta y arrancame los ojos con tu hoz. Te veo en la puerta cuando pienso y atrás de mí cuando me enfrento a un piano. Pero vos y yo somos el mismo y nos necesitamos. Como sabueso y su pantano. El tiempo mató la sorpresa de tu presencia dentro de mi cráneo, y tu compañía quemó el miedo y el tabú. Y después de años de moretones y sangre noté que no sos ningún maestro vudú. Pero la sangre me enseñó y los moretones me formaron. Y vos, hijo de puta, más de una noche me viniste a visitar. Pero ya te dije que somos dos de lo mismo, así que no se te ocurra escapar.