Tumgik
mecepenas · 9 years
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Testigo de mi decisión
Esto que escribo prometo, a usted -lector imaginario-, que jamás será publicado bajo ninguna circunstancia. Seguramente, se preguntará: ¿Para qué diablos lo escribe entonces? Pues bien, le respondo que debo limpiar mi conciencia y espero tenga la amabilidad de concederme este deseo. Por su expresión, veo que sigue sin entender, así que iré más a fondo con la explicación.
Sólo uno es el motivo que me lleva a tomar esta cruel decisión, casi sanguinaria diría; ese motivo es que estaría contradiciéndome. Noto que entiende menos que antes... No se preocupe, lo sabrá todo a la brevedad.
Hace exactamente tres meses se realizó, luego de una extensa promoción, la presentación de mi último libro y... ¡Oh, gracias!, pero no malgaste su tiempo en felicitarme. A dicha presentación concurrieron apenas ocho personas, incluyéndome a mí. El resto de los presentes eran familiares y amigos. Para más información le comento que, al día de hoy, llevo vendidos doce ejemplares. Sí, bien supone usted, apenas recaudé lo suficiente para pagar el flete que trajo los ejemplares restantes a mi casa. Es por eso que decidí no volver a publicar nada más, nunca más. ¿Entiende ahora por qué le dije que publicar esto sería contradecirme?
¡No se ría por favor, no es gracioso!
¿Que qué voy a hacer con todas las ideas e historias que se me ocurran? ¿Eso quiere saber? Pues bien, simplemente las desecharé. Y le advierto, no intente jugar conmigo, no va a hacerme dudar de mi oscura decisión. ¿Qué hay con los personajes? ¿Dice que van a torturarme con sus diálogos en mi cabeza? ¿De dónde sacó usted eso señor mío? Sepa que así como puedo imaginarlos, puedo también enterrarlos en el más profundo de los abismos sin que ni siquiera vean la luz de su nacimiento una sola vez.
¡Por supuesto que estoy seguro! ¿Acaso me toma usted por un flojo sin palabra? Mire, no quiero ser descortés, pero no me obligue a enterrar su espíritu. Recuerde que yo mismo lo creé para que sea testigo de mi decisión, sólo para eso, y ahora estoy notando en su rostro una sonrisa maliciosa y burlona que no me gusta para nada.
Muy bien, se lo advertí. Me harté de su intromisión. Le suplico ahora que desaparezca. ¿Me oyó? No se lo suplico, se lo ordeno.
Perfecto. Sólo una pregunta más le concederé antes de que se esfume para siempre. Lo escucho.
Ja, ja, ja, ja. ¿Que si podría dejar de escribir? Por supuesto que pod... ¿Y cómo dominaría mi ansiedad? Pues le digo que... ¿Y qué haría con el placer que me otorga saber que algún lector desconocido se emocionó con mi obra...? ¿A qué me dedicaría si no escribiera...?
¡Ya basta! Deje de torturarme como si fuese uno de esos personajes imaginarios que se me ocurr...
¡Dios, qué buena historia para mi próximo libro!
El Conde
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mecepenas · 10 years
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Una cita con Dios
“Ahora sí puedo asegurar que Dios existe”, pensé.
Después de tantos años de incredulidad y excepticismo se presentó ante mí con forma de carne humana vestida de mujer. Sabía cómo comprarme. Evidentemente, estuvo estudiándome todo este tiempo, lográndolo al fin, haciéndome caer en la trampa más antigua del mundo.
Se plantó ante mí como el ser más maravilloso que podía yo conocer. Imperfecta, sí, aunque eso la hacía mucho más real. Su mirada seducía con su halo de tristeza, sus brazos flacos, largos y blancos como el mármol sabrían abrazarme y enroscarse en mí como una boa constrictor, imaginé. Desde el primer momento, supe que su boca podría pronunciar las peores groserías, también dar los besos más fogozos. Culta y divertida. Tímida, sensual y desprolijamente elegante. Compartía mis gustos y se interesaba por las mismas injusticias que yo; se mofaba de su poca fortuna tanto como yo, de mis fortunas perdidas; a ambos nos iluminaba la luna y nos enceguecían los rayos del sol.
Me confundió, lo admito, con su verborragia constante y locuaz. Recapacité al fin: “¡Estoy en la mesa de un bar teniendo una cita con Dios!”
Nos fuimos de ahí. Caminamos por desparejos empedrados entre otros noctámbulos y, creo yo que instintivamente pero no por azar, nos detuvimos frente a una iglesia. Claro, allí su poder era inmenso y yo, apenas su cordero atado. Nos besamos. Ardimos. Nos sublimamos.
La noche siguió su rumbo, nosotros seguimos la noche.
De pronto, casi por arte de magia, estaba desnuda frente a mí. Recuerdo claramente haberla contemplado en silencio, estudiar cada detalle de su cuerpo lampiño y, excitarme con su repentina -y casi absurda- timidez. Le hablé. No recuerdo qué le dije pero le hablé. Creo, hoy, quise embaucar a Dios para someterlo a mis blasfemias e incursionar juntos en el pecado de la carne. Me abrazó por la cintura con sus largas piernas y gimió, se perdió en mis ojos, gritó. Sí, gritó y pidió por... ¿Dios? ¿Pero entonces...? Descargué toda mi materia viril, santificando a la muchacha, aliviado que mi perversión no llegara a tanto. ¿Pero entonces...? La oí pedir por Dios. ¿Pero entonces...? Ahora sí, puedo asegurar que Dios no existe. Sólo somos ella y yo.
El Conde
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mecepenas · 10 years
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Rito de aproximación
  Una suave brisa me cruzó la cara
el día que curaste al durazno
y Ana, al fin, descansó para siempre.
Aunque tu voz me resultase
a veces confusa
tenía magia,
tenía luz.
Se notaba a la distancia
que eras un buen tipo.
Por eso yo te quería…
Tu poesía me resultó confusa
(como todas las poesías que leo)
mas sé que el problema es mío.
Por más que la adornaste
con sonetos magníficos y
oscuros secretos,
y esperaste mi lectura
sobre un colchón de flores
violetas,
preferí la jalea de tu semilla
y su escudero francés
a tu majestuosa versión de Grisel.
Mera simpatía generacional
lo sé,
pero todos te endiosaban,
algo tenías que yo no veía
y por eso te amaba.
Eras raro para mí
que soy más raro aún.
No entendía tu poesía
pero adoraba tu música
y tu persona.
Cómo separar al músico del poeta
y del hombre
y del padre
y del amigo fiel.
Por eso yo te quería…
Y te quiero.
Y te admiro.
El Conde
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mecepenas · 10 years
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El último beso
  Atisbo la noche profunda
dentro de un sueño oscuro,
también profundo.
Percato mi respiración, lenta
y no siento mis manos,
ni mis pies fríos.
¿Y como sé que están fríos
mis pies si no los siento?
Sensaciones, solo eso.
Sensaciones de un abismo etéreo.
Cadavérico, solitario.
Gusanos comiendo la paz
de mi cuerpo en guerra
con el mundo.
Y mi alma, en eterna
desconexión con lo inmundo.
Que de noche florece
y de día permanece.
Por las tardes suspira y
vuelve a enloquecer
en un nuevo suspiro
con dolor, sin sentido
hasta mi próxima noche
cíclica y estúpida
mal oliente e insípida
esperando una mañana
ausente de fragancias.
De sonrisas y miradas.
De tontos que no entienden.
De un beso robado
como pidiendo piedad.
Arrodillado.
El Conde
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mecepenas · 11 years
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Instante
Bajo una bóveda oscura y siniestra
que hacía de cielo
degusté la sabrosa carne
de unos labios
que hacían de vos.
Mataste con tu mirada eterna
lo que quedaba de mí,
e incendiamos el aliento
de un aire enrarecido
que hacía de amor.
El Conde
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mecepenas · 11 years
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Encuentro Inesperado
  Inesperadamente la vi en el sitio menos esperado, y la adrenalina nos envolvió bruscamente a ambos.
-          Hola, ¿cómo estás? Le pregunté intentando sonreír.
Aunque sus nervios y su cara de pocos amigos me dieron la respuesta, igual contestó:
-          Bien. ¿Y vos?
-          Acá me ves. No tan bien como vos, pero sobreviviré. Respondí de forma irónica.
Sabía que esa respuesta la encendería, y no tardó en contraatacar.
-          ¿Y cómo estás tan seguro que estoy bien?
-          Lo veo en tu cara. Se nota en tu semblante.
Una leve sonrisa nerviosa le dibujó el rostro mientras el silencio se hacía ensordecedor en ese instante.
-          ¿Qué quieres de mí? Preguntó de repente.
-          Ahora ya no necesito nada. Lo que necesité te lo hice saber en su momento hace un par de años atrás, y no te diste por enterada.
-          ¿Qué pretendías que haga? ¿Qué te de todo?
-          No, por supuesto que no. De entrada supuse que luego de más de veinte años de casados con algún suvenir te ibas a quedar. Lo que nunca supuse fue que ese suvenir iba a ser nuestra casa con todo lo que la habitaba.
-          ¿Y qué vas a hacer al respecto? ¿Pondrás un abogado para intentar recuperar una parte? Preguntó endiablada.
La miré tristemente. Como quien ve pasar a un demente hablando solo, y mientras niega con la cabeza piensa: ¡No tiene arreglo!
Esbocé una sonrisa llena de pena.
-          Sabes, lamento que el precio de la verdad sea perderlo todo. Pero estoy en paz con mi conciencia, eso que seguramente vos no tenés, porque de tenerla te estaría quemando como un ácido.
Me miró como no queriendo entender lo que le decía.
-          ¿A qué viniste? Le pregunté.
-          A buscar una respuesta.
-          Ok. ¡Yo te perdono! ¿Ya tienes tu respuesta?
Me miró conforme.
-          ¿O también me vas a pedir que me vaya de aquí para apropiarte de mi nueva morada?
-          ¡Idiota! Me dijo, mientras revoleaba el ramo de flores sobre el mármol frio de mi tumba y se alejaba ofendida.
-          ¡Adiós nena! Susurré para mis adentros.
El Conde
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mecepenas · 11 years
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Destino (Ensayo)
Nacemos, vivimos y morimos errantes de un destino incierto. ¿Incierto? El destino es la única verdad. El destino es la vida misma. Y esa verdad, sin embargo, es una cruel y miserable mentira.
¿Por qué digo esto? Porque el destino siempre es lo que sucede, sea lo que sea, y nunca otra cosa.
Y nosotros, incrédulos, perseguimos resignados esa mentira creyendo que es la verdad suprema, mientras ella juega y se divierte con nosotros.
A ver si se entiende. Si sale blanco decimos: “era el destino”. Pero si sale negro decimos: “era el destino”. O sea, cualquier resultado es el destino.
¿Cómo puede ser que dos cosas totalmente opuestas, sean lo mismo?
Y ni hablar cuando al destino le damos un matiz religioso. Ahí sí que se complica, porque el destino comienza a ser influenciado por lo bueno y lo malo. O sea, si resulta bien fue la mano de Dios, en cambio si resulta mal, la culpa es del destino. Ejemplifiquemos para que se entienda.
Hay un derrumbe en una casa. En esa casa vive una anciana, sola con su alma. Pero ese día la anciana no estaba en su casa. Decimos: “Gracias a Dios no estaba en su casa”. Si la anciana hubiese sido atrapada por los escombros decimos: “Pobre, era su destino”.
Tranquilamente podríamos decir: “Gracias a una distracción de Dios, la pobre abuela estaba en su casa”.
Continuará...
El Conde
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mecepenas · 11 years
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El faro
Desperté sobresaltado a causa de la tormenta. La misma tormenta que anoche había en tus ojos.
Miré el lado vacío de la cama y comprendí entredormido que no estabas a mi lado.
El terror se apoderó de mí.
Salí de la cabaña y bajé a la playa. No estabas por ninguna parte.
Los restos de la fogata, que hace unas horas fue testigo de los hechos ahora yace mojada siendo testigo de mi locura.
Corrí desesperadamente hasta el faro sin importarme el clima. Subí los escalones de dos en dos y llegué fatigado a la cima. Mi pecho parecía explotar y mi respiración se entrecortaba con cada bocanada de aire que intentaba recuperar.
Me asomé a la barandilla, agarrándome fuerte. El viento quería arrancármela de las manos y la lluvia azotaba mi rostro impidiéndome ver.
Cada vez que la enorme luz del faro, que giraba detrás mío, pasaba por mi posición, reflejaba mi figura espectral hacia el horizonte y se perdía en las olas.
Temeroso miré hacia abajo y observé las olas golpear fuertemente contra las rocas. Tuve miedo de distinguir tu vestido de hilo blanco en ese laberinto rocoso.
Todo era confuso y angustiante. Decidí regresar a la cabaña con mis pensamientos a cuestas.
Antes de entrar, volví a contemplar esas ruinas con forma de fogata y mis ojos penetraron a través de las cenizas mojadas que aun permanecían, aunque hechas lodo, y mientras la lluvia seguía cayendo torrencialmente salpicando esos restos de ceniza, mi cabeza se enfriaba de a poco y comenzaba a distinguir la realidad.
Todo fue un maldito sueño. Nunca exististe. Nunca ocupaste el lugar vacío de mi cama, jamás existió tu vestido blanco, salí corriendo detrás de un fantasma, y la fogata tan solo fue testigo de mi soledad.
El Conde
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mecepenas · 11 years
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Fragmento Medieval
  ¡La condesa ha muerto en mis brazos! Y sólo yo lo sé.
Faltan escasos minutos para que comience un nuevo año, y mientras todos afuera se preparan para los festejos, yo aquí, con su cadáver aun tibio en mis manos.
Y mis lágrimas que lo bañan para bendecirlo. Y su eterna sonrisa despiadada como pintada al óleo que no quiere asumir la realidad.
¿Debo arruinar los festejos del pueblo y decirles la verdad?
Porque todos la admiraban igual que yo. Todos la amaban igual que yo. Pero nadie más que yo sabía la verdad. Nadie más que yo estuvo a su lado para calmar sus histerias. Nadie más que yo soportó sus desplantes y sus traiciones. Todo lo perdoné, todo le di. Un mundo le inventé con tal de hacerla feliz.
Y así me pagas. Con ingratitud. Dejándome solo cuando más te necesitaba. Dejándome estupefacto, más helado que tu cuerpo.
Veo por la ventana de la alcoba las primeras luces de artificio, los primeros estruendos. La gente grita y se divierte mientras yo siento que me voy contigo.
¡Descansa amada mía!
Es mi obligación ser fuerte e informar que te has ido, mas no es necesario decir toda la verdad. Así el común de la gente seguirá teniendo esa imagen distorsionada de la bella, sonriente y radiante condesa. Mi condesa.
En honor a ese amor, me atraganto con mi visceral silencio.
El Conde
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mecepenas · 11 years
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Fin de una ilusión
Los fuegos de artificio indican el comienzo de la fiesta.
Una fiesta a la cual no estoy invitado.
Y mientras sigo aquí bajo la bruma
esperándote en la playa, sentado
mi cuerpo se deshace de a poco
con cada golpe de un recuerdo
con cada ola y su ácida espuma.
Veo las estrellas flotar en el cielo
e intento contarlas, en vano
aunque aquellas que conozco, y quiero
podría contarlas, y tocarlas
con los dedos de una mano.
¡Resiste piel, aguanta!
No te entregues fácilmente.
Sufre y goza al tiempo
que el mar impone su ansiada erosión
con furia o con calma,
y piensa qué prometiste
desgarrando tu memoria
película blanco y negro dan final a esta historia
que supo tener color,
el de un hermoso amanecer,
pero que como tu palabra
no cumplirás hoy prefiero no ver.
De a poco las luces cesan
en la agonía de la fiesta.
París sigue estando lejos aunque la sentí tan cerca.
Y aunque el reflejo de la luna me llame en el horizonte
no creo valga la pena.
Prefiero que las olas borren tus culpas
y deshagan de a poco mi cuerpo
abatido en la arena.
El Conde.
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mecepenas · 11 years
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Somos dos, somos uno
Somos noche, somos uno.
Somos dos, pero somos uno.
Frio afuera, fuego por dentro.
Pasión reprimida en estado salvaje.
Lagrimas sin secar y profundas marcas
Que surcan el alma pero no se dejan ver.
Somos viento, somos uno
Dos corrientes, pero somos uno.
Como ese océano insaciable
Frio por fuera, lleno de vida por dentro.
Atmosfera marina.
Infinita sal, insaciable sed.
Somos dia, somos uno.
Dos alumbramientos, pero somos uno.
Horizonte lejano.
Me descubre la noche
Me susurra el viento.
Musica y poesía, calidez total.
                                                                                                                   El Conde
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mecepenas · 12 years
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Gran Avenida
Gran Avenida.
Cuna de risas y bostezos.
Cómplice de largas caminatas.
Preludio de un café casi obligado
después de una noche a pura gloria.
Profético temporal,
creo que no me dejarás ir.
Viento arremolinado,
que estremece el asfalto.
Que acribilla los árboles
arrancándole las hojas
y termina siendo brisa,
ante el hechizo de tus ojos.
El Conde.
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mecepenas · 12 years
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Hastío
Hacerte daño no es mi culpa
Los días caen, las noches son interminables
Y la música no aparece.
El hastío corporal
Seduce a mi mente al encierro
El descanso emocional hace bien
Y te mata a la vez.
El aire es denso en cada amanecer vacío
Y sólo el vicio de vivir me mantiene vivo.
Multiples tareas te distraen pero no limpian tu alma.
Y la tonta burocracia de los actos no te deja ir al grano.
Pasé siglos bajo tierra
Y salir a la superficie no fue un gran cambio.
Mirando por la ventana del tren
La película es mucho más real.
La paz que logré bajo un árbol a la orilla de un lago
No puedo retenerla mucho más en mis entrañas.
La caridad de la iglesia es tan falsa
Como la honestidad de la política.
La hermandad de los pueblos es tan vulgar
Como la cortesía de un Lord.
No encuentro el motivo que me arranque una sonrisa.
La enredadera en mi cuello ya no me lastima.
Me aburre.
El Conde
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